La Juventud con el Papa

        Un testimonio más de la experiencia vivida de un joven schoenstattiano en la última Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro.

| Martin Amenabar Martin Amenabar

 

Mucha gente se pregunta por qué un grupo de más de dos millones de jóvenes viaja de todas partes del mundo para un evento religioso, especialmente en estos tiempos de grandes turbulencias en la Iglesia y de desfase en los valores entre generaciones. A esas personas me gustaría expresarles mi experiencia en la JMJ Rio de Janeiro.

"Ésta es la juventud del Papa, ésta es la juventud del Papa" son las palabras que se escuchan al momento de pisar Río de Janeiro, gritado en todos los idiomas, por banderas, carismas y razas distintas, pero todos unidos por lo mismo: la Comunión del Señor.

Antes de continuar, me gustaría contarles que como juventud masculina de Schoenstatt mundial nos juntamos durante la JMJ, reuniéndonos en un solo espíritu, "IGNIS" llegando a la conclusión de que como JM queríamos ser una generación misionera, llevar a Dios y a la Mater a todos los pueblos, en todos los idiomas.  Antes de comenzar el encuentro con el Papa, tuvimos la posibilidad de llevar a Cristo a las personas de la playa Copacabana, donde hicimos una peregrinación con la cruz que acompaña al Papa a los encuentros, quebrando el esquema diario de una playa, y también misionamos una favela, en la cual pudimos ver en el rostro de los que ahí habitan, que a pesar del hacinamiento y la pobreza, son felices. 

Continuando con la jornada mundial me tocó ver muy de cerca al Papa, a menos de tres metros; lo que se siente es algo inexplicable, sentí escalofríos, se me "pararon los pelos" al ver su sonrisa, su paz. Algo que me impactó mucho de él, fue ver su gran espíritu mariano, ya que cada momento terminaba con un momento para María. También los constantes besos a la Virgen.

Estar a menos de tres metros del sucesor de san Pedro fue una bendición de Dios. Así mismo, escuchar sus palabras alentadoras, llamarnos a no quedarnos en el ombligo, sino que pensar en los demás, invitarnos a ser pequeños y reconocernos como pecadores, buscar esa tierra fértil que tiene cada uno y sembrarla para Dios. Estas palabras llegan  justo en un momento en el que desde la distancia me enteré de lo que ocurrió en la catedral de Santiago, me dio mucha pena ver a esas personas haciendo eso, que no piensan en nadie más que en ellos. Es por esto que este Papa te llama a cambiar el mundo. Una de las más grandes bendiciones fue ver cómo el Santo Padre llamó a un Padre del movimiento para que estuviera junto a él y así le tradujera, también como después de la Jornada gustosamente contaba su historia siempre de manera muy humilde y servicial. 

Agradezco de todo corazón a la gente que estuvo detrás, organizando el IGNIS y la JMJ,  y a Dios por darme la posibilidad de estar estas dos semanas en Rio de Janeiro.

 

 

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