Evangelio martes 4 de enero

Martes 4 de enero de 2022 | Juan Francisco Bravo

4 DE ENERO DEL 2022

Evangelio según San Mateo capítulo 6, 34 - 44

Martes después de Epifanía

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer». El respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Ellos le dijeron: «Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos». Jesús preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver». Después de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes y dos pescados». Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

... y, levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición...

Es como si Jesús me dijera: "Te regalo este texto para que sepas qué hacer. Sé que sientes que las necesidades son mayores a las capacidades que crees tener. Pareciera que, si quieres alimentar a todos los que requieren de ti, no te va a alcanzar. Ven conmigo a ir más allá de los cálculos humanos, y súmate a trabajar con la Providencia. Aprende de mí: levanta los ojos al cielo y pronuncia la bendición antes de partir los panes y repartir los peces. Encomiéndate, pon todo lo que tengas y deja que el milagro se manifieste".

Me identifico con los discípulos de Jesús. No me dan las cuentas y me siento intranquilo. Si pretendo hacer aquello a lo que me siento llamado, me parece que no voy a poder. Pero aun así tengo confianza. Siento que, al presentárseme este texto, Jesús me confirma esa confianza y me invita a hacer como hace él: a levantar los ojos al cielo, pronunciar la bendición y repartir lo que tengo. Entre el cansancio y la emoción, me siento muy confiado en la misericordia del Padre.

Querido Jesús, gracias por esta paz y tranquilidad que me das. Gracias por tu compañía que hace que, en vez de sentirme abrumado, pueda sentir que las cosas van a llegar en el momento indicado. Regálame esa compasión que tienes tú por los que te necesitan y esa diligencia que veo en tus apóstoles. Dame la inocencia que necesito para poner lo poco que tengo y la fecundidad que tú regalas para entregar aquellos que se me pide. Bendito seas siempre Señor

AMÉN

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