¿Cuánto respira el 18 de Octubre de 1914 en nuestra oración?

El padre Joaquín Alliende medita en esta ocasión, sobre la forma de orar de la familia schoenstattiana, al tiempo que nos habla de la Santísima trinidad.

| P. Joaquín Alliende P. Joaquín Alliende

En algunos Santuarios de Schoenstatt se puede vivir una escena. El Santísimo está expuesto. Le rodea un multicolor arreglo de flores. Entra un grupo de schoenstattianos. Un saludo a la Mater. En las respuestas resuena calidez. Terminan, se ven alegres. Tal vez ninguno de esos orantes se ha percatado que, en ningún momento, se dirigieron a Jesús Sacramentado. ¿Se podrá hacer un comentario a esta forma de rezar?Pareciera que entre algunos de nuestros hermanos de Schoenstatt se da una cierta particularidad en su trato con las personas del cielo. Por ejemplo, en la adecuada relación devocional entre Cristo y su Madre. Quienes casi siempre están presentes en las plegarias son "el Padre" y "la Madre". Algunas veces no es posible distinguir a qué padre y a qué madre se dirigen. Por ejemplo, no queda claro si ese "Padre" es el Dios bondadoso, el "Padre Dios", que muchas religiones llegaron a intuir. O, si en su oración se dirigen con propiedad a la Primera Persona Trinitaria, cuya existencia y calidades sólo pueden ser conocidas y amadas porque Cristo, el Primogénito, nos las reveló.

Al Padre Dios lo puede conocer un no cristiano. A Dios Padre, des-velado por Jesucristo, sólo se le puede conocer y amar por la gracia del Espíritu Santo. El Schoenstatt kentenijiano es eminentemente trinitario. Al final de la llamada "Carta de Alianza de 1948", el fundador afirma taxativamente: "Schoenstatt es expresa y marcadamente trinitario. Schoenstatt es originalmente trinitario (esta originalidad o peculiaridad es el carácter mariano que brota del Acta de Fundación de 1914). Y Schoenstatt profesa un trinitarismo en diálogo con los cambiantes tiempos de la historia humana".

La Alianza de Amor de 1914 nos educa para respirar, amar y servir en la Trinidad. Y transformarnos en apóstoles del inefable misterio del Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo, tal como se manifiesta en esta gloriosa Pascua del centenario inmerecido.

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