Lo mejor del Bicentenario

Y se acabó septiembre. Felicito el empeño, la imaginación y genuino cariño colocado en las festividades oficiales. No solo las grandes, sino también las municipales, de colegios, gremios, oficinas y empresas. Pero lo más sobrecogedor fue el entusiasmo de la gente, su alegría, su sano patriotismo. Daba gusto ver a familias enteras, niños y jóvenes, en fondas, parques y plazas, asados y juegos. Chile se hizo chico para tanto festejo. Tenía mis aprensiones ante las mega-actividades. Pero, hay que decirlo, estuvieron a la altura de las expectativas, a pesar de los apuros de última hora. Se comprende que pudieron ser mejores. Pero los pasados terremoto y maremoto aún nos pasan la cuenta...

| Padre Hugo Tagle (Chile) Padre Hugo Tagle (Chile)

Este ha sido un bicentenario marcado por la reconstrucción; por dos calamidades que nos confrontaron con nuestras precariedades. Se nos remeció hasta el alma. Se puso a prueba nuestra resiliencia, nuestra capacidad de superar las adversidades, de afrontar con buena cara las dificultades y sacar lo bueno de una tragedia de rasgos épicos. Nuestra frágil geografía nos recuerda, de tanto en tanto, nuestra visceral dependencia de Dios y de que no hay que dormirse en los laureles. El salto a la modernidad, que pensábamos casi logrado, está aún lejos de ser realidad. Pero, "lo que no mata, hace más fuertes". Es nuestro sino, acostumbrados a los reveses que nos depara la madre tierra.

Los 33 mineros atrapados en el norte, dan cuenta de esa capacidad para sobreponerse a la adversidad. Son un ícono vivo de esos valores anunciados y anhelados en este cambio centenario de folio patrio.

Pero el bicentenario nos lleva también a mirar críticamente nuestra real capacidad de integración y sacar lecciones en consecuencia. Esa "mesa para todos", lema eclesial para este año, pareciera estar aún lejos de hacerse realidad. El "problema mapuche" (ya la expresión revela un error y prejuicio que nos acompaña durante estos mismos 200 años) habla de que no hemos sabido entendernos como país, integrar a todos, hacer espacio no solo en terrenos, oportunidades, sino que, sobre todo, en el corazón de cada uno de los chilenos. Más que leyes, la integración pasa por aceptar, valorar y respetar al otro en su integridad. Cada uno sabrá "dónde le aprieta el zapato" en esto de acoger. Tarea pendiente en nuestra forma de relacionarnos.

Pero abundó mucho más de lo positivo. Y entre ello, rescato los valore subrayados en las encuestas realizadas en el marco del bicentenario, que dan cuenta del renovado aprecio por la familia, como espacio de encuentro. Según ellas, es el lugar más querido por los chilenos. Y de lo que más se extraña a la vez. Paradojas de un bicentenario que deja tareas pendientes pero que, por lo que vivimos y festejamos, insufla energías esperanzadoras a esta nueva etapa de nuestra historia.

Padre Hugo Tagle

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