El Amor en la Familia

Junto al Altar en el Santuario, encontramos la esencia de lo que el Padre José Kentenich nos quiso enseñar; la entrega de amor a nuestra Madre, en ella encontramos el ejemplo de la perfección humana, nuestra protectora, una madre tierna y dulce, una madre paciente y que por sobre todo ama,  una Madre llena de virtudes. Allá tenemos la posibilidad de ...

| Patricio Salas Zamorano Patricio Salas Zamorano

Junto al Altar en el Santuario, encontramos la esencia de lo que el Padre José Kentenich nos quiso enseñar; la entrega de amor a nuestra Madre, en ella encontramos el ejemplo de la perfección humana, nuestra protectora, una madre tierna y dulce, una madre paciente y que por sobre todo ama,  una Madre llena de virtudes. Allá tenemos la posibilidad de encontrarla íntimamente, en esa capilla que sensibilizó y llamó la atención a ese joven sacerdote con ese grupo de jóvenes hace casi 100 años atrás.

No es en vano que tantos hechos sucedieron en torno a ese lugar. Allí el Padre José encontró el lugar propicio para formar una familia, la presencia de la Madre, un lugar acogedor, cálido, que cuando uno entra siente la presencia de la familia, estés en el santuario que estés, en el lugar del mundo que estés, siempre es esa misma sensación, de paz, de la presencia maternal, amorosa, la miras y ella te mira abrazando tiernamente a su hijo, a nuestro redentor, con esas manos que envuelven, que sostienen pero no aprietan a su Hijo, que aparenta flotar en sus brazos y ambos con una expresión de tranquilidad, que te dicen todo está bien, nosotros estamos acá contigo, déjate amar por nosotros, entrégate, juntos podemos construir y transformar este mundo tan revolucionado y confundido.

Lo más importante, dejarnos amar, no tengamos miedo, aprendamos a confiar en Ella y luchemos para que nuestras familias sean un ejemplo. Ser amado requiere que permitamos que nos amen, abrir nuestros corazones, entregarnos a Ella. Solo si le abrimos nuestro corazón, le permitiremos que entre. Ser adultos y permitir ser amados lleva un esfuerzo, es muy distinto cuando se es niño; en la medida que crecemos, vamos formando capas, que hacen que sea más difícil a los demás llegar  a nuestro corazón.

Un hijo bebé, está abierto a ser amado, necesita ser amado, querido, abrazado, besado, cuando te ve sonríe siempre, necesitan ese cariño, ese cuidado, sentir esa  presencia cálida, que cuida y que guía, necesita sentir esa seguridad que le da la madre que lo ama; el bebé no tiene defensas frente el amor, solo lo recibe y es todo lo que necesita para crecer y desarrollarse sanamente, un padre que tiene amor, se preocupará por todo el resto de las necesidades de su hijo. Así es nuestra Mater, y más perfecta aún; solo nos pide que nos dejemos amar, que seamos como un niño, un bebé que tiene el corazón abierto y permeable al amor de la madre; ella nos educará, obrará en nosotros y nos guiará hacia nuestro Padre.

Es lo que necesitamos cultivar en nuestras familias, en nuestro núcleo familiar, amar a cada uno de nuestro hijos, a nuestra esposa y esposo, cuidarlos, preocuparnos por cada uno de ellos, tener gestos afectuosos cada día de nuestras vidas, mostrar que estamos allí, presentes, abrazar pero no ahogar, tener una mirada tierna que brinda seguridad, que tranquiliza, que transmite ternura, escuchar cuando nos necesitan, crear ese ambiente cálido y acogedor en nuestra casa.

Amar y transmitir un "nada sin ti, un nada sin nosotros", significa educar en la responsabilidad, frente uno mismo y frente a los demás; significa enseñar el respeto hacia cada uno con los que compartimos nuestra vida; y significa enseñar a que seamos libres en la elección, pero a tomar una elección con responsabilidad. Esa elección con responsabilidad que cuida también por amor, a la familia, a los vínculos, el amor. La educación en el amor te enseña a cuidar, a respetar y a custodiar lo más importante que Dios nos ha dado, que es la vida, desde el inicio en la fecundación y hasta el último día, en el último aliento.

En Ella tenemos nuestra fuente de educación, ella nos guía por el sendero correcto, debemos estar atentos a lo que ella nos muestra, a las señales que nos da en nuestras vidas, a través de las personas que nos rodean, nuestros seres queridos, nuestras distintas realidades sociales y vivencias personales.

Tratemos de hacer de nuestro hogar un lugar donde se vive en el amor, que se siente el cobijamiento, que cada vez que salimos, queramos volver, porque tenemos a los que nos quieren y nos aman, donde nos sentimos cobijados. Un lugar que se siente la presencia materna, que cuida, protege, educa, da ternura y estabilidad; con una presencia paterna que da seguridad, protección, cariño y educa, que persiguen ambos formar a un hombre y una mujer nuevos, que son sensibles a la vida, a lo terrenal y a lo espiritual, que son libres porque conocen la verdad, buscan la justicia y la paz, que respetan a los suyos y a todos los que lo rodean. Que serán fieles colaboradores de la construcción de un mundo mejor donde prime la paz, la justicia, la esperanza, la fe, el respeto y por sobre todo el amor al prójimo.

Patricio Salas Zamorano

5 de julio de 2010

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