La otra Gloria

La otra Gloria   Hay mucha maravilla, como el título inglés lo indica, "To the wonder", mucha, casi más que la digerible. Abunda mucho más en esto que la película anterior donde la madurez del niño nos paseaba por sombras definidas y potentes.   Es la opinión del padre Enrique José Grez.

| P. Enrique José Grez López P. Enrique José Grez López

Bien podría traducirse con este título la última película de Malick: “To the wonder”. Sí, porque es muy distinta a la “Gloria” que está en los cines, y sin desmerecer a esta última, “La otra” me parece sublime.

Después de “El árbol de la Vida”, película que parece obligada para quienes creen que la interacción de naturaleza y gracia puede ser fecunda, me disponía a esperar una década para la siguiente entrega del citado realizador. Y es que el misterioso Malick, que no se deja ver ni entrevistar, nos da en breves sorbos su sabiduría.

En muchos idiomas y en ninguno, porque silencio hay de sobra, nos va mostrando escenas en las que el amor y la soledad se trenzan una y otra vez. Bien podría ser ésta una obra para presenciar en museos, paciencia hay que tener, porque a ritmo de música clásica se nos hace pasear por paisajes dorados y pieles que parecen sagradas de tan bellas.

Hay mucha maravilla, como el título inglés lo indica, mucha, casi más que la digerible. Abunda mucho más en esto que la película anterior donde la madurez del niño nos paseaba por sombras definidas y potentes. Aquí el desorden ronda de una forma inaccesible. Supo esconder bien las fuentes del mal; como en nuestro día: ahí está y no sabemos por dónde se nos cuela.

Sabiduría hay, mucha. ¿Demasiada? A algunos les invita a denunciarla como sobregirada, y es que el silencio de Ben Affleck es execisvo, aún tratándose de un estereotipo devarón. Ella luce más y más, y sus bamboleos nos atrapan y llenan de compasión.

Apenas pude terminarla, cansa de tan contemplativa. Aún así me dan ganas de verla de nuevo. Deja rebotando la pregunta: ¿Quiénes somos? Y es que en último término no deja de ser interesante el personaje del cura, hoy por hoy siempre en crisis, que se hace las mismas preguntas que los protagonistas, y la misma que a Malick lo ha acompañado desde el principio.

Densidad aparte, sufrimiento a cuenta, Así y todo brilla este film como pocos. Quizás ese es su principal mérito, el brillo. En sentido duro hay mucho sol, no sé cómo lo habrá hecho para trabajar tan a contraluz sin perder los colores. Brillo también en un sentido alegórico, resaltan los personajes, los paisajes, los gustos pequeños que nos seducen cada día.

Volviendo a Ben Affleck me cuestiona su silencio. No es gratis. Brad Pitt en la película anterior era un padre golpeado y algo golpeador en lo afectivo, una imagen de varón medio psicoanalítica, pero varón al fin. Aquí tenemos un varón algo anulado, uno que casi no tiene pasiones. Es como un no-personaje.

Difícil no intentar armar trilogías o estructuras geométricas en la obra de Malick. En la delgada línea roja el tema fue la muerte, en el árbol de la vida es su antónimo. Habiendo aquí algo de las dos, lo sobrenatural se ataca más frontalmente ¿Será por eso que se resiste más?


PD: parte importante de las películas recomendadas en las columnas de mi autoría no han estado ni estarán en nuestra humilde cartelera. Recomiendo los medios informáticos disponibles (Netflix, iTunes y otros) para disfrutarlas. No las esperen en el cine de su barrio, no llegarán.

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