Yisel: Una Triste Despedida

Desde México, nuestra corresponsal Lucía Zamora relata una experiencia de amor, la de su amiga Yisel. "Padecía de una enfermedad autoinmune -"lupus"-, la cual controló muy bien por muchos años. Sabía que había un poco de riesgo en quedar embarazada, pero tomo la decisión y se arriesgó. Se arriesgó a dar vida, a dar su infinito amor a dos pequeños niños y a su esposo, a costa de su propia vida. Dejó muchas sonrisas, muchos amigos y amor por la vida misma".

| Lucía Zamora Valero Lucía Zamora Valero

 

Hace unos días llevé a mi hija y a mi sobrina a nadar. Mientras las esperaba, me quedé leyendo un libro muy interesante. Poco levantaba la vista para vigilar a las niñas, pues el libro tenía acaparada mi atención. Salimos muy contentas a comer, sin esperar la triste noticia que iba a recibir esa tarde.

En el grupo de matrimonios al que pertenecemos mi marido y yo, hay dos parejas muy jóvenes, y una de ellas ya tenía tiempo buscando a un bebé. Por fin la Mater les había regalado de Navidad, la noticia de que tendrían a un par de gemelitos. Todos disfrutamos de la alegría de mi querida Yisel y de Miguel, su esposo. Fue un hermoso embarazo, pues estuvo muy cuidado. Pero, sobre todo, fue muy deseado por ellos, por sus familias y por sus amigos.

El miércoles 27 de julio, yo tenía una junta con el consejo de "rama de señoras" a la cual iba a asistir el Padre Felipe. Justo cuando el Padre iba entrando a la sala, recibo una llamada de Yisel, para darme la noticia de que los bebés iban a nacer antes, porque ella ya tenía problemas con el riñón y me pedía que llevara al Padre para que le diera la bendición, ya que la operaban al día siguiente. Y así fue. Esa noche el Padre Felipe y yo la visitamos, para rezar juntos con ella y darle un poco de ánimo. El 28 nacieron los dos hermosos angelitos, Miguel y Martín. Todo salió muy bien: los bebés, a pesar de ser de sólo 7 meses, tienen muy buen peso. Yisel, salió muy bien; Miguel y todos los que habíamos vivido tan de cerca este embarazo, estábamos felices.

Un día después del nacimiento de los bebés, visitamos a Yisel en el hospital. Estaba tan contenta, al igual que Miguel, que contagiaba a todo aquel que llegara a visitarlos. Estuve con ellos cerca de una hora y me fui, con la creencia de que se iba a su casa al día siguiente (sábado).

El martes de la siguiente semana, en otra junta de "consejo de señoras" recibo la llamada del Padre Felipe, para darme la noticia de que Yisel había muerto. Nunca voy a olvidar esa llamada. Me sentí muy triste y con ganas de llorar. Pero la junta con las señoras me contuvo y me guardé el llanto hasta que llegué a mi casa. Lloré toda la noche, recordando nuestras juntas de los martes con ella, recordando aquel fortalecimiento de parejas donde los conocimos, y recordando sus últimas palabras, que me dedicó ese viernes que estuve con ella en el hospital. Siempre las recordaré con mucho cariño.

Yisel padecía de una enfermedad autoinmune -"lupus"-, la cual controló muy bien por muchos años. Sabía que había un poco de riesgo en este embarazo, pero tomo la decisión y se arriesgó. Se arriesgó a dar vida, a dar su infinito amor a dos pequeños niños y a su esposo, a costa de su propia vida. Su vida dejó muchas sonrisas, muchos amigos y amor por la vida misma.

Nosotros nos quedamos con una profunda tristeza, pero con la gratitud hacia Dios y a la Mater de haberla puesto en nuestro camino, y dejarnos una gran lección de vida y amor: por dejarnos su sonrisa y su voz grabada en nuestro corazón; por darnos la oportunidad de ser un apoyo para Miguel y los pequeños.

Ay Dios... Cuanta tristeza y cuanta incertidumbre en esta decisión que tomaste. Sé que Tú lo planeaste así, por alguna razón que ahorita no alcanzamos a entender, pero que algún día la mente y el corazón alcanzarán a comprender este acontecimiento de dolor y tristeza. Lo que ahora sí entiendo es que, el estar cerca de ti, me ha llevado a aceptar tu voluntad. Ojalá todos los que pasamos por esta penosa pérdida, así lo tomáramos.. como tu voluntad. Y tu voluntad puede ser dolorosa, pero con gran amor y sabiduría.

Yisel: he llorado tanto tu ausencia como no tienes idea. Te agradezco tanto esas últimas palabras. Siempre las recordaré y las tomaré en cuenta cada vez que visite el hospital, en compañía del buen P. Felipe. Te recuerdo con tanto cariño, que ahora estoy aquí mismo, viendo nadar a mi hija y a mi sobrina, con el mismo libro y sin poder concentrarme en él. Te quiero "amiguita" (así me decías).

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