Fe Práctica en la Divina Providencia y Espiritualidad Ignaciana

Este ensayo de un alumno del IPK, nos revela los puntos de unión de la espiritualidad Schoenstatiana con la espiritualidad Ignaciana. Su autor Jaime Artaza nos dice; "La fuente espiritual de la que he bebido durante cuarenta años ha sido la espiritualidad ignaciana, precisamente la Divina Providencia ha querido acercarme a la Espiritualidad de Schoenstatt y en este encuentro paulatino, con mucha consolación espiritual, he podido sentir y gustar la fuerte comunión entre ambos carismas.  Así como la Compañía de Jesús, nace como iniciativa carismática para enfrentar los desafíos de su tiempo, el movimiento de Schoenstatt quiere ser una respuesta del Espíritu para el mundo de hoy. Ambas espiritualidades están vitalmente insertas en la vida de la Iglesia, más aún, son verdadera Iglesia. Aquí encontramos un claro punto de encuentro, son Espiritualidades que se caracterizan por una fidelidad inquebrantable a la Iglesia.

| Jaime Artaza Barrios IPK Jaime Artaza Barrios IPK

La fuente espiritual de la que he bebido durante cuarenta años ha sido la espiritualidad ignaciana, precisamente la Divina Providencia ha querido acercarme a la Espiritualidad de Schoenstatt y en este encuentro paulatino, con mucha consolación espiritual, he podido sentir y gustar la fuerte comunión entre ambos carismas. Con gran alegría y naturalidad se va gestando en mi mente y en mi corazón una complementariedad, pero también con una gran vitalidad se van develando nuevas perspectivas y se van abriendo puertas que me invitan a dar algunos pasos de superación en mi manera de relacionarme con Dios Padre, de la mano de la Virgen María. Es por esto que tomo como una gran oportunidad este trabajo, para profundizar es estos puentes que desde mi ignacianidad, mi deseo de conocer, amar y servir a Jesucristo al modo de San Ignacio de Loyola, van enriqueciendo mi vida espiritual en el caminar al encuentro del Padre. A lo largo de este trabajo pretendo, humildemente, sondear en mi propia historia este encuentro entre dos espiritualidades, identificar algunos puntos de encuentro entre ambas, pero también establecer distinciones, y llegar a identificar o ponerle nombre a aquello que parte siendo una moción espiritual de mucha paz de una profunda complementariedad y de los aportes que un carisma puede hacer al otro y viceversa.
Algunos puntos de encuentro entre ambas espiritualidades
Ambos fundadores sin lugar a dudas han sido hombres extraordinarios, hombres adelantados a su tiempo y hombres profundamente anclados en Dios. En la fuerza de su legado vemos el fruto indiscutible de la acción del Espíritu Santo. Tanto a San Ignacio como al Padre Kentenich esta acción de Dios tan profunda a través de ellos les trajo como consecuencia el rechazo de muchos y la duda de la misma Iglesia, para finalmente encontrar el reconocimiento general de que ambos carismas son Voluntad del mismo Dios. Podríamos decir que ambos comparten las mismas tres etapas: el rechazo ante sus innovaciones, el "déjenlo hacer" y la del "ya decíamos que era bueno".
Así como la Compañía de Jesús, nace como iniciativa carismática para enfrentar los desafíos de su tiempo, el movimiento de Schoenstatt quiere ser una respuesta del Espíritu para el mundo de hoy. Ambas espiritualidades están vitalmente insertas en la vida de la Iglesia, más aún, son verdadera Iglesia. Aquí encontramos un claro punto de encuentro, son Espiritualidades que se caracterizan por una fidelidad inquebrantable a la Iglesia, "Sienten con ella". Pero en este sentir y vibrar con ella, de manera fiel y obediente, se comparte una postura renovada y que se va renovando permanentemente, ambos carismas o espiritualidades son parte de lo que el Padre Kentenich llama "La Iglesia de la Nueva Rivera".
Si observamos algunas frases de los padres fundadores; "hacer todo como si dependiera de uno, sabiendo que todo depende de Dios" (San Ignacio),"nada sin ti, nada sin mí" (P. Kentenich). O si comparamos aquellas oraciones predilectas, encontraremos un carácter de Alianza en ambas espiritualidades, de entrega y por tanto búsqueda de la voluntad del Padre, de nuestro carácter de instrumentos.

"Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer;
Vos me los disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta".

"¡Oh Señora mía, oh Madre mía!
Yo me ofrezco todo a Ti.
Y, en prueba de mi filial afecto te consagro en este día
Mis ojos, mis oídos, mi lengua,
Mi corazón; en una palabra todo mi ser.
Ya que soy todo tuyo
Oh Madre de bondad,
Guárdame, defiéndeme y
Utilízame como instrumento
Y posesión tuya."

