LA VIOLENCIA DE MINORIAS PRO MUERTE

Lo que pasó en la catedral nos da pie para hablar de una temática universal, que en este hecho,se hace más presente aun en Chile.

| Padre Rafael Fernandez Padre Rafael Fernandez

LA VIOLENCIA DE MINORÍAS PRO MUERTE

Hace algunos días un grupo  exaltados violentistas  pro aborto, irrumpieron en la iglesia catedral de Santiago de Chile, mientras se celebraba la eucaristía, gritando consignas, destruyendo y rayando las murallas con leyendas ofensivas. Hoy miércoles se celebró una eucaristía de desagravio con la catedral repleta. El tema no es banal: toca lo más esencial del hombre y la sociedad: la vida y la hipocresía de quienes promueven en razón de los "derechos de la mujer", con eufemismos, matar a un ser indefenso en el seno de la madre. Se promueve el derecho a la "muerte digna" de los ancianos, etc. El hecho es que nuestra cultura camina por una pendiente que el P. Kentenich llamó: "la disolución de todos los vínculos queridos por Dios". No se trata de una revolución moral, afirmaba, sino de una "una revolución del ser".  La eugenesia nazi, poco a poco está siendo superada en crueldad y cinismo. La "corriente de vida" de signo negativo, toma cada vez mas cuerpo en Latinoamérica. Y una corriente de vida solo puede ser vencida por otra corriente de vida más fuerte. Entregamos a continuación la reflexión que hizo al respecto Monseñor Cristian Contreras, obispo auxiliar de Santiago. La vida, la fecundidad y la muerte

+Cristian Contreras Villarroel

Obispo Auxiliar de Santiago

Rio de Janeiro, 29 de Julio 2013

En medio de esta alegre realidad (del encuentro mundial de la juventud), he recibido con profundo pesar y también con indignación la noticia de la profanación de nuestra Iglesia Catedral, justo en el día de nuestro Santo Patrono, Santiago, el primer mártir de la Iglesia. Nuestro Arzobispo, monseñor Ricardo Ezzati, ha enviado un claro comunicado a los católicos y a la opinión pública. La Iglesia Catedral ha sido el lugar que ha acogido los gozos y esperanzas, así como las angustias y tristezas de nuestro pueblo a lo largo de cuatro siglos. Nadie tiene derecho a ultrajarla; nadie tiene derecho a insultar nuestra fe en Dios ni a los feligreses reunidos en la Santa Misa.

 

¿Quiénes lo han hecho? Ha sido un grupo de fanáticos, animados pororganizaciones internacionales que pretenden ilusoriamente desterrar el sustrato cristiano de nuestra cultura, propiciando el aborto. Han sido jóvenes desquiciadosque no creen en la libertad de los demás. Una bomba de tiempo para nuestra democracia si no logramos establecer leyes claras y precisas que propicien la defensa y la promoción de la vida, así como el destierro de la violencia.

 

Impresiona, además, el cinismo de quienes han convocado a la marcha por la muerte del indefenso, justificando la irrupción violenta en la Catedral alegando que la Iglesia tiene poder para oponerse a la libertad de los que propician la peor de las masacres: la muerte de un ser indefenso en el vientre de la madre. Son los exponentes de una anticultura de la muerte a quienes debemos denunciar en sus programas "terapéuticos" y "eugenésicos" que ni siquiera el Tercer Reich, del nazismo de Hitler, hubiese soñado. La Iglesia no tiene el poder de la fuerza ni de la violencia. Sólo tiene el de Jesucristo. Pero eso no significa que los creyentes en Cristo seamos ciudadanos de segunda categoría. Por eso, nuestro Arzobispo ha hecho un claro llamado a salvaguardar la expresión pública de la fe de los ciudadanos chilenos, católicos y no católicos, garantizada por nuestra Constitución.

 

* * *
Formulado este doloroso escenario, propongo a los cristianos la siguiente reflexión respecto a la vida, la fecundidad y la muerte. Aquí se juega el futuro de nuestra democracia y la coherencia de los políticos cristianos, por quienes deberemos decidir en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.

