Crisis de Sentido de Vida

Los seres humanos nacemos para ser felices, para amar y ser amados. Nos dice en este artículo Verónica Arthur . El sentido de nuestra vida se realiza en la medida que descubrimos y realizamos esta vocación básica al amor que nos regala Dios. Pero hoy esa vocación al amor y a la felicidad está herida. El individualismo y el egoísmo no nos permiten desarrollar esa vocación en la entrega y donación del verdadero amor. Si la persona se encierra en sí misma en forma egoísta o bien, desatiende esa necesidad intrínseca de su naturaleza, termina en un sentimiento de fracaso y vacío. El hombre no soporta la existencia si no es querido, si no es objeto del amor y no puede realizarse a sí mismo si no es amando.

| Verónica Arthur Errázuriz IPK. Verónica Arthur Errázuriz IPK.
 

Hemos construido un mundo sin Dios, ese Dios que nos cobija, nos ama, nos conduce. Por ello n os sentimos solos, perdidos y sin un rumbo que de sentido a nuestra existencia.
Estamos en cada momento planteados ante la posibilidad concreta de frustrar nuestra existencia, por lo que si no nos mantenemos en estado de alerta y tomamos las riendas

de nuestra vida, podremos lamentarnos y decir: "aquel que soy saluda tristemente al que debiera o podría ser" (Fernández, 1995, p.18)

Cada persona es única, original e irrepetible y con aquellas características y dones que le han sido regalados por Dios, está llamada a cumplir una misión en el mundo.

En la dimensión humana, somos nosotros y nadie más que nosotros, los responsables de nuestra vida. La autoeducación nos permite, desde nuestra libertad, realizar nuestro proyecto de vida a través del desarrollo de nuestras potencialidades, nos ayuda también a descubrir y cumplir una misión que de sentido a nuestro quehacer, que nos permita dejar huella y trascender.

"Si constitutivamente somos un proyecto por realizar, es necesario entonces que nos pongamos manos a la obra" (Fernández, 1995, p.18)

El mundo es como una gran sinfonía, donde cada persona que nace está llamada a dar, con su instrumento, una nota determinada. Quien no lo hace, deja incompleta la sinfonía.

Debemos por tanto descubrir y conquistar nuestra propia identidad para desde ahí desarrollarnos y descubrir la misión y la nota que debemos dar y aportar.

Los griegos decían: "llega a ser lo que eres". Es decir, llega a conquistar en su plenitud tu identidad personal. Nuestra tarea es descubrirla y realizarla. (Fernández, 1995, p.72)

Michel Quoist en su libro "Triunfo" dice: "muchos hombres están interiormente paralizados, atados y arrastran una vida mezquina, porque nunca se han aceptado a sí mismos con sus limitaciones y sus cualidades... Tus límites no son únicamente barreras sino también indicaciones para el camino... Reconoce, acepta y ofrece tus limitaciones como también tus cualidades... no desees vivir la vida de otros; no te acomoda. El Padre hizo a cada uno una vida a la medida, endosarnos la de otros sería un error, como si quisieras enfundarte el traje de tu amigo so pretexto de que a él le ajustaba perfectamente. Sé tú mismo. Los otros te necesitan tal cual eres." (Fernández, 1995, p.71)

"Cuando miramos la historia que hemos recorrido, lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer, tenemos la posibilidad de descubrir quienes somos, que valores nos han orientado, cuales son las tendencias que nos impulsan." (Fernández, 1995, p.72)

"Nos vamos construyendo y realizando como personas en relación con las circunstancias que nos rodean. Se van sumando a nuestra biografía hechos dolorosos, como también aquellos en los que hemos experimentado alegría y atisbos de esa plenitud que nos espera." (Fernández, 1995, p.72)

Por eso debemos aceptar el "material" del cual estamos hechos y nuestra historia por más dura que haya sido: en ella leemos quiénes somos y podemos descubrir nuestra misión en este mundo.

El hombre por su naturaleza tiene anhelo de trascendencia, sufre al vivir en este mundo concreto, inmerso sólo en lo temporal, en el aquí y ahora, sin descubrir un sentido que le permita proyectarse en algo más grande y trascendente y encontrar respuestas.

