La cima, la vida y Dios

De las montañas a los hospitales. "Cuando subo y bajo una montaña, aunque voy acompañada por varios alpinistas, siempre lo hago sola, y al llegar nunca hay aplausos, ni medallas, ni nada por el estilo. Pero la satisfacción de llegar sana y salva de tan tremenda aventura, y de ver tantas maravillas naturales, me convierten en una de las mujeres más afortunadas del mundo", dice la destacada montañista mexicana Karla Wheelok. Estas palabras reflejan el significado que para Lucía Zamora, colaboradora de SchVivo desde México, tienen las visitas a hospitales que inició hace cuatro años y que la incentivaron a formar una fundación para ayudar a niños con enfermedades que los pueden llevar a la muerte. Éste es su testimonio.

| Lucía Zamora Valero (México) Lucía Zamora Valero (México)

Al iniciar el año nuevo, se dejan ver videos y programas motivacionales para que, de alguna manera, hagamos consciencia y tratemos de ser mejores personas cada día. En uno de esos programas, me tocó ver una entrevista con Karla Wheelock, alpinista mexicana, primera mujer latinoamericana en conquistar la cima del Everest y muchas otras montañas. Esta mujer, orgullosamente mexicana, cuando no está escalando se da tiempo para dar charlas en las universidades del país y poder así motivar a los jóvenes a seguir un buen camino, trazando metas en grande.

Me gustó mucho la entrevista. Habló del triunfo, satisfacción y el amor a lo que se hace. Le preguntaron: ¿ganas algo escalando montañas? Y más que una respuesta, fue una reflexión para la vida. "Cuando subo y bajo una montaña, aunque voy acompañada por varios alpinistas, siempre lo hago sola, y al llegar nunca hay aplausos, ni medallas ni nada por el estilo. Pero la satisfacción de llegar sana y salva de tan tremenda aventura, y de ver tantas maravillas naturales, me convierten en una de las mujeres más afortunadas del mundo".

Nunca lo dice, pero su mirada, su actitud y sus palabras nos hablan de haber encontrado a Dios en las montañas, en el esfuerzo, en la soledad y en la pasión por llegar a la cima. Es una mujer feliz, que quiere compartir sus vivencias, por medio de sus entrevistas y conferencias. No para hacer alarde de su tenacidad y capacidad para  escalar la montaña más grande del mundo,  sino para contagiarnos esas ganas de vivir en lo alto, trazando metas cada vez más grandes, metas en las que crezcamos como seres humanos... como hijos de Dios.

Hace 4 años, por una cuestión de salud, prometí visitar a niños con cáncer y aunque me tarde un poco en tomar la iniciativa, lo hice. Acudí a una asociación y me ofrecí como voluntaria para visitar el hospital central de San Luis Potosí. Un hospital donde el seguro popular atiende a indígenas y a personas de escasos recursos; un hospital con excelentes médicos pero con poco dinero. Comencé a visitar el hospital, sin saber todo lo iba a cambiar a mi vida. Al inicio de mis visitas, vi cosas muy tristes. Vi a madres llorando y a niños moribundos. Pero lo más triste era que yo no sentía nada. Era insensible al dolor humano y no me daba cuenta, pues salía del hospital muy contenta de lo que hacía, porque según yo estaba haciendo algo por esta gente (que equivocada estaba). Conforme pasaba el tiempo, me fui encariñando con los niños, con sus padres y hasta con las enfermeras. Un día, por fin me encontré con Dios. Murió el primer niño que sacudió mi corazón, un niño indígena, con un papá extraordinario, que además de ser buen padre fue mi primer maestro en el hospital. Nunca voy a olvidar a Santitos y a su padre.

Después de Santitos, me ha tocado ver morir a muchos más. He consolado a muchas madres, he visto comes, bautizos y unción de enfermos, a niños moribundos. He visto a la vida y a la muerte en un mano a mano; aprendí a rezar con el corazón en las manos; le perdí el miedo a la muerte y le encontré sentido a mi vida. En el hospital pude sentir con el corazón... el dolor de María junto a la cruz. En el hospital me encontré con Dios cara a cara. He visto y sigo viendo grandes milagros en esos corredores fríos y llenos de angustia. Pero lo que más me conmueve, es ver a esa gente (que ahora es "mi gente") tan llena de Dios, que aún no sé cómo lo han encontrado entre tanta pobreza y tanto dolor. Un día encontré a una señora de 73 años, abuelita de una niña (Dianita) con VIH, y cuando le pregunté si era católica (siempre pregunto) me dice: "yo estoy enamorada de Dios". Una señora grande, pobre, cuidando de una niña que nadie quiere por su enfermedad, y me dice que está enamorada de Dios. Me pregunto: ¿en qué momento lo vio?

Ahora, junto con mis amigas voluntarias formamos una asociación, "Manos, vida y amor A.C." y ayudamos a niños, no solo con cáncer, sino que pudieran tener alguna otra enfermedad, crónico degenerativa como lupus, VIH, insuficiencia renal o cualquier otra que pudiera tener como desenlace la muerte. Enfermedades que no están protegidas por alguna otra fundación. Como asociación nueva, le conseguimos a Dianita (la niña con VIH) un pequeño refrigerador para que guardara sus medicinas, porque las enterraban en la tierra para mantenerlas frescas. La abuelita de Dianita nos abrazó y nos dijo: "Por eso estoy enamorada de Dios".

Esto tal vez nunca lo hubiera escrito, si no hubiera visto la entrevista de Karla. Desde hace 4 años he estado escalando al igual que ella, pero de diferente manera. Ella lo hace en las montañas y yo en el hospital. Al igual que en el montañismo, no hay medallas ni aplausos, pero la satisfacción y el aprendizaje es grande... ¡muy grande! De alguna manera, las dos llegamos a la cima, porque "estando arriba, lo que veíamos grande, se ve pequeño, y lo que veíamos pequeño, estando abajo, ahora lo vemos gigante" (palabras de Karla).

Espero que este pequeño texto haya dejado algo en su corazón y que en este 2012 logremos ver a Dios y a María en la cima de nuestras vidas, trabajando en Alianza con Ella y compartiendo nuestras experiencias con los demás, para que nuestro rostro refleje el amor y el entusiasmo por nuestro trabajo que Dios nos ha encomendado. Dejemos una pequeña huella en este mundo, porque hagamos lo que hagamos, trascenderá  a través de nuestros hijos.

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