"Cielo y greda"

"Cielo y greda" es un libro desacostumbrado. Por trazar un indicio: a usted ¿le ocurre seguido dar con un libro hecho por tres artistas de distintas disciplinas, que conllevan la particularidad de ser sacerdotes de la misma comunidad? ¿También le ocurre seguido saber que uno de los artistas sea el autor de una de las creaciones más universales y que no haya salido antes un libro como Dios manda sobre sus obras? ¿Le ocurre seguido enterarse, de paso, cuánto han disfrutado los tres autores de poder hacer una obra conjunta bajo el fulgurante signo de la belleza? Amelia Peirone, junto con hacernos estas preguntas nos invita a continuación a valorar este libro. La Iglesia, Schoenstatt, estos tres sacerdotes quieren ser transparentes de Evangelio, que "ha de proclamarse como el don bello de ese Dios que es Verdad y Amor". Y en nuestras manos, este libro alienta tal respiro.  

| Amelia Peirone Amelia Peirone

"Cielo y greda" es un libro desacostumbrado. Por trazar un indicio: a usted ¿le ocurre seguido dar con un libro hecho por tres artistas de distintas disciplinas, que conllevan la particularidad de ser sacerdotes de la misma comunidad? ¿También le ocurre seguido saber que uno de los artistas sea el autor de una de las creaciones más universales y que no haya salido antes un libro como Dios manda sobre sus obras? ¿Le ocurre seguido enterarse, de paso, cuánto han disfrutado los tres autores de poder hacer una obra conjunta bajo el fulgurante signo de la belleza? Parece adecuado afirmar que nada de eso ocurre ni seguido, ni de esa manera. Pues bien, la presencia de este libro en nuestras manos, casa, estudio, biblioteca es un advenimiento inusual y especialmente valioso. Vamos a las pruebas.
El protagonista número uno de esta propuesta es un escultor. Ángel Vicente Cerró Udis. El que tuvo la iniciativa y el ingente trabajo de buscar, recopilar, y ensamblar de una manera elegida las obras escultóricas, es un fotógrafo, pero no sólo, es un fotopintor. Rafael Fernández de Andraca. El que enlazó con la palabra venida a la luz es un escritor poeta. Joaquín Alliende Luco.
Veintitrés obras salidas de las manos virtuosas del P. Ángel Vicente, como pájaros que echa a volar. "Cielo y greda" expone por primera vez la galería de su obra escultórica. Imágenes creadas entre 1953 y 2010, en yeso, bronce, cemento, alguna con baño en plata y oro, y las más en terracota. Venezolano él, afincado en Chile desde que vino a estudiar arte en una de las mejores escuelas latinoamericanas del siglo XX, la Facultad de Bellas Artes en el Parque Forestal de Santiago. Aventajado alumno que compartía creatividad con Marta Colvin y Lily Garafulic. Su obra más conocida es la llamada "Cruz de la Unidad", posiblemente el crucifijo más extendido del arte contemporáneo. Lo llevan cerca del corazón en Moscú, en India, en Estados Unidos, en Roma, en cualquier lugar de Latinoamérica, y las hermanas de Teresa de Calcuta. En muy distintos idiomas, todos portadores de esta cruz en diversos formatos y, sin embargo, se reconocen todos unidos en ella.
Cada fotopintura del P. Rafael, aquí, es una sorprendente creación, inventa bellezas insólitas, re-crea y plasma ámbitos y mensajes nuevos con fotos en blanco y negro de cada escultura angeliana. Singular ojo preparado a ver más allá de lo inmediato y claro.
Las líneas de palabras, a veces tímidas a veces arrolladoras, del poeta P. Joaquín, hablan a la inteligencia y más a lo profundo del alma, donde provocan la alta vibración de la belleza. Académico de la Lengua él, en Chile y en España, puso nombres gorjeadores a cada pesebre, cada crucifijo, cada rostro.
Esta tríada artística y sacerdotal es heredera del legado del sacerdote renano José Kentenich, fundador de los Padres de Schoenstatt, a quien escucharon de viva voz junto al santuario de Bellavista en La Florida, por los años '50. "Schoenstatt" significa "lugar bello", como lo era el "Tabor" de Jesús, monte donde dejó ver su extraordinaria belleza. Esta obra eclesial cumple 100 años de vida potente en 2014. Y estos sacerdotes quieren recoger el encargo de hacer de Schoenstatt ese taller de verdad, espacio de hermosura y hogar familiar, que se ofrece a la humanidad caminante a menudo abrumada.
Por ello, hicieron de este libro "arte que respira, fe encarnada, un encuentro actual con Jesús, el Verbo que en María se hizo para nosotros Espejo de la trinitaria Belleza".
El prólogo es una pieza señera sobre la identidad y misión de la Iglesia, llamada ella misma a ser servidora de la Verdad, el Bien y la Belleza. Su rostro rejuvenecido a través del acontecimiento Concilio Vaticano II, encuentra el aliento para que no quedar ella misma atrapada en lo verdadero y lo bueno, sino para avanzar siendo peregrina del misterio de la imperecedera Belleza, que es el Esposo Cristo. Ella sabe bien que sin belleza no se puede vivir de modo más feliz entre todos, más bien su falta acarrea un desequilibrio de la humanidad porque quedan rotas las redes del entusiasmo, la alegría, el encanto y la irradiación de la gratuidad y de la gracia.
La Iglesia, Schoenstatt, estos tres sacerdotes quieren ser transparentes de Evangelio, que "ha de proclamarse como el don bello de ese Dios que es Verdad y Amor". Y en nuestras manos, este libro alienta tal respiro.

 

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