Pero hoy, la sociedad moderna tiende, cada día más, a producir un tipo de hombre masa, anónimo, una pieza de una maquinaria que es reemplazable por otro repuesto, cuestión que atenta contra la dignidad del ser humano. Ante esta realidad las personas buscan llenar la existencia con algo que de alguna manera le haga sentir que es alguien: el placer (drogas, alcohol), el poseer (dinero y cosas materiales) el poder (llegar a dominar a otras personas). Sin embargo tarde o temprano, llega el momento en que vuelve a sentir el vacío de su existencia. Las sensaciones, el placer y las compensaciones buscadas, no logran liberarlo de su pobreza interior.

El hombre es un ser racional y espiritual. No sólo somos cuerpo, también somos espíritu. Por lo que tenemos necesidad de desarrollarnos armónicamente en todo nuestro potencial que nos permita encontrar plenitud y sentido a nuestra existencia cultivando nuestro espíritu y nuestra interioridad.

Los últimos estudios acerca de la inteligencia humana consideran como algo muy importante el desarrollo armónico de todas nuestras inteligencias. Por un lado el Coeficiente intelectual (CI), que es la inteligencia intelectual o racional que utilizamos para resolver problemas lógicos o estratégicos. Luego la inteligencia emocional (IE) investigada por Daniel Goleman junto a numerosos neurocientíficos y psicólogos, que nos hace conscientes de los sentimientos propios y de los demás. Y ahora, a principios de un nuevo milenio, una gran cantidad de información científica reciente, nos muestra que hay una tercera inteligencia. "La imagen global de la inteligencia humana se puede completar con la inteligencia espiritual (IES) aquella con la cual afrontamos y resolvemos problemas de significados y valores, con la que podemos poner nuestros actos y nuestras vidas en un contexto más amplio, más rico y significativo". (Zohar/ Marshall, 2001, p.19 )

Los seres humanos somos esencialmente espirituales porque sentimos la necesidad de preguntarnos cuestiones fundamentales o sustanciales como ¿cuál es el significado de mi vida?. La IES nos empuja y ciertamente define un deseo específicamente humano de hallar sentido y valor a lo que hacemos y experimentamos. Deseamos ver nuestra vida en un contexto más amplio y significativo, deseamos algo a lo que podamos aspirar, algo que nos lleve más allá de nosotros mismos y del presente: anhelo de trascendencia, verticalidad.

"Por tanto ni el CI ni la IE por separado o en combinación, son suficientes para explicar toda la complejidad de la inteligencia del hombre, ni la tremenda riqueza del alma y la imaginación humana." (Zohar/ Marshall, 2001, p.20)

La IES nos proporciona la posibilidad de afrontar cuestiones sobre el bien y el mal e imaginarnos posibilidades no realizadas: poder soñar, anhelar y levantarnos del lodo.

La IES integra todas nuestras inteligencias y nos convierte en esas criaturas plenamente intelectuales, emocionales y espirituales que somos.

Al despertar a la espiritualidad, el hombre reconoce que todo lo que se halla en discordancia a su alrededor corresponde a una desarmonía.

La persona vive, siente, piensa, entiende, ama, experimenta el dolor y la felicidad siempre desde una perspectiva y situación de horizontalidad terrena, en contacto con los demás seres del mundo e inmersa en la temporalidad. Su amor y el impulso de generosidad hacia los demás, comienza siempre en situaciones concretas, tangibles y visibles. Sin embargo, este hombre plasmado de materia y temporalidad, trasciende este horizonte y está empapado de verticalidad, pues más allá del mundo manifestado, hay otra dimensión de la existencia humana: la trascendencia que le permite elevar su mirada más allá de lo material y concreto, del mundo físico y cotidiano para tener una percepción más elevada de sí mismo y del mundo circundante.

El mundo en el que está inmerso es un mundo que ha dejado de lado a Dios, que camina solo y que no encuentra sentido ni plenitud, se ha desterrado la trascendencia y se ha cortado el cordón umbilical con el Dios creador y Redentor.

