Celebración del día de la Madre: 30 años de peregrinación al santuario de Guayaquil, Ecuador

Algunos las festejan el 7 de Mayo, otros el 8 de diciembre. Lo cierto es que en casi todos los países del mundo, existen 24 horas en que ellas, nuestras madres, son las protagonistas

| Mariuxi Villacrés Mariuxi Villacrés

Algunos las festejan el 7 de Mayo, otros el 8 de diciembre. Lo cierto es que en casi todos los países del mundo, existen 24 horas en que ellas, nuestras madres, son las protagonistas. En esta ocasión, Marixu Villacrés una schoenstattiana ecuatoriana, nos narra a través de este testimonio, cómo celebraron ese día a la Madre Celestial.

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Se escondió la luna llena y el Santuario de Schoenstatt empezó a llenarse de buses provenientes de diferentes provincias del Ecuador. Parroquias locales peregrinaron con sus estandartes e imágenes veneradas para enmarcar el nunca antes visto altar de una Peregrinación por el Día de las Madres. Un tapiz de rosas rojas, como el amor de la sangre derramada por Cristo, cubrió el frente del altar donde se celebró la Santa Eucaristía e incrustado en la hiedra del Santuario el número treinta hecho con las mismas rosas, nos recordaba las tres décadas de nuestro tributo a María, madre de la humanidad.

(Juan 19:25-27) "Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa."

El Santo Rosario, recitado por la Hna. María Cecilia Montalván, fue fielmente seguido por la multitud que se calcula llegó a más de 7.000.

La Mater Peregrina descansó sobre brocados dignos de su majestad y bajo sus pies, se dispuso una urna de bronce que luego los fieles se encargaron de llenar de hermosas varas de rosas rojas.

Los jardines del Santuario, hoy engalanados con su nueva ornamentación y sus lindos adoquines, recibieron a la iglesia laical e hicieron calle de honor a los seminaristas, sacerdotes concelebrantes y al arzobispo de Guayaquil, Monseñor Antonio Arregui, quien presidió la Santa Misa.

Confesionarios estratégicamente ubicados invitaron a muchos a la reconciliación con el Padre del Cielo. Gratitud especial a aquellos sacerdotes, quienes aún habiendo concluido la Eucaristía, no desatendieron a ningún católico con el corazón contrito.

El Coro de Schoenstatt cantó desde la aurora, y al final del acto litúrgico se invitó a todos los presentes a peregrinar al interior del Santuario para elevar una plegaria al cielo. Nuestra declamadora, Mirella de Pólit, recitaba versos del Padre Hugo Vásquez y Almazán que se intercalaban cada cierto tiempo con el coro. Así hubo hasta el final, animación en el ambiente.

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