Después de Navidad

 Han pasado varios días desde que celebramos Navidad y estoy seguro que la gran mayoría de las personas que es tán leyendo esta reflexión aún conservan y viven una parte del espíritu de Navidad, el que me imagino, algunos mantienen durante todo el año. Sin embargo hay muchas personas en nuestro medio que estan solas, Roberto Prieto nos invita a  mantener viva presencia de Jesús en nuestra celebración y particularmente en la repartición de los regalos, necesito invitarlo realmente.

| Roberto Prieto Roberto Prieto

Han pasado varios días desde que celebramos Navidad y estoy seguro que la gran mayoría de las personas que están leyendo esta reflexión aún conservan y viven una parte del espíritu de Navidad, el que me imagino, algunos mantienen durante todo el año.

Es altamente posible que durante el periodo previo a la Nochebuena muchos hayan tenido la oportunidad de preparar la celebración mediante el rezo de una novena o la lectura de algunas oraciones adecuadas: también tuvimos la oportunidad de compartir en lo material adhiriendo a algunas de las muchas campañas solidarias que se ofrecen en diferentes parroquias y en otras instancias de la iglesia: de cualquier manera, las oportunidades no faltan y estoy seguro que muchos las aprovechan tanto como quieren y pueden.

Por mi parte he escuchado, desde que tengo uso de razón (si es que tengo o algo me queda), que la celebración misma de la Navidad es una festividad que se celebra en familia: primero lo escuche en mi familia de origen y después, una vez que formamos la propia nuestra, lo replicamos a nuestros hijos.

En esta celebración familiar algunos la iniciamos asistiendo a la Santa Misa y cuando por alguna razón no ha sido posible ir, hemos iniciado la celebración con la lectura del Evangelio, una reflexión espontanea del mismo y la complementamos con una lectura o cuento apropiado para los niños, todo ello con la intención de destacar el sentido que para nosotros tiene la Navidad.

Luego de ello tenemos habitualmente una rica cena y después, la ceremonia de repartición de los regalos, y aun cuando en esta etapa de la celebración todos estamos felices, con la mejor disposición para acogernos y agradecernos por el tiempo que nos hemos dedicado mutuamente, por ese regalo que recibí, por el clima perfecto que produce el cariño que flota en el ambiente, siento que ahí se pierde casi por completo la presencia de Jesús.

Entonces, me puse a pensar alguna manera de mantenerlo presente en ese momento, y una conversación posterior logre hacer un "click" que me parece interesante y absolutamente nuevo para mí (aunque no puedo ni quiero presumir que sea el primero a quien se le ocurre)

Viviendo en la sociedad que hoy vivimos, no todos tenemos la suerte y el privilegio de ser parte de una familia donde mayoritariamente nos queremos, (familias donde incluso pudieran haber miembros que algunas o muchas veces proclaman "odiarse" y sin embargo se quieren entrañablemente), nos necesitamos y nos comunicamos desde el afecto.

Hay muchas personas en nuestro medio que están solas, que no tienen la suerte de nutrirse en el clima perfecto del compartir, del amar.

Son personas que tal vez no tuvieron capacidad o la reciedumbre necesaria para hacerse cargo oportuno de sus decisiones, que tal vez los resultados que lograron en sus quehaceres no fueron suficientemente satisfactorios para todos los involucrados o afectados por esas tareas, y también, personas a quienes los acontecimientos propios de la vida les han ido dejando en la más absoluta soledad.

Son personas que sufren "la soledad", son personas que posiblemente durante estas fiestas no saben donde ir, o tal vez sabiendo, no se atreven porque "no son de la familia".

Entonces, para mantener viva la presencia de Jesús en nuestra celebración y particularmente en la repartición de los regalos, necesito invitarlo realmente.

Para hacerlo, ya di mi primer paso: tengo anotado en mi agenda para el 24 de Diciembre del 2014: "invitar a la cena de Navidad en nuestra casa a Jesús".

Espero que acepte venir y nos haga sentir su presencia en esa persona que sufre de soledad. Que quien venga esa noche por un rato, se incorpore a la familia, que sienta y participe del clima perfecto que produce el cariño que en esa celebración flota en el ambiente.

Mientras tanto, mi tarea es prepararme, al igual que en una novena de Navidad, para ese evento, sensibilizándome día a día y hasta donde me sea posible, frente a la soledad de muchos.

 

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