Esta entrega a la voluntad del Padre hace que ignacianos y schoenstattianos intentemos ser hombres y mujeres de discernimiento y de una sensibilidad y gusto constante por lo divino. "Llegar a estar dotados de un marcado instinto Divino, de una seguridad instintiva, de un olfato seguro por lo divino. Entonces, percibimos en todo el rastro de Dios" o en palabras de Ignacio; "Buscar, encontrar y amar a Dios en todas las cosas y a todas en El". A su vez el discernimiento nos da las herramientas para enfrentar valiente y astutamente al "Enemigo del Hombre", el demonio hará todo lo posible por oponerse a esta búsqueda de Dios. Ambos carismas reconocen la existencia concreta del mal espíritu como una fuerza que opera en el mundo, sin embargo tienen la confianza plena en el triunfo de Cristo sobre los ejércitos del demonio. Mientras mayor sea nuestra sintonía y sensibilidad con Dios, entre mas desarrollemos nuestra capacidad de discernir sus planes de amor, menor poder tendrá este enemigo nuestro.
Esta permanente búsqueda de la voluntad del Padre si bien puede seguir métodos diferentes, exige a ambos carismas cierto tipo de actitud contemplativa, la oración y la meditación son fundamentales para llegar a descubrir lo que Dios quiere de nosotros.
Pero ambas espiritualidades no se caracterizan por sólo buscar la voluntad de Dios y de quedarse en oración contemplando el mundo del más allá o esperando el día en que nos lleguemos a encontrar con nuestro Padre, sino que esa búsqueda es para actuar de acuerdo a ella, para implementar en nuestra vida cotidiana la voluntad Divina. De esta manera en el lenguaje propio de cada carisma unos serán llamados hombres Contemplativos en la Acción, otros serán llamados hombres Apostólicos. Ignacianos y shoenstattianos poseen un carisma eminentemente activo.
A su vez, si bien ambos carismas promueven una formación profunda de la persona para ir logrando captar cada vez mejor lo que Dios espera de nosotros y del mundo, no es una búsqueda exclusivamente intelectual sobre las verdades objetivas, sino más bien un gustar interior, profundo que involucra todo nuestro ser y activa nuestra afectividad. "no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente." (San Ignacio), "Existe un saber escaso pero con un gran amor y un gran saber con muy poco amor" (P. Kentenich).
Conocida es la inquietud social de los ignacianos, la preocupación por integrar "Fe y Justicia" es una prioridad para la construcción del Reino de Dios en este mundo, en este aspecto también compartimos una búsqueda y anhelos comunes ya que cualquier espiritualidad que se ponga al servicio de la transformación del mundo ha de ser conciente de la cuestión social y de cómo pueden diversas estructuras oponerse a la idea de justicia y amor que debe imperar entre los hombres según el plan de Dios ya que somos todos hermanos. En palabras del padre kentenich:

"Todos nosotros debemos jugarnos vigorosamente por el amor y la justicia, por la solución de la cuestión social. No debemos enredarnos en las redes de las hermosas elucubraciones teóricas. Debemos descender, inclinarnos ante el pueblo sencillo. Nuestro tiempo clama por el santo social, que integra la unión a Dios con un corazón lleno de sentimientos sociales puros, con la disposición y la fuerza de ayudar al pueblo sencillo...".[jmf1]

Ante esto, ignacianos y shoenstattianos, incluso compartimos el mismo riesgo, el de caer exclusivamente en un activismo social, que no requiere de una postura auténticamente apostólica. No son meros principios éticos universales, como los de justicia e igualdad los que mueven nuestro actuar en la sociedad, sino que una actitud espiritual que desde nuestra filialidad con Dios, nos hace reconocernos como hermanos, capaces de reconocer a Cristo mismo en cada hombre y mujer. De esta manera, lo que nos mueve a actuar ante situaciones de injusticia es el dolor profundo que en nuestro interior se genera al ver a un hermano y a jesús mismo en tales situaciones de vida.

Otro elemento en común entre ambas espiritualidades, es la importancia que se le da a la Comunidad, si bien cada persona está llamada a encontrarse con el Padre, estamos invitados a realizar esta búsqueda, este caminar o peregrinar junto a nuestros hermanos, en comunidad. Camino al encuentro del Padre junto a los demás, con la ayuda de los demás y esta idea de comunidad es progresiva; desde lo más nuclear y cercano, nuestra familia, pasando por nuestras comunidades eclesiales particulares, el país, la Iglesia Universal, hasta la Comunidad Humana.

Algunas diferencias entre estas dos espiritualidades

En este corto tiempo he podido detectar algunas diferencias entre la espiritualidad ignaciana y el carisma de Schoenstatt.

En primer lugar el carácter filial del ser humano es mucho mejor abordado desde la óptica del padre Kentenich, para San Ignacio; "El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma", hay que entender el contexto histórico de este hombre, cierta idea de vasallaje está presente, Ignacio cambia a los señores terrenales a quienes ofrecía su obediencia y servicio por el Señor de lo Alto. En el Padre kentenich encontramos la expresión siguiente; "el hombre ha sido creado para ser libre pero al mismo tiempo para vivir en comunión, buscando la verdad, el amor, la dignidad y desarrollando su creatividad...", en ambos se encuentra presente la idea de ser hijos de Dios, sin embargo para los Shoenstattianos esa realidad es el punto de partida para responder libremente en cuanto hijos al amor infinito del Padre, el cuidado del vínculo filial es central.