El Padre Dios ha trazado un plan desde toda eternidad, fruto de su inmensa sabiduría y amor por nosotros. El Padre ordena todo lo creado, especialmente al hombre, hacia su fin último. Si miramos todo el acontecer mundial y nuestra vida personal sólo con una mirada terrenal, no podremos realizar nuestra respuesta al sueño que Dios espera que cada uno realice.

La Fe Práctica en la Divina Providencia no sólo nos ayuda a descubrir los planes de Dios, sino que también nos ayuda y nos muestra caminos para realizarlos a través de la acción. "no es una fe que simplemente sobrelleva y soporta, sino que también nos da tareas previstas en el plan de Dios para nosotros; nos confía la labor de hacer realidad la misión que hemos descubierto. Y hacerlo con todas nuestras fuerzas" (Kentenich, 2007, p.99)

Pero Dios nos quiere libres en nuestra respuesta: ¿qué debo hacer ahora, a qué debo entregar mi vida y todos mis esfuerzos? A descubrir mi misión personal en este momento de mi vida y hacerla realidad. La Fe Práctica en la Divina Providencia nos entrega herramientas que nos ayudan a ir descubriendo el querer de Dios. La ley de la puerta abierta es una ayuda clara para mostrarnos caminos. Esta se nos revelará en la medida que estemos contactados con lo sobrenatural, con nuestro espíritu para poder escuchar al Dios de la vida y así dar un sentido a nuestra existencia.

Ese plan que Dios ha trazado por amor y bondad para mi vida, respetando toda mi libertad, dispone y guía todo para que pueda cumplirse. Ahora dependerá de nosotros el dar nuestro sí filial, confiado, seguro, audaz y valiente. Todo ello porque nos sabemos amados por Él y también sabemos que el Padre conoce a cada uno de sus hijos, sus debilidades y fortalezas.

La Fe Práctica en la Divina Providencia es "una renuncia a la seguridad humana y una confiada entrega a la conducción de un Padre Dios sabio, bondadoso y todopoderoso". Entrega total, disponibilidad del corazón para entregarlo todo, a fin de que el Padre Dios reine en nosotros.(Kentenich, 2007, p.172)

"En primer lugar es un sí filial y alegre a mi camino de vida; en segundo lugar, es un sí filial y audaz a mi camino de cruz y por último es un sí filial y confiado a mi camino hacia el cielo" (Kentenich, 2007, p.137)

Y ese sí filial y alegre a mi camino de vida es también un sí a un camino seguro, más feliz y más fecundo.

El hecho de sabernos amados de manera personal por Dios que es padre, ya da a nuestra vida un sentido, pues para realizar nuestra existencia debemos antes que nada realizar la primera vocación de nuestra naturaleza que es el amor: amar y ser amados. Es esa experiencia la que dará sentido pleno para descubrir desde ahí nuestra misión en este mundo, como camino a la vida definitiva y al encuentro con Dios.

Por tanto, descubrir que somos alguien importante para Dios, descubrir que Él es ese padre bondadoso que nos ama profundamente, quien ha ido tejiendo una historia de amor con nosotros, que nos ha regalado un carisma que nos hace únicos en este mundo, nos plantea un desafío grande y maravilloso: realizar nuestra vocación abriendo nuestro corazón y nuestra mente a ese querer de Dios que nos necesita y quiere seguir escribiendo, en complicidad con nosotros, nuestra historia.

Debemos actuar en este mundo concreto y temporal en el que estamos inmersos, pero con la mirada puesta en Dios y conectados con el mundo sobrenatural, pues eso nos permite desarrollarnos en plenitud asumiendo nuestra naturaleza humana que es cuerpo y espíritu. Y desde esa realidad, aportar aquello que nadie más puede hacer para responder al sueño que Dios tiene para nosotros y que nos permita completar esa gran sinfonía, dando la nota que nos corresponde desde nuestra originalidad entregando lo mejor que somos capaces en forma libre y por amor.

Vivir de la mano de Dios y colaborar en la construcción de su reino de amor, es una tarea que nos interpela, nos permite trascender y que llena de sentido nuestra existencia.

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