 

1. Da que pensar, y mucho, que la sacralidad de la vida dependa, en la práctica, de quienes tienen el poder político, económico y cultural. Ellos son los que determinan quien tiene derecho a la vida y quien va derecho a la muerte. Los ejemplos sobran. También en Chile.

 

2. Da que pensar, y mucho, que elementos tan esenciales como la diferencia y complementariedad entre un varón y una mujer hoy parezcan una disquisiciónpropia de gente enajenada o de retrógrados "conservadores". "Igualdad" o "igualitario" es la consigna. De poco vale la diferencia. ¿Hay algo más "paritario"que el matrimonio entre varón y mujer? Por lo mismo, la fe cristiana no impone a las personas homosexuales el "matrimonio", propio del varón y la mujer, necesario para procrear.

 

3. Da que pensar, y mucho, que el derecho a la buena muerte, doctrina tradicional en la ética cristiana, pase a mal llamarse "eutanasia" para disfrazar el poder arrogante de quienes procuran matar a un moribundo, a un anciano, o a otros seres humanos que las mayorías parlamentarias pudieran considerar inservibles.Lo mismo ocurre con el aborto y los eufemísticos apellidos que encubren su esencia criminal: a los seres humanos se les detecta, juzga y condena en elvientre materno.

 

4. Da que pensar, y mucho, que el decálogo de Moisés y otros códigos tanbásicos para la convivencia humana, al transformarse en "derechos humanos", tan esenciales y aplaudidos, sean susceptibles de cambios, adiciones y enmiendasque determinan las sociedades poderosas para imponerse después a las naciones más débiles y dependientes.

 

De ahí que la vida pase de absoluta a relativa; la libertad se transforme en un comodín en el juego de influencias para alcanzar el poder; y varón y mujer sean simples adjetivos con poco o nada de sustantivo, cuya naturaleza de sólo dos (varón y mujer) es modificada con otras clasificaciones. Una nación europea ya no habla de papá y mamá, sino de progenitor uno y progenitor dos. Pero lanaturaleza siempre llega a imponerse por la razón de su propia esencia. Las arremetidas ideológicas contra natura, han dejado siempre una estela de atrocidades a lo largo de la historia.

 

En lo personal, promuevo y celebro el progreso de la humanidad y de las leyes, sólo que no acepto que líderes de opinión consideren inhumana la pena de muertey sin embargo la apliquen sin asco a un feto sin derecho a defenderse, quienliteralmente se aferra al vientre y a las entrañas de la que debe ser su madre y protectora.

 

Ni quiero que me engañen con la muerte, que es parte dramática de la existencia, cuando ésta es decretada por los fuertes y la aplican contra los débiles, llamando a un crimen "eutanasia", es decir, buena muerte. ¡Qué manera de prostituir el lenguaje!

 

Prefiero por eso que, también, hablemos directamente de aborto, sin invocar el derecho a la vida de la madre (mal llamado aborto "terapéutico"), situaciones que la técnica médica ha superado desde hace décadas. Prefiero que hablemos de matar a enfermos terminales o inservibles, y no llamarlo "eutanasia". ¡Para qué engañarnos! Es mejor enfrentar los hechos que tratar de sacárselos de encima buscando palabras de buena crianza, eufemismos, para nombrar lo que no queremos afrontar y que son crímenes y punto.

 

A esta alturas quizá valga de nuevo recurrir a los tres primeros capítulos del libro del Génesis, respetadas por las "religiones del Libro", es decir, judíos, musulmanes y cristianos. En esa tradición se reconoce que el pecado radical –original en cuanto a su raíz– es el endiosarse para ser nosotros dueños de la historia. Y que por esa razón, Dios aparece poniendo un arcángel a custodiar el otro árbol del paraíso, el de la vida, porque si tal ha sido el daño de endiosarsecon el árbol del bien y del mal, Dios no quiere ni siquiera pensar que hará la humanidad si se adueña de la vida.

 

Lamentablemente hay políticos cristianos y políticos humanistas, y también comentaristas y líderes de opinión, todos declarados muy demócratas, que parecen no entender estos núcleos elementales en los que se fundamentó desde su fuente el humanismo cristiano.

 

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