“El grito” de Munch

Un magnate en USA subastó nada menos que en 120 milones de dólares la pintura "El Grito" del noruego Edvard Munch. Una joya artística que trasciende como todo arte su propia esencia, y manifiesta más allá. Subasta de asimetría dramática en un mundo de tremendas pobrezas. "El Grito" es como un símbolo inconsciente del hombre de este tiempo, lleno de tecnologías sorprendentes, pero vacío de sí mismo y de mucha miseria.

Su angustia no es virtual, como los personajes de juegos de TV o esa sombra de seres queridos, sin presencia ni puño y letra de su carta de ayer desde miles de kilómetros hoy en segundos en el ciberespacio. Símbolo de su angustia tras la mentirosa mordida de abandono de la sierpe del Paraíso, que le hiere en su vacío de Absoluto.

Es "El Grito", símbolo del clamor sordo de los niños asesinados antes de nacer, de los hambrientos en África y otros, de los ancianos y todos los abandonados... Por eso quizás, un acto inconsciente de un magnate que acoge esta imagen a ese precio, para ahogarlo entre tapices. Para que nadie escuche, pues, ese grito símbolo sobre un puente olvidado, es del hombre clamando hoy por amor verdadero que dé sentido a la vida.

Evocador contraste de aquel clamor cósmico de Cristo sobre la noche de un Viernes, que sólo Él y su Padre comprenden en su misterio y dualidad de un Dios humano por amor al hombre: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" resonando allá sobre el puente de la historia humana. Ícono y sincronía, hoy, tras una subasta que recuerda la otra del manto pobre del Nazareno. Hoy,reflejo de la vaciedad de ese hombre tan poderoso como solitario, que ciego y sordo de un Dios que aguarda, clama simbólico hoy en el "El Grito" del pintor Munch.