En Busca de un Mundo Mejor

"A mis 72 años estoy huyendo y sin delito alguno". Es una frase de un campesino que salió huyendo de su comunidad junto con 300 personas más. El terror, que los carteles del narcotráfico han sembrado en todo el país, ha sido el motivo de esta penosa migración. Lo cierto es que todo México sufre esta penosa guerra contra el narcotráfico. Pero no solo en mi país se emigra a causa de la delincuencia o de las guerras. En otros lugares del mundo también se está sufriendo la pérdida de un hogar, de una tierra, de una cultura y de la vida misma.

| Lucía Zamora Valero Lucía Zamora Valero

 

"A mis 72 años estoy huyendo y sin delito alguno". Es una frase de un campesino que salió huyendo de su comunidad junto con 300 personas más. El terror, que los carteles del narcotráfico han sembrado en todo el país, ha sido el motivo de esta penosa migración. Lo cierto es que todo México sufre esta penosa guerra contra el narcotráfico. Pero no solo en mi país se emigra a causa de la delincuencia o de las guerras. En otros lugares del mundo también se está sufriendo la pérdida de un hogar, de una tierra, de una cultura y de la vida misma.

Con gran tristeza en el corazón y con la impotencia de no ser escuchados y protegidos por aquellos que deberían dignificar su trabajo, con acciones que demuestren su verdadero amor a la Patria. Veo como poco a poco pueblos enteros se quedan solos. Veo como nuestro país se ha convertido en un lugar donde las mujeres lloran la pérdida de un hijo (a), de un hermano o de un padre, sin que haya alguien que les dé una respuesta. Que pena saber que algunos seres humanos son capaces de hacer tanto daño sólo por el "poder". Que pena que no se sientan capaces de transformar el mundo con obras de amor y de justicia. Siento más pena aún que los que estamos conscientes de esta situación nos quedemos cruzados de brazos, criticando al gobierno. Cuando ahora en estos tiempos, casi puedo asegurar, que todos tenemos a algún conocido o familiar que ha sido secuestrado o que ha sido asaltado en las carreteras.

Escucho propuestas de gente con buena voluntad para poner un poquito de ellas, y hacer el cambio en un pequeño círculo social; y me entristece ver como somos pocas las personas que participamos. ¿Por qué la apatía? ¿Será que no fue idea propia? O bien... ¿la falta de esperanza? Eso es lo no debemos permitir... ¡cerrarle las puertas a la esperanza!

Se huye del hambre, de la violencia, de la injusticia, de las sequias, inundaciones y volcanes. Tenemos miedo a sentir el dolor en el cuerpo. Tenemos miedo a morir. Pero no dejemos que la fe y la esperanza desaparezcan de nosotros. No huyamos de nuestros sueños y convicciones; no huyamos de nosotros mismos.

En el mundo habrá gente alejada de Dios y buscando ser feliz con el dolor del otro. Pero también hay gente buscando a Dios, y encontrando en Él el verdadero amor. El amor que da, que recibe y que transforma. No dejemos que los malos ratos aplasten a la esperanza, recordemos que siempre esta Dios hablando a nuestro oído. Sólo tenemos que dejarlo hablar y abrir nuestra mente para entender con claridad su mensaje. Dejemos a un lado el orgullo y la discordia, y trabajemos mano a mano, uno del otro, sin olvidar que Dios nos está dando una palmadita en la espalda para alentarnos y seguir con nuestros planes de amor.

Tal vez muchos de ustedes no estén pasando por este tipo de situaciones (gracias a Dios) y no dejen que esto suceda. Tal vez estén a tiempo de no dejar entrar al orgullo en sus vidas y puedan reconocer en el otro lo que ustedes no son capaces de hacer, con amor y valentía por los demás. Valoren a su gente por sus buenas acciones. ¡Díganselo¡ ¡Apóyenlos!. Van a ver que esto los hará más grandes a ustedes. Porque la humildad y el amor siempre van de la mano, convirtiendo a este mundo en un mundo mejor.

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