Evangelio sábado 30 de mayo

Sábado 30 de mayo de 2020

30 de MAYO del 2014

Evangelio según San Juan, capítulo 21, 20 - 25.

Sábado de la Séptima Semana de Pascua.

Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?". Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de este?". Jesús le respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme". Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: "El no morirá", sino: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?". Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.

Meditación de nuestro equipo.

"¿Qué te importa? Tú sígueme."

Jesús nos dice: "Hay un afán en los hombres de inmiscuirse donde no los llaman. Es en parte una bendición y a la vez una carga con la que todos deben lidiar. Y es que su curiosidad a veces los apoya a seguir creciendo y otras veces les juega una mala pasada. Si Yo les pido algo, si los invito a hacer algo ¿qué logran con intentar desentrañar mis motivos? No intenten saber el porqué de todo. Busquen más bien la forma de responder con amor al llamado que les hago. Si tuvieran un corazón de niños, no discutirían lo que les pido, tal como los niños corren a ayudar a sus papás cuando les piden algo. Sean como niños."

Nuevamente Cristo reprende a Pedro, pero luego de una segunda lectura, veo cómo lo está invitando a ser niño, a amar ciegamente. En las sesiones del curso de matrimonios, nos dijeron que el hombre como especie estaba dotado por Dios con una infinita capacidad de amar, pero que somos nosotros los que intentamos "racionarla", evitando el amar a unos y amando sólo a quienes queremos. Cristo me invita a amar como Él nos amó, a seguirlo sin mirar, a abandonarnos en sus manos, sin preocuparnos por cualquier otra cosa. Es Él quien nos tiene tomados de la mano, y es Él quien nos muestra por dónde ir. Quiero hacerle caso.

Señor Jesús, nuevamente me das la mano y me indicas por dónde debo continuar. Te amo en mi corazón y en mi mente, pero a cada momento en que debo sacarte al mundo a través de lo que hago, vuelvo a actuar sin escucharte. Perdóname por mi poca docilidad, por mis faltas de atención hacia lo que Tú quieres de mí, cuando me cierro a moverme por tus caminos. Gracias por tener la constante e inmensa paciencia con que sigues sonriéndome cuando desvío la ruta que juntos hemos dibujado. Que tu Madre sea quien vaya en el camino, para que cuando equivoque el rumbo, ella me sostenga antes de caer.

AMÉN

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