Cultura del encuentro”

El Papa Francisco se ha dirigido a los jóvenes en Rio de Janeiro, pero no solo a ellos, ha hablado al mundo, a todos los cristianos, laicos, sacerdotes y religiosos. Una y otra vez ha insistido en lo que denomina “cultura del encuentro”.      

| P. Rafael Fernandez P. Rafael Fernandez

Nosotros, los schoenstatianos, nos sentimos particularmente tocados con lo que el Santo Padre propone como meta y tarea. Con ello toca el nervio del mensaje de Schoenstatt: el organismo de vinculaciones, la familia, la comunidad, la solidaridad, en una palabra ”el hombre nuevo”. El hombre nuevo es precisamente el hombre solidario, que construye puentes, que cultiva el estar el uno junto, con y para el otro. Un Familia que quiere ser “Unum in Patre”, unos en el Padre, no solo “uno con el padre”, sino entre nosotros, comunidad con comunidad, persona con persona.

Nos toca igualmente, porque la cultura del encuentro tiene mucho que ver con el tercer fin de Schoenstatt: la Confederación Apostólica Universal. Es la meta que el P. Kentenich hizo suya tomándola de san Vicente Pallotti. Se trata de mancomunar fuerzas, de unir las iniciativas apostólicas, de trabajar juntos, superando  todo aislamiento infecundo.

Transcribimos un trozo  der su homilía en Rio de Janeiro del 27 de Julio.

 

 

Texto tomado de la homilía en la Catedral de San Sebastián, Río de Janeiro
Sábado 27 de julio de 2013

 

Ser llamados por Jesús, llamados para evangelizar y, tercero, llamados a promover la cultura del encuentro. En muchos ambientes, y en general en este humanismo economicista que se nos impuso en el mundo, se ha abierto paso una cultura de la exclusión, una «cultura del descarte». No hay lugar para el anciano ni para el hijo no deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre en la calle. A veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas por dos «dogmas»: eficiencia y pragmatismo. Queridos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, y ustedes, seminaristas que se preparan para el ministerio, tengan el valor de ir contracorriente de esa cultura. ¡Tener el coraje! Acuérdense, y a mí esto me hace bien, y lo medito con frecuencia. Agarren el Primer Libro de los Macabeos, acuérdense cuando quisieron ponerse a tono de la cultura de la época. “No...! Dejemos, no…! Comamos de todo como toda la gente… Bueno, la Ley sí, pero que no sea tanto…” Y fueron dejando la fe para estar metidos en la corriente de esta cultura. Tengan el valor de ir contracorriente de esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra que la están escondiendo en esta cultura, casi una mala palabra, la solidaridad y la fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana.

Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Los quisiera casi obsesionados en este sentido. Y hacerlo sin ser presuntuosos, imponiendo «nuestra verdad», más bien guiados por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla (cf. Lc24,13-35).

Queridos hermanos y hermanas, estamos llamados por Dios, con nombre y apellido, cada uno de nosotros, llamados a anunciar el Evangelio y a promover con alegría la cultura del encuentro. La Virgen María es nuestro modelo. En su vida ha dado el «ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 65).

Le pedimos que nos enseñe a encontrarnos cada día con Jesús. Y, cuando nos hacemos los distraídos, que tenemos muchas cosas, y el sagrario queda abandonado, que nos lleve de la mano. Pidámoselo. Mira, Madre, cuando ande medio así, por otro lado, llévame de la mano. Que nos empuje a salir al encuentro de tantos hermanos y hermanas que están en la periferia, que tienen sed de Dios y no hay quien se lo anuncie. Que no nos eche de casa, pero que nos empuje a salir de casa. Y así que seamos discípulos del Señor. Que Ella nos conceda a todos esta gracia.

 

 

 

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