Jugar a decantar

    Hoy se nos pasó la hora jugando con la Ángeles. Hace unas semanas que entró de lleno en el mundo de la imaginación, y la verdad es que es increíble. Con los más mínimos elementos desarrolla todo tipo de situaciones y diálogos, ordena y desordena a su antojo, y se entretiene feliz. Y más feliz todavía si nosotros participamos en su juego, si la miramos aunque ella haga como que no se da cuenta, si recibimos las zanahorias que compró en el "supermercado limón" para los conejos, o si nos sorprendemos por la gran cantidad de escamas brillantes que hay debajo de la mesa.

| Valentina Jensen Valentina Jensen

En ella vemos cómo la imaginación no es evasión, sino conectarse con todas sus experiencias e integrarlas en lo cotidiano. Dispone sus sillitas en círculo y repite las rutinas del jardín infantil, o recrea las visitas que acabamos de hacer donde los abuelos, o asocia lugares a ciertas vivencias, y aunque hayan pasado meses, se acuerda de que estuvo en cierto parque y lo bien que lo pasó con su tía.

Y nos llama la atención, porque en el día a día pasan tantas cosas, que aquello que trabajamos tanto durante nuestra formación en la juventud, eso de tomar las vivencias y decantarlas, se hace muy difícil. Es cierto que imaginar y jugar no es exactamente decantar y mirar a la luz de la Fe Práctica, pero la verdad es que no está tan lejos. Esa capacidad de estar atentos a todo, de sorprenderse, de asumir como posibles cosas que no lo son, y de estar abiertos a aprender en todo momento, debiera ser el prisma a través del cual miramos lo que nos sucede. Y mejor aun, debiéramos lograr que esa mirada no caiga en el olvido, sino jugar con ella, darla vuelta, transformarla, dialogar con ella, de modo de establecer ese necesario entendimiento de todo integrado a la luz de la fe. Mal que mal, esa es la forma en que nuestra hija nos interroga, nos contempla y nos comprende.

Ese razonamiento de niño pequeño, que está constantemente sacando conclusiones y no pierde detalle, es un ejemplo muy bueno de una forma concreta para no dejar que lo que nos ocurre o afecta solo se quede archivado por ahí. Al ser mayores y papás y trabajar y llevar una casa, los espacios de imaginación y juego son los que permite la literatura o las películas, o el planear vacaciones o celebraciones. No es lo común el tomar distancia de la realidad tangible y permitirse transformarla. Y cuánta falta hace. Uno lo nota cuando estando en oración en el Santuario de repente se hace efectivo eso de dejar en el altar lo que traemos y ser renovados por las Gracias. En esa actitud de desprendimiento sin preocupaciones, nos encontramos jugando a imaginar la vida delante de nuestros ojos, y por fin entendemos, ponderamos, decantamos, mucho más felices. Porque no lo hacemos solos, sino que los de arriba juegan junto a nosotros.


Valentina Jensen E.

 

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