La confederación apostólica universal: Un desafío pendiente

Como expresara en un artículo anterior ("Desafíos de Schoenstatt mirando a los 100 años de su fundación"), dos son los puntos clave en los objetivos de Schoenstatt, que nos dejara nuestro padre Fundador. Dichos objetivos tienen estrecha relación con el poner nuestro particular carisma al servicio de la Iglesia. Si ya, el ponernos activamente al servicio de nuestra Iglesia pareciera una tarea difícil, dado el grado de comodidad y seguridad que encontramos en nuestros grupos de vida y lo bien que nos sentimos entre nosotros, haciendo un Movimiento "hacia el interior" de Schoenstatt, la creación de la Confederación Apostólica Universal (CAU), parece una quimera imposible. Para entender este ideal de nuestro Padre Fundador, se hace necesario recordar que las tres finalidades centrales de la Obra de Schoenstatt, son las siguientes: ... ...

| Mario Barros Gigoux Mario Barros Gigoux

Como expresara en un artículo anterior ("Desafíos de Schoenstatt mirando a los 100 años de su fundación"), dos son los puntos clave en los objetivos de Schoenstatt, que nos dejara nuestro padre Fundador. Dichos objetivos tienen estrecha relación con el poner nuestro particular carisma al servicio de la Iglesia.

Si ya, el ponernos activamente al servicio de nuestra Iglesia pareciera una tarea difícil, dado el grado de comodidad y seguridad que encontramos en nuestros grupos de vida y lo bien que nos sentimos entre nosotros, haciendo un Movimiento "hacia el interior" de Schoenstatt, la creación de la Confederación Apostólica Universal (CAU), parece una quimera imposible.

Para entender este ideal de nuestro Padre Fundador, se hace necesario recordar que las tres finalidades centrales de la Obra de Schoenstatt, son las siguientes:

El Hombre Nuevo y la Comunidad Nueva:

Schoenstatt, en sintonía con la visión cristiana del hombre nuevo propuesta por San Pablo y frente a las necesidades y carencias del tiempo actual, quiere forjar personalidades abiertas al misterio de Dios y de su amor y, simultáneamente, interiormente libres, naturales y con "los pies en la tierra", capaces de tomar decisiones y ser consecuentes con ellas; personas profundamente filiales, ancladas en Dios y cuyo ideal es vivir el uno en el otro, con el otro y para el otro.

La nueva comunidad, quiere asumir la realidad de nuestro tiempo con todos sus logros y desafíos y, a partir de una profunda vivencia de Cristo y de María, procurar la renovación de las estructuras sociales, en el sentido de la "nueva evangelización".

En otras palabras, Schoenstatt quiere formar personalidades libres, armoniosas y apostólicas, que a partir de una profunda vivencia de fe y de un consecuente desarrollo natural, aspiren seriamente a la santidad, entendida como plenitud humana y sobrenatural en la realización del mandamiento evangélico del amor.

Rescate y cumplimiento de la misión histórica de salvación del cristianismo en Occidente:

Schoenstatt se siente responsable de avivar y dinamizar esta conciencia de misión hoy muy debilitada.

El pensamiento y la vida cristiana en occidente desarrollaron a lo largo de su historia una cultura y una visión particularmente orgánica de la realidad, armonizando lo divino y lo humano; la vivencia de la fe con el desarrollo natural y material, permitiendo una integración o inculturación del Evangelio.

Hoy la separación entre Dios y el mundo es un problema que afecta a las estructuras más básicas de la sociedad. El hombre nuevo, educado en el taller de María, sabe unir las diversas dimensiones de su vida y entretejer una red de vínculos sanos y profundos con Dios, con los hombres y con el mundo. Por ello, aspira a encarnar una nueva síntesis entre fe y vida, entre naturaleza y gracia y asume la responsabilidad de gestar una nueva cultura cristiana.

La Confederación Apostólica Universal (C.A.U.):

La C.A.U. pretende fomentar, a todos los niveles, (parroquial, diocesano, nacional e internacional) el trabajo conjunto, coordinado y libre de las fuerzas apostólicas de la Iglesia. Esta meta es asumida por el P. Kentenich, de una forma creadora y actualizada, de la idea y misión de San Vicente Pallotti, pionero del apostolado de los laicos y fundador de la Sociedad del Apostolado Católico.

Siendo un gran objetivo, todavía lejano en su realización, el Fundador, confiando en la Alianza de Amor con María en el Santuario, quiso que se viviera primero en el seno mismo de su Familia espiritual. Para ello, a medida que crecía el Movimiento y se organizaban las diferentes comunidades y grupos, se preocupó permanentemente por dotarlos con un marcado carácter federativo, asegurando la unidad sobretodo en base a un fuerte cultivo del espíritu que debe animar el Movimiento y de la aspiración a un ideal común, y no tanto a partir de organización y estructuras. Así quería abrir la posibilidad de crear un caso preclaro de la CAU, dentro de la Obra. Schoenstatt, hoy, aspira a la realización lenta pero constante de este ideal, colaborando y fomentando concretamente la unidad y la sintonía con otros Movimientos actuales de la Iglesia.

