Ahora, ya, ¡la alabanza más schoenstattiana!

Nuestro padre había expresado: "desde el pequeño santuario del valle, levantaremos en la cima del monte, una catedral de gratitud y alabanza a la Santísima Trinidad".

Domingo 19 de octubre de 2014 | P Joaquín Alliende

Después del silencio de los cañones de la segunda Guerra Mundial, apenas se hizo posible peregrinar a Schoenstatt, la juventud masculina se reunió a la sombra del santuario. En ese encuentro se fortaleció una necesidad de gratitud. Lo mucho recibido tenía un foco simbólico: el hecho que Hitler y la guerra no habían logrado destruir el santuario. Fue entonces cuando un antiguo querer del fundador se transformó en programa para el futuro inmediato. Nuestro padre había expresado: "desde el pequeño santuario del valle, levantaremos en la cima del monte, una catedral de gratitud y alabanza a la Santísima Trinidad". La chispa enardeció los corazones. Las palabras del fundador tuvieron ecos. Los jóvenes decidieron comenzar la anhelada catedral por lo que ellos juzgaban más urgente. Se impuso una idea sencilla y apasionante: "nosotros seremos los primeros. Entre las ruinas de nuestra patria juntaremos desechos de metales. Los haremos fundir y los chorros calientes del bronce los vaciaremos en moldes de campanas cantarinas". Cuando estuvieron listas, las colgaron de unos postes elementales, detrás de la Casa de Alianza, donde una cantera abandonada dejaba un claro en el bosque. Por los años 50 las solíamos hacerla sonar. La amalgama del bronce era muy deficiente y la armonía, aún peor. Ese campanil fue cariño vivo a la Madre, Reina y Victoriosa. Fue elocuente presagio de nuestro hermoso templo dedicado a la Santísima Trinidad, desde donde nuestro padre aguarda la resurrección.
¿Cuál salmo, cuál himno será el que José Kentenich entonará como alabanza hoy día, este sábado 18 de octubre de cien años de Alianza? Con certeza nuestro padre cantará con José Engling, Gertrud von Bouillon, la hermana Maria Emilia, el P. Franz Reinisch, el beato Karl Leisner, nuestros sacerdotes mártires de Dachau ya beatificados, las señoras de Schoenstatt perseguidas por el odio mortífero de la Gestapo, el matrimonio Friedrich y Helene Kühr, el ingeniero Mario Hiriart, el peregrino Joao Possobon, el clarividente P. Hernán Alessandri, nuestro seminarista diocesano, mártir de reconciliación en Burundi...
¿Cuál será el texto más oportuno para ese coro al que se suman hoy voces y voces de los cinco continentes?
Alguien pudiese recordar una sugestiva indicación del fundador. "Todo lo que tenemos en Schoenstatt, nuestros santuarios, nuestros sistemas pedagógicos y ascéticos, nuestras organizaciones... apuntan a un mismo fuego de alianza. Todo lo que Schoenstatt es, se nos dio para poder rezar bien el Padrenuestro". Por esto la mejor, la más apropiada oración de aleluya y hosanna en este 18 de octubre santo, es el Padrenuestro. La 'oración del Señor´ desvela el Corazón de Jesucristo. Es la oración más genuinamente mariana. A la vez: la más schoensttiana que podemos pronunciar. De suyo, es nuestra oración por los 100 años vividos. Y por los 100 años que la misericordia del cielo nos promete para mejor servir a la Iglesia en el mundo secular. "Hosanna" en el valle de Schoenstatt. "Aleluya" ante las tumbas de san Pedro y san Pablo, de san Vicente Pallotti, de los mártires romanos, de todos los Fundadores. ¡Magnificat! ¡Santificado sea tu Nombre Trinitario!
Venga a nosotros, por nosotros, sin estrechez, más fuerte que el miedo y nuestro pecado. ¡Venga el Reino a nosotros y por nosotros, pecadores obstinados! Amén.

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