Evangelio sábado 1 de enero de 2022

Viernes 31 de diciembre de 2021 | Gonzalo Manzano

1° de ENERO del 2022

Evangelio según San Lucas, capítulo 2, 16-21

Solemnidad de Santa María Madre de Dios

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios"

Jesús parece decirme: Mi nacimiento no fue algo trivial. Desde ese momento el mundo cambió, porque nada fue igual. Yo intervine en la historia de la humanidad, y desde grandes imperios hasta la vida del ser más pequeñito se vio influenciada por Mí, incluso contra su voluntad. Porque quienes no creen en Mí, quienes no comparten tu fe, igualmente se plantean preguntas que son sobre Mí, por lo que no les soy indiferente. El mundo me ha visto, y ha reconocido en Mí un cambio radical en los tiempos. Tu vida no es excepción a esto, y cada respiro que das, está imbuido de Mí. Te amo, y quiero lo mejor para ti.

Jesús no me deja. Comparte conmigo su divinidad al invitarme a ser parte suya. Se rebaja a limitarse en la materia, y comparte las condiciones de un ser finito, que tiene necesidades como cualquier otro en medio del mundo. Y así y todo, está lleno de Dios. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Cómo puede algo tan efímero como el cuerpo humano, ser Dios al mismo tiempo? Sólo Él puede, y Él sabe cómo. No me desgasto intentando comprender este misterio, sino que intento estar a la par de esos pastores que no se cuestionaron la divinidad de Jesús, y la abrazaron con la alegría de saber que Él vino a salvarlos.

Señor Jesús, hoy te glorifico porque sin tener que hacerlo, sin necesitarlo, quisiste venir a la tierra para nuestra Salvación. Has querido compartir con nosotros nuestra pequeñez, para que sepamos que no estás lejos de nosotros, sino que habitas en cada corazón de buena voluntad. Te reconozco como mi Salvador, como aquel que no debía, pero quiso venir a rescatarme, sólo por amor. Nadie me ha amado como Tú, y ante eso sólo me queda agradecerte y glorificarte. María, tú que hiciste posible que Dios viniera por nosotros, te agradezco y te reconozco como mi propia Madre y Señora, llena de gracia.

AMÉN

Comentarios
Nombre:   Procedencia:
Comentario:
Código de seguridad:   captcha
Caracteres restantes: 1000