EL APOSTOLADO MUSICAL: UNA VOCACIÓN DE SERVICIO

EL APOSTOLADO MUSICAL: UNA VOCACIÓN DE SERVICIO Una meditación sobre la importancia y profundidad del apostolado musical. Un llamado a la reflexión de quienes desarrollan esta labor misionera tan influyente e importante.  

| María Isabel Herreros Herrera María Isabel Herreros Herrera

Hace poco vi en un video acerca de la vida de los monjes benedictinos, cómo ellos, sin ser panaderos, hacen pan, y sin ser agricultores, cultivan la tierra. Los benedictinos tienen por lema “Ora et Labora” (“Reza y Trabaja”). Para ellos el trabajo está directamente relacionado con su permanente vida de oración, y  lo mismo la actividad musical. Pero ¿cómo podemos aplicar el “Ora et Labora” al ministerio de la música en la Iglesia?

 La Carta del Santo Padre Juan Pablo II a los Artistas comienza con esta dedicatoria: “A los que con apasionada entrega buscan nuevas “epifanías” (manifestaciones divinas) de la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística”. Esta Carta está dirigida a las personas para quienes el arte es una actividad permanente, sean o no consagradas y tengan o no un título profesional de artistas. Por lo tanto, el llamado a servir a la música en la Iglesia no es sólo para las comunidades de vida consagrada, ni es sólo un trabajo profesional de artistas.

 Cabe preguntarse: para los músicos católicos ¿debiera ser siempre un trabajo apostólico gratuito? Y en la vida práctica, ¿consideramos una misma misión apoyar el canto en la liturgia, en la catequesis o en la pastoral que presentar música sacra en un concierto y componer o grabar música religiosa, sea o no dentro de un templo? Creo que en ello existe muchas veces una confusión de roles. Los católicos por lo general tendemos a prescindir de los profesionales de la música; nos ponemos a su nivel y  pensamos que sólo basta la fe y la buena voluntad para cumplir bien con el ministerio musical. En la medida que  los respetemos como artistas y seamos para ellos instrumentos de la justicia y misericordia del buen Dios, nuestras liturgias serán, cada vez más y mejor, verdaderas celebraciones.

 En la Constitución “Sacrosanctum Concilium” (del Concilio Vaticano II) que contiene un capítulo entero dedicado al arte sagrado, leemos: “…Se recomienda, además, que, en aquellas regiones donde parezca oportuno, se establezcan escuelas o academias de arte sagrado para la formación de artistas…” (SC 127).  Se trata, por lo tanto, de una vocación especial, una vocación de servicio, que desarrollamos a partir de la propia originalidad, pero unidos en comunión con la Iglesia, cuya cabeza visible es el Santo Padre.

 Aunque el mensaje de Juan Pablo II y lo dicho en el Concilio están destinados a los artistas en general, ya sea dentro o fuera de la Iglesia, el músico católico no busca “hacer carrera” del servicio al canto religioso, pero sí necesita los medios y la formación para llevar a cabo su misión. Y al respecto la hermana Glenda, cantautora chilena, religiosa y psicóloga, perteneciente al movimiento de la Renovación Carismática Católica, aconsejó a los músicos y ministerios musicales durante un encuentro en Puerto Rico: “que se note que cuando cantes, canta un creyente que se ha encontrado con Dios. La música católica es una música que nace para Dios y es para Dios. Si se vende bien, si no se vende, me da igual; pero nació de mi corazón, del encuentro con Jesús. Que no se nos pierda el norte”

 Y la misión de servir al canto en la Iglesia, ¿debe considerarse siempre como un trabajo remunerado?  Esto me recuerda lo que dice nuestro padre y fundador: “El que tiene espíritu de familia no pregunta en primer lugar ¿qué recibo yo? sino ¿qué puedo y debo regalar?” En ese contexto quisiera invitarles a reflexionar acerca del importante papel de los músicos profesionales en la Iglesia de todos los tiempos: a orar por ellos, a darles gratuitamente el espacio que les corresponde en nuestras comunidades, sin buscar en primer lugar instrumentalizarlos.  Muchos de ellos se han  alejado de la fe (y algunos lo han hecho luego de haber sido por muchos años el alma de las celebraciones litúrgicas) por distintos motivos. No nos corresponde a nosotros juzgarles. Todos somos pecadores, y en la Iglesia no debería sobrar ningún bautizado…

 El hecho de cantar juntos en la Iglesia no nos convierte a todos en músicos. Para ser católico no se necesita ser músico. Nuestra participación en el canto tiene más que ver con la actitud interior, con “cantar en nuestro corazón”, que con la práctica musical externa. No todos estamos llamados a ser parte activa del ministerio musical, pero sí a participar, activa o pasivamente, en la oración cantada de la asamblea, de acuerdo la realidad de cada cual.

 Para evangelizar, dice la Hna, Glenda, hay que estar evangelizado. La misión de un cantante católico es llevar la Palabra de Dios. Pero no se puede evangelizar si  primero no se ha recibido la buena noticia de Dios en el corazón. El  apostolado musical (como toda misión) es un  llamado que debe ser discernido, nos dice. Debemos preguntarnos: ¿es verdad que Dios quiere para mí ese servicio? Esto tiene que ser confirmado, ojalá por el párroco. En la teología católica, todo lo que realizamos es un servicio. Somos un Cuerpo y cada uno de nosotros es enviado. Igualmente aconseja: nunca cantar algo que primero no haya sido orado ni sentido en el corazón. No cantar nunca algo que cante otro que primero no hayamos experimentado, ni orado, ni sentido, porque en la música no se puede mentir.

 También nos advierte acerca del auge y la fuerte presencia y difusión de la música cristiana no católica en toda América Latina, cuyo modelo “es un poco comercial”. Aunque ella no está en contra de la música protestante en nuestras radioemisoras, le preocupa por la teología, la concepción de la Iglesia que hay detrás, que va  infiltrándose en nuestra mente, al igual que todo aquello que cantamos y rezamos. (Es lo que decía también el P. Kentenich, al hablar de la importancia de integrar el subconsciente en nuestra vida de alianza). Por eso la Hna. Glenda considera muy importante que la radio católica apoye la música católica. Y ese es un llamado para todos los católicos, sin excepción.

 

“Quien tiene una misión debe cumplirla, aunque un salto mortal siga a otro” (P. J. K.).

 

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