Evangelio martes 27 de febrero

Martes 27 de febrero de 2024 | Juan Enrique Coeymans

27 de febrero de 2024

Evangelio según San Mateo 23, 1-12

Segundo martes de cuaresma

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame "rabbí". Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "rabbí", porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Meditación de Francisco Bravo Collado

"Te doy gracias porque no soy como los demás"

Es como si Jesús nos dijera: "Hijos míos, ustedes los católicos, mis hijos, mis predilectos, ¡son tan inconsecuentes! Me duele cuando atacan al resto por las cosas que sienten que están correctas. No importa por qué, pero muchas veces los veo criticando cuando el resto no es igual a ustedes: los métodos anticonceptivos, las formas de rezar, la pobreza, el trato al trabajador. Déjense de reclamar, vean su propia pequeñez y corrijan. En vez de sentirse superiores al resto, mejor trabajen, regálense y ofrezcan."

Los fariseos de la época de Jesús y los católicos practicantes del siglo XXI somos muy parecidos. Sabemos cosas, estudiamos, y muchas veces, tenemos razón. Pero somos tremendamente soberbios, inconsecuentes y avasalladores con el resto. La sociedad nos ataca con resentimiento. Y tiene bastante razón. Tenemos verdad, pero esa verdad es un regalo que nos hace más afortunados. No un logro que nos hace superiores. Deberíamos aprender a compartir nuestra fe con generosidad, piedad y sencillez.

Señor, gracias por mostrarte a nosotros. Tú nos regalas la fe. Y ese regalo es inconmensurable. Regálanos ser capaces de agradecer cuando tenemos la verdad y tenemos la posibilidad de discernir entre lo bueno y lo malo; pero que este saber no nos haga soberbios. Que esa misma verdad que nos ilumina nos haga conscientes de nuestras propias falencias, y sobre todo, de la misericordia que tienes con nosotros. Ponnos al servicio de los tuyos, haznos pequeños, y enséñanos a reconocerte como Padre Bueno.

AMÉN

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