Don Mateo... un pequeño destello de esperanza

    Don Mateo... un pequeño destello de esperanza. Después de una pregunta de su hijo, sobre que son las Misones, Lucía Zamora, desde Mexico, nos envía esta linda reflexión de una experiencia vivida misionando. "Aquí, en esta pequeña casa aparentemente pobre, se encontraba la riqueza más grande que todo ser humano anhela y que ni siquiera sabe que es...¡el amor a Dios! Encontré un pesebre donde Jesús nació hace 59 años; donde Él reina en el amor de esposos, de padres y amigos. Encontré un diamante en el desierto, que tanto a mi querido Fer y a mí, nos regalo un rayito de esperanza para el "Saucillo" y para el mundo", nos comenta a continuación.

| Lucía Zamora V. Lucía Zamora V.

¿Qué vamos a hacer en las misiones? me preguntaban mis hijos que nunca habían tenido esta experiencia. Y yo me preguntaba... ¿qué voy a encontrar, que ahora no tenga contemplado? Sabía que iba a encontrar historias tristes, historias que me iban a estremecer, pero nunca imagine encontrar en este lugar polvoriento, carente de alimento tanto del cuerpo como del alma, a un hombre lleno de amor y sabiduría.
Entramos mi hijo misionero y yo a comer a un pequeño lugar hecho de adobe, donde el color negro de las paredes y del techo, se lo regalaba un gran anafre que se encontraba en el centro. Este lugar lleno de calor tanto del fuego, como de las personas que habitaban en él, nos dieron la bienvenida, y con una pequeña mesa de madera vieja, envuelta en un plástico verde con dibujos muy vivos, se encontraban dos platos y dos sillas muy desgastadas pero muy cómodas. Allí Fer (mi hijo misionero) y yo nos sentamos a comer y a escuchar la sabiduría de Don Mateo, disfrutando de la sonrisa de Doña Marina.
El tiempo se fue muy rápido escuchando a aquel hombre de algunos 70 y tantos años, que se dedicaba al cultivo del maíz y a cuidar de algunos cerdos y gallinas para sostener a su mujer, que lo acompaña desde hace 59 años como su esposa fiel y agradecida de la vida que él le ha regalado a su lado.
Don Mateo un hombre delgado y con una gran sonrisa, tenía mucho que compartir, pues engendro junto a Doña Marina a 13 hijos, de los cuales algunos ya han contribuido con casi 40 nietos, e imagino que algunos bisnietos. Su charla solo fue una pequeña muestra de lo que es el amor de esposo y padre. Nunca escuchamos algún comentario triste, su mirada, sus palabras y su sonrisa, nos revelaban a un hombre completamente agradecido con Dios y con la vida, a un hombre que los años y las carencias lo transformaron en un ser que se regala a todo aquel que está a su lado, sin necesidad de bienes materiales, un hombre que transformo su sufrimiento bien guardado en su corazón, en un diamante que nació del carbón que día con día, se enciende en este pequeño lugar.
Que alegría encontrar en medio de la desesperanza dos grandes personas con alegría en el alma, con vida en sus miradas y con un futuro ya corto, pero lleno de amor para compartir a los demás, principalmente para demostrárselo como matrimonio día a día, siendo ejemplo para una pequeña comunidad que lo necesita.
Escuche muchas historias, algunas tristes, otras de aventura, pero el único que se guardo sus vivencias fue Don Mateo, solo dejo salir su admiración por Dios y por la vida, y así fue como descubrí su historia.
Aquí, en esta pequeña casa aparentemente pobre, se encontraba la riqueza más grande que todo ser humano anhela y que ni siquiera sabe que es...¡el amor a Dios! Encontré un pesebre donde Jesús nació hace 59 años; donde Él reina en el amor de esposos, de padres y amigos. Encontré un diamante en el desierto, que tanto a mi querido Fer y a mí, nos regalo un rayito de esperanza para el "Saucillo" y para el mundo.
Respondiendo a la pregunta de mis hijos, ahora que ya estamos en casa...pues hicimos lo que Dios quiso hacer, fuimos instrumentos para despertar corazones, para ablandar el cuerpo y el alma, para provocar sonrisas, pero sobre todo para mostrarlo a Él en sus vidas, para regalar la esperanza que muchos habían dejado enterrada en algún lugar de este pueblo.
Y respondiendo a mi pregunta...Encontré una mirada y una sonrisa diferente a cualquier persona de este lugar; encontré la sabiduría sin elegancia ni pretensión; encontré el amor a Dios en unas manos callosas por el trabajo, que ofrecían alimento a su familia día con día; encontré a un hombre que sabe guardar su sufrimiento en lo más profundo de su corazón, porque su alegría por la vida, sobresale de ese corazón agradecido y generoso, de ese corazón que permitió mostrarse ante dos misioneros, que en el querer entregarse, recibieron destellos de esperanza y sabiduría, con sus sencillas palabras y con una sonrisa que solo reflejaba a Dios mismo.
Ahora puedo decir que de esta casa salió una familia con la incertidumbre de no saber que iba a encontrar, y regreso una familia con la certeza de haber encontrado a Dios mismo, en cada paso por esos caminos polvorientos, en cada mirada compartida por los lugareños y en el agradecimiento tanto del misionero como de la comunidad entera.

 

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