Evangelio miércoles 4 de agosto

Miércoles 4 de agosto de 2021 | Osvaldo Andrés Iturriaga

4 de AGOSTO del 2009

Evangelio según San Mateo, capítulo 15, 21 - 28

Miércoles de la Décimo Octava Semana del Tiempo Ordinario

San Juan María Vianney, Presbítero. Memoria Obligatoria

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos". Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!". Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!". Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hijan quedó curada.

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"¡Qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!"

Siento como si el Señor me dijera "aunque a veces pienses que no te escucho o que estoy lejos, yo nunca dejo de responder a alguien que me busca con fe sincera. Yo me conmuevo ante tus penas, miedos y dolores, porque yo mismo los experimenté. Por eso, cuando sientas que estoy ausente, sólo insiste y persevera en la oración y en la, recepción de los sacramentos. Verás que, al unirte a mí, volverás a experimentar mi cercanía y encontrarás la fuerza que necesitas".

Siempre me ha llamado la atención de este pasaje la aparente dureza de Jesús frente a esta mujer. Me pregunto si la estaba probando, o si ella con su insistencia hace a Jesús cambiar de opinión. Sea como sea, me hace pensar en lo débil que es mi fe; cuántas veces ante la primera "negativa" que siento de Dios, me desilusiono y me rindo, de alguna forma sacando a Dios de la ecuación. Si, por el contrario, hiciera como esa mujer que insistió hasta conseguir que Jesús la escuchara, viviría de otra forma, en permanente contacto y compañía del Señor, y confiando en que él me dará todo lo que necesite para ser feliz.

Querido señor Jesús, muchas veces siento que no comprendo lo que me quieres decir a través de los distintos acontecimientos de mi vida. Pero sé también que, en mis momentos más oscuros, siempre te he llamado e insistido y tú has estado conmigo, sacándome de la angustia. Ayúdame a recuperar esa fe sencilla y confiada en que tú eres quien me guía, en que tú tienes las respuestas a mis dudas más profundas, aunque a veces tarden en llegar más de lo que me gustaría.

AMÉN

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