Con el ruiseñor y la alondra...

Ya no quedan más que días para el 18 de octubre. En este tiempo, se escucha reiteradamente la palabra ‘autenticidad’, y muchos han deseado incluir una petición de perdón.

Domingo 5 de octubre de 2014 | P. Joaquín Alliende

Ya no quedan más que días, horas. Estamos viviendo una especie de adviento, es decir, un anhelo intenso de que el cielo nos regale el rocío de una nueva primavera inexorable. Así lo creemos, desde una esperanza que trata de ser humilde y audaz.

En estos últimos días de preparación, se escucha reiteradamente la palabra 'autenticidad'. También muchos han deseado incluir una petición de perdón.

El tema de la pequeñez y del pecado no es tangencial. Es parte del núcleo mismo de la Alianza de Amor histórica. Cuando se hizo la lista de los primeros fundadores para cincelarlos sobre mármol negro, en el muro interior del santuario, surgió una discusión. Algunos jóvenes quisieron dejar fuera el nombre de uno de ellos. Se había suicidado en el enloquecedor frente de la guerra. Nuestro padre reaccionó: "Es indispensable que se incluya su nombre. La fragilidad de él, es un símbolo de que María escogió desechos, sólo desechos, para fundar su Obra". Pequeñez, misterio y pecado también.

Nuestro fundador en Dachau experimentó el impulso interior de implorar perdón, y dictó a uno de sus secretarios clandestinos: "Reina, perdona lo que hemos pecado por omisión: que no crecimos en magnitud ni en profundidad y no abrimos más ampliamente las puertas de Schoenstatt" (HP 544).

En dos semanas más, en los cuatro puntos cardinales del orbe, se festejará la Alianza del 18 de Octubre de 1914. Todos procuraremos acudir con la vestimenta adecuada. Nos vestiremos según la recomendación de Jesús en el Evangelio, llevaremos 'traje de fiesta'... 'traje de bodas'. Nos atendremos a dos reglas: Uno: no adornarse con las filacterias, las ostentosas cintas de los fariseos autosuficientes, que no experimentan la necesidad de ser perdonados y de agradecer con modestia. Dos: En lo posible, nadie irá vestido de luto, ni con ropa de trabajo, ni de tiempos muy anteriores. "Traje de bodas de oro".

Las alondras sólo cantan al remontar el espacio. Al ruiseñor solo se le escucha en la soledad más densa. En lo alto de cada santuario, en el instante mismo de los cien años exactos, cantarán alegremente, a la vista de todos, un ruiseñor y una alondra. Sólo entonces, la pequeña música de cada campanil schoenstattiano se unirá a los dos pájaros silvestres. Será un Magníficat estremecido y un envío futurizo.

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