El tal "Ego"

El tal "Ego" Una reflexión que nos invita a mirarnos por dentro, para evaluarnos y corregirnos. Una invitación concreta a desprendernos del vestido del Ego.    

| Lucía Zamora Valero Lucía Zamora Valero

"Abandonando el Ego, comienzan los milagros". Encontré esta pequeña frase en una red social, unas horas después de encontrarme ante una situación donde el Ego hubiera jugado su mejor partido. Afortunadamente la Mater lo supo disolver sin dejar en mí ni en los demás alguna herida profunda en el corazón. Pude apreciar un lindo milagro en mí... descubrí mi alma libre del tal "Ego" y como dice la frase de arriba... ¡ocurrió el milagro!...el milagro del encuentro, de la aceptación y de la paz interior.

Ego y el Orgullo, dos palabras que nos separan de las personas, de los amigos y de la mismísima felicidad. Con el tal Ego nosotros mismos somos incapaces de permitirnos ver en nuestro corazón la verdad, la razón, la justicia y la gratitud. Ese tal Ego que nos hace sentir superiores y orgullosos, nos deja sin la oportunidad de dar un abrazo y mucho menos el recibirlo; ese mismo Ego no deja que nuestros sueños vuelen hasta aterrizar en el tiempo, en el lugar y con las personas que amamos para alcanzar la felicidad, para alcanzar esa sonrisa de Dios.

Cuánto daño podemos causar al vestirnos con el tal Ego, cuántas heridas podemos dejar en las personas que más queremos cuando creemos que el orgullo nos hace grandes, cuánta desconfianza puede nacer en los demás al vernos tan arriba...tan inalcanzables, pero tristemente tan miserables. Estamos en la miseria del cariño de los demás, estamos tan pobres de gratitud, que el alma comienza a decaer y el cuerpo adopta esta forma... ¡MISERABLE! Qué pena que a los seres humanos nos guste vestirnos de él, permitiendo bloquear nuestra visión, cerrando nuestros oídos y nuestro corazón al sentir de los demás.

Ahora que estuvo el Papa Francisco a Brasil, vi a un hombre decidido a transformar a la Iglesia, con la sencillez y el amor que brota de su corazón. Qué más da ir en autobús, limusina o carro compacto...sólo hay que llegar, llegar al corazón de estos jóvenes que tienen hambre y sed de Dios, estos jóvenes que serán Padres de familia, profesionales, Sacerdotes o simplemente gente entre la gente del mundo. Qué maravilla ver a un hombre tan grande, que se comporta como uno de nosotros...carga su portafolio, viaja con los demás, habla con sencillez y se entrega con pasión a su labor. Todo esto lo convierten en un ser humano feliz, que le gusta estar cerca de la gente para compartir la palabra de Dios tal como Jesús lo hizo...sin poses ni corazas. Él nunca se viste con el tal Ego, se viste con la túnica de la oración, combinada con humildad y amor.

¿Existe una medicina para combatir este virus? Sí... y es nada más ni nada menos que... ¡la Oración! Ahora sé que gracias a la oración mi Ego es cada vez más pequeño (aún falta mucho por hacer); ahora sé que la oración me transforma hasta lograr dominarlo, para poder ver y sentir los milagros que Dios me obsequia justo cuando Él sabe que los voy a entender y a disfrutar. La Oración ha sido para mí el gran alimento que nutre a mi espíritu, el alimento que fortalece mis debilidades, el alimento que me da la sabiduría y el entendimiento.

Este día de Alianza pude sentir el gran milagro de la oración, y ese milagro no fue otra cosa  que sacudirme el Ego y dejarlo en el piso sin permitirle obstaculizar mi visión, sin permitirle bloquear mis palabras y aún mejor sin permitirle atar mis brazos para poder dar el abrazo de olvido, el abrazo que viene desde dentro de mi alma para dar las gracias, para dar a conocer que mi cuerpo y mi alma están en paz con Dios y con el mundo. Que alegría descubrir que el "poder" no es otra cosa que el entregarse al otro con sencillez. Qué alegría descubrir el milagro, en medio del tiempo, de la ofensa, del mal entendido. Qué alegría descubrirme, y apreciar este gran milagro... ¡el milagro de la humildad!

El vestido del tal Ego no es nada bonito... es descortés, orgulloso, vanidoso, mentiroso y tan entallado que deja ver a la luz nuestras imperfecciones... tal como un rostro diferente, otra sonrisa y lamentablemente otra mirada. Dejemos olvidado este entallado atuendo en los rincones más olvidados y mejor aún...lo podemos ir descociendo poco a poco, hilo a hilo, solo con el poder de la oración.

 

 

¿Por qué le permitimos al orgullo y al tal Ego sofocar nuestra la fe?... acaso será que nuestra visión no esté fija en Dios, que todo lo que hay en nosotros ¿pesa más que su voluntad? logrando una caída.

Y cuando suceden...¡¡no somos capaces de apreciarlos!!...¿qué pasa con el Ego, con el orgullo, que solo están esperando el lugar y el momento preciso para actuar? y no deja que nuestros sueños se realicen. Empaña nuestra fe, entristece el corazón y terminamos por sentarnos a llorar y lamentar no actuar como Dios hubiera querido... sin miedos, resentimientos y con el corazón en la mano. ¿Qué pasa con nuestro gran amor y confianza en la Mater? Seguramente el Ego sigue funcionando con todo y nosotros somos responsables de esto; somos incapaces de desprendernos de él, tal vez porque nuestro lado humano se deshumaniza convirtiéndonos en seres incapaces de ver en el otro, el gran amor de Dios.

 

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