Aquí el cielo besó la tierra

Los vínculos son muy importantes. Vínculos a personas, ideas, lugares. Sabemos que el mundo de las vinculaciones constituye el núcleo de la vivencia y la comprensión de Schoenstatt.

Jueves 18 de septiembre de 2014 | P. Joaquín Alliende

Vínculos a personas, ideas, lugares. Sabemos que el mundo de las vinculaciones constituye el núcleo de la vivencia y la comprensión de Schoenstatt.

Vinculación a las personas. Yo soy bien quién soy, si me vinculo a un tú, o a varios tú del nosotros comunitario. Personas entrabadas con mi existir. Ligadas mutuamente como se interrelacionan identidades insustituibles. Si entramos en relación, crecemos a ser personalidades libres, con señorío y creatividad.

La amplitud de lo humano es suprasensible. Es capaz de percibir de modo inteligente lo real, de establecer un vínculo con las ideas. Esto es propio de nuestra dimensión espiritual encarnada. Tal encarnación de lo espiritual tiene tiempo y lugar: historia que nos permite saturar de valor las ideas abstractas.

Vínculo con lugares. Somos siempre terrícolas. Nos apoderamos del espacio por vivencias en el tiempo, en la historia. Lo temporal del calendario, marca la localidad geográfica. El "lugar" kentenijiano es terruño constituido en memorial. Vincularse a un lugar es atarse a un trozo de mapa en el cual ocurrió algo sustancial para el yo y el nosotros.

El Acta de Fundación, primaria y directamente, es una propuesta de alianza. Nos temporaliza, nos focaliza y enraíza. El dónde se hace cuándo y el cuándo deviene dónde. En nuestro 18.10.1914 confluyeron tres arroyos para fundirse en uno solo. Ocurre justo donde se levanta nuestro santuario. Desde allí cruza Vallendar hacia el Rin, el mar y los océanos.

Lugar religioso es una porción de paisaje que el Dios Trinidad ha besado con preferencia. Es donde Cristo se rehistoria desde María, su Nueva Eva. Peregrinar hacia el Schoenstatt original es trasladarse significativamente hacia el memorial preciso y a la fecha perenne. La focalización de tiempo y lugar es un aprendizaje de universalidad encarnacional. El fundador nos enseñó que el vínculo local al altar de nuestro santuario, nos acerca y nos ata al altar de mi parroquia, mi catedral y a las tumbas de Pedro y Pablo. Los vínculos experimentados en nuestro Schoenstatt nos acopian con vivencias existenciales, para atarnos y reatarnos ampliamente a los vínculos de Iglesia, de barrio, de patria, de responsabilidad ética, simbólica, política y ecológica. Existimos desde la historia, para la historia, para el "Reino... en la tierra como en el cielo".

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