Evangelio miércoles 30 de diciembre

Miércoles 30 de diciembre de 2020 | Osvaldo Andrés Iturriaga

30 de DICIEMBRE del 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 2, 36 - 40

6° día de la Octava de Navidad

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"Se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén"

Siento como si el Señor me dijera: "tranquilo: todas las promesas que te he hecho serán cumplidas. Si sabes esperar con fe y paciencia, verás que cada cosa que te he prometido sucederá; tu corazón se llenará de agradecimiento y sentirás que todas las penas, angustias, dudas e incertidumbres que pasaste cobrarán sentido. Confía en mí, que te amo y quiero lo mejor para ti: quiero que seas feliz y que seas uno conmigo y mi Padre para siempre en el Reino"

Me resulta enternecedora la historia de esta mujer, que dedicó su vida a servir a Dios, hasta que recién en su ancianidad pudo regocijarse al ver cumplida la promesa de Dios de enviar un Salvador a su pueblo. Pienso en cuántas dudas y esperanzas perdidas debió haber tenido por años, sin saber siquiera si realmente vería al Hijo de Dios. Hoy, en un período donde muchos de mis planes se han desmoronado, el Señor me llama a seguir adelante con la esperanza de que en algún momento podré mirar atrás y ver que todo lo que me sucedió tuvo un sentido y un fruto mejor, que en este momento tal vez no puedo llegar a imaginar.

Querido Señor, tu nacimiento en este mundo es la mejor noticia que pudo recibir la humanidad. Tú viniste a cumplir la promesa que había hecho el Padre, y llenaste de alegría a tantos que pudieron verte. Ayúdame a regocijarme también, con la esperanza de que Tú nos traes la verdadera salvación, esa que nos impulsa a salir de nuestra propia comodidad y pequeñeces, que nos llama a ir al encuentro de otros y mirarlos como hermanos. Quiero poder contemplarte, para poder llenarme de ti y anunciar con mi vida que esa promesa de Amor ya está entre nosotros.

AMÉN

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