El teatro del Mundo

Usted está cómodamente instalado en su butaca. La función ha concluido. Por tercera vez, ante los reiterados aplausos del público, el telón se levanta. En círculo y tomados de la mano, saludan los actores.

| Padre Mateo Garau S.J Padre Mateo Garau S.J
Usted está cómodamente instalado en su butaca. La función ha concluido. Por tercera vez, ante los reiterados aplausos del público, el telón se levanta. En círculo y tomados de la mano, saludan los actores.

Brillantemente han puesto en escena la obra "El gran teatro del mundo". Su Autor: D. Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600 - 1681). Su fama no conoce fronteras. Sus autos sacramentales son proverbiales. De su talento salió también "La vida es sueño" y la tragedia clásica "El mayor monstruo los celos"; por cuyos versos corre un aliento digno de Shakespeare en su "Otelo".

Uno por uno contemplamos esa noche a los actores que agradecen la acogida del público. Pero, cosa curiosa, al llegar el turno al que representó el papel de mayordomo, aparentemente rol secundario, la ovación se incrementa. ¿Será posible que este modesto empleado se lleve el mayor porcentaje del triunfo teatral?

Este episodio nos lleva a una profunda y lúcida reflexión. Nuestro mundo, completo y globalizado, es como un teatro. Todos los que habitamos este planeta desempeñamos un papel: Rey (presidente), funcionarios de la Corte (ministros), funcionarios de diverso rango (ascensorista, personal de limpieza y el jovencito lustrabotas). Ninguno, de por sí, es más importante que otro. Nadie superior a nadie. Todos tienen - tenemos - una función asignada. Usted también. El éxito
- llámese progreso, desarrollo, nuevo país- es y debe ser obra de todos. Y el mayor triunfo es el de aquel o aquella que ha ejecutado mejor su papel. Ahí está la verdad profunda de la vida.

De la aceptación y cumplimiento de ese rol depende la marcha de Bolivia. Todos nos hemos de identificar con los valores: cualidades recibidas del Padre Dios. Y procurar cumplir el papel asignado, de tal forma que aportemos lo mejor de nosotros al conjunto de la sociedad.

Ubicarnos bien en este gran teatro involucra la autoestima, gusto por lo que hacemos -trabajar con ganas-, admirar a los otros actores del drama o comedia, no envidiar el "papel" del otro.

Todo lo dicho hasta aquí, amigos lectores, es la corteza de la fruta. La pulpa, lo más rico y sabroso, está en el interior. Desde nuestra fe feliz en el Padre Dios, el Padre del "teatro", sabemos que somos todos -creyentes y no creyentes- sus hijos inmensamente amados. Nos ha entregado dichoso este mundo para que entre todos lo mejoremos y embellezcamos. A cada uno (a) ha asignado un rol y confía en nosotros, sus hijos adultos, maduros y responsables.

Y El ve, siempre respetuoso y cercano, el arte con que cada uno de nosotros ejerce su obligación. Nuestros triunfos son suyos también. Los desaciertos y malas actuaciones las lamenta, pero no pierde el ánimo ni el humor.

Maravilla ésta de Dios, centro de nuestra fe y amor; pero no olvidemos que el día en que, concluida la "obra teatral", cada uno de nosotros se presente ante El y le dé cuenta de su propio, será interrogados a su estilo. Aplauso eterno, como al mayordomo de Calderón de la Barca, o "mutis y salida por el foro".

Señor presidente Evo Morales, ministros, de gobierno, de planificación del desarrollo; funcionarios, sacrificado grupo de limpieza, empresarios, médicos, abogados, obreros, esposos, sacerdotes, obispos, Benedicto XVI. ¿Embellecida o destrozada la obra? ¿Eterno aplauso o rechifla?

Lectores amigos, estamos aún a tiempo de estudiar mejor nuestro papel y mejorar nuestra calidad. "El gran teatro del mundo". Seamos conscientes y lúcidos. Evitemos endiosarnos y creernos los mejores. Ése es siempre un buen camino.

Padre Mateo Garau S.J
La Paz, Bolivia

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