Una de las primeras diferencias que pude captar, tal vez por su presencia tan concreta y cotidiana en la vida de los shoenstattianos, tiene que ver con la Virgen María. Varias son las expresiones "ignacianas" respecto de la Virgen; "A Cristo por María" o la invocación "María ponnos junto a tu hijo". La Virgen es muy importante para San Ignacio, así podemos verlo en su autobiografía, pero el papel que cumple en su conversión y vida corresponden a su expresión "Nuestra Señora", la Virgen viene a reemplazar en Ignacio a la dama que es dueña del corazón y pensamientos del hombre caballeresco. La Virgen siempre acompaña en este peregrinar hacia el Padre; "Nuestra Señora del camino". En cambio en la espiritualidad Shoenstattiana, la Virgen maría es objetivamente nuestra Madre, esa manera de reconocerle en cuanto madre marca una diferencia radical con el modo "ignaciano" de relacionarse con la Virgen María.

La tercera diferencia y una de las más claras tiene que ver con el concepto de autoridad y el principio de obediencia. En las Constituciones Generales de la Compañía de Jesús, se establecen las reglas según la cual todo jesuita a de ordenar su actuar, si bien está pensado originalmente para los religiosos y el funcionamiento de la congregación, ha dado forma a lo que se espera de los laicos y se ha instalado en el "Modo nuestro de proceder". Como su nombre lo indica; Compañía de Jesús, Ignacio toma formas de organización militar a las cuales estaba acostumbrado y el concepto de la autoridad en base a una jerarquía y el de la obediencia irrestricta se convierten en elementos claves del modo ignaciano. Se presupone que el espíritu santo a actuado en los procesos de discernimiento de otros y por lo tanto la manera de colaborar con la voluntad de Dios también pasa por entregarse obedientemente a hacer aquello que la autoridad jerárquica solicite. Ese criterio a teñido fuertemente la relación entre religiosos y laicos e incluso ha sido adoptada por laicos entre si en ausencia de religiosos.

Lo primero que note al entrar a trabajar a un colegio de los Padres de Schoenstatt es que los sacerdotes no desempeñaban cargo alguno sino que se encontraban a disposición, servicio y trabajo colaborativo y en equipo con los laicos. Por otra parte la libertad para hacer y actuar y la confianza mutua entre todos quienes colaboramos con nuestro trabajo y vocación es enorme, no quiere decir que no exista autoridad, pero esta no actúa de manera vertical sino que anima a que cada uno sea autoridad ya que en cada uno habita el Espíritu santo y en cada uno según su originalidad. En mi opinión este es uno de los aportes más significativos que el Movimiento de Schoenstatt puede hacer a la Iglesia.

Complementariedad y enriquecimiento mutuo, a modo de conclusión

Para un ignaciano, que poco a poco, va teniendo la oportunidad de ir bebiendo de este nuevo pozo. La sensación de consolación espiritual que se va gestando en mi interior me habla de una gran comunión entre nuestras espiritualidades. La Fe Práctica en la Divina providencia es un regalo que Schoenstatt ha recibido de Dios. Regalo que ha de ser compartido con toda la Iglesia, este carisma Providencial ayudaría mucho a los ignacianos a prevenir cierta tendencia a la autosuficiencia que incluso puede llevarnos a quedarnos e una actitud del "Hacer todo como si dependiese de uno...", olvidándonos de la parte "... Sabiendo que todo depende de Dios".

A su vez desde la ignacianidad se puede compartir toda la riqueza de métodos que el Santo patrono de los Ejercicios Espirituales ha aportado a la Iglesia. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, los métodos de oración (aplicación de sentidos, la imaginación creadora, la contemplación, el coloquio, etc.) y los métodos de discernimiento personal y comunitario son sin duda también regalos del Padre para todos los hombres que quieren hacerse más sensibles a las cosas de Dios. Esto no quiere decir que Schoenstatt ha de abandonar sus propios métodos, sino que ampliar la riqueza de experiencias reconociendo que en la tradición de la Iglesia uno de los principales aportes y misión de San Ignacio de Loyola, es precisamente el fortalecimiento de las almas.

En la línea del trabajo entre religiosos y laicos, Schoenstatt tienen muchísimo que aportar a los ignacianos, especialmente en estos tiempos que son y serán de los laicos.

Quisiera terminar animando a todos mis hermanos Ignacianos y Schoenstattianos a conocer más del carisma del otro, a gustar de experiencias espirituales, lecturas, retiros, etc. Que formen parte de la línea de formación de estas espiritualidades con mucha libertad y generosidad de espíritu, ya que nos lleva al Padre y nos ayudan a ver nuevas puertas abiertas por la providencia divina.

 

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