Evangelio sábado 9 de noviembre

Viernes 8 de noviembre de 2019 | Gonzalo Manzano

9 de NOVIEMBRE del 2019.

Evangelio según San Juan, capítulo 2, 13 - 22

Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Meditación de Gonzalo Manzano González.

"No hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio"

Jesús parece decirme: La casa de mi Padre es un lugar sagrado. Es la casa que ustedes han erigido para alabar a Dios. Yo mismo soy parte de esa casa, de hecho, soy su cabeza. Mi Iglesia es la casa del Padre. En ella caben todos, pero eso no quiere decir que por recibir a los que están más alejados de Dios, ella deba dejar de ser sagrada. Quienes no quieran estar, con dolor los dejaré partir, pero si quieren permanecer en ella, deben de una vez por todas entender que aquí se adora a Dios y no al hombre, ni al dinero u otros objetos, ni a caudillos. Quien no entienda esto, mejor que vuelva a pensar si quiere estar acá.

Muchas veces miembros de nuestra Iglesia han estado alejados del Mensaje de Cristo. Y no me refiero a tiempos antiguos. Debo entender que soy parte de ella, y como tal estoy obligado, como en mi familia, a velar por su crecimiento espiritual. Qué simple es alejarme de eso; decir que son los consagrados los más obligados, por ser ministros o mensajeros de Dios, mientras que yo me lavo las manos, pecando por omisión, de dar todo de mi para salvar a mi Iglesia. No quito responsabilidad a quienes materialmente han dañado a esta familia, pero tengo que aceptar mi cuota de responsabilidad.

Señor Jesús, te pido perdón si he sido yo el que ha abandonado a tu Iglesia. Ninguno de nosotros está exento de pecado, y el demonio ronda intentando seducir a todo incauto. Que no sea yo motivo de tropiezo de ningún hermano, Señor, y si dejo de actuar cuando Tú me llamas a levantar la voz, remece mi corazón para no quedarme de brazos cruzados y pueda, aunque sea en lo pequeño, aportar a la salvación de las almas de mis hermanos. Madre Santa, derrama las gracias de tu Santuario sobre nuestra Iglesia, para acogernos en nuestro pecado, transformarnos el corazón y enviarnos a salvarla con una vida de santidad sencilla.

AMÉN

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