Para nuestro Padre Fundador, esta obra (la CAU) comprendía una etapa previa en la cual debía tomar cuerpo la Confederación Apostólica al interior de la Familia de Schoenstatt. Esto en cuanto Schoenstatt está formado por diversas comunidades (las Ligas Apostólicas, las Federaciones y los Institutos Seculares de Schoenstatt) y estas comunidades, animadas por un mismo espíritu, pero jurídicamente autónomas, debían unir sus fuerzas e iniciativas apostólicas en pos de un apostolado más eficaz y fecundo.

En segundo lugar, Schoenstatt, como impulsor de la Confederación Apostólica debía constituirse en el alma y promotor de la unión y confederación de las obras apostólicas en el ámbito eclesial más amplio.

La importancia de la CAU asume hoy una actualidad indiscutible. El Concilio Vaticano II abrió ampliamente las puertas al apostolado de los laicos y dio impulsos decisivos en relación a una "Iglesia-Comunión". La "pastoral de conjunto", ahora "Pastoral Orgánica", los organismos que coordinan las comunidades religiosas (Conferre), las Conferencias episcopales nacionales e internacionales (por ej., el CELAM, en Latinoamérica), la "Acción Católica", y una serie de otras iniciativas e instituciones, señalan en esta dirección.

Particular mención es el mensaje que nos da el CELAM, en su Quinta Conferencia en Nuestra Señora de Aparecida, en que nos pide ser "discípulos y misioneros de Jesucristo"

Todo esto hace más comprensible esta tercera finalidad de Schoenstatt.

Según lo anterior, Schoenstatt está llamado, en primer lugar, a mostrar un caso preclaro o ejemplar de la fecundidad que trae consigo la unión en la diversidad. Debe mostrar que es posible diseñar estrategias apostólicas en común, coordinando la originalidad y fuerzas propias de cada comunidad en bien de la eficacia evangelizadora de la Iglesia. La autonomía jurídica asegura que ninguna comunidad o institución puede asumir un rol que signifique "dominio" sobre otra comunidad: todas tienen los mismos derechos. Pero, por otra parte, esta autonomía no las aísla, sino que, impulsadas por un espíritu común, las mueve a poner sus fuerzas evangelizadoras al servicio del todo. En esto vale plenamente el adagio "la unión hace la fuerza".

En segundo lugar, Schoenstatt, además de tratar de mostrar en sí mismo un ejemplo de coordinación, debe esforzarse por crear puentes, por ser factor de unidad y coordinación de las iniciativas apostólicas, al interior de la Iglesia. Se trata de animar y de servir, de ser "corazón de la Iglesia" en un espíritu netamente mariano. Cada comunidad debe aportar a esta Confederación su riqueza y carisma propios, produciendo así la unidad en la pluralidad y, a la vez, potenciando la eficacia y fecundidad del apostolado. De esta forma, deben surgir asociaciones, por ejemplo, de comunidades y personas que trabajen en la pastoral familiar, en la juventud, en el apostolado asistencial, etc. Las posibilidades son múltiples y la forma de coordinación, local, nacional o internacional, son también múltiples.

Esta "movilización" de las fuerzas apostólicas hace posible que la Iglesia pueda responder verdaderamente a los desafíos de un tiempo donde "las fuerzas del mal unen sus fuerzas" (Pallotti), donde avanza vertiginosamente la descristianización del mundo, donde el individualismo y la masificación cobran cada vez más terreno. Una Iglesia dividida, una Iglesia donde cada uno está replegado en su propio campo y limitado a sus propias fuerzas, es altamente ineficaz. La Confederación Apostólica Universal, de la cual Schoenstatt quiere ser alma, hará que el horizonte de la evangelización sea promisorio y augure una nueva época en la cristianización de la cultura.

Proposición:

Propongo que en los años que faltan hasta el 2014, logremos esta adecuada coordinación entre las diferentes comunidades de la familia de Schoenstatt, para fijar en conjunto lo siguiente:

a) Metas comunes de apostolado para ofrecer a la Iglesia desde el Movimiento de Schoenstatt

b) Una propuesta de organización para atraer a otros movimientos a esta Confederación

c) Iniciar los contactos (formales e informales) con otros movimientos para descubrir y atraer sus particulares carismas en apoyo de la gran obra apostólica de la Iglesia.

No podemos dejar tan gran iniciativa, en un cómodo "más adelante", debemos ponernos a caminar ahora en esa dirección, aunque tome mucho tiempo.

Tengo la sensación que Schoenstatt ya se encuentra maduro para ser un aporte apostólico poderoso para nuestra Iglesia, solamente nos falta coordinarnos mejor entre las diferentes comunidades de la Familia.

¿Quién da el primer paso?

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