LOS CANTOS DE LA GENERACIÓN FUNDADORA

LOS CANTOS DE LA GENERACIÓN FUNDADORA Una mirada hacia nuestro pasado como Movimiento, y a las expresiones musicales de la generación fundadora. Una invitación a cumplir el legado musical que nos dejaron.

| María Isabel Herreros Herrera María Isabel Herreros Herrera

En los comienzos del Movimiento en Chile, por la importancia que nuestro padre y fundador daba a que el mensaje de Schoenstatt fuera captado por las personas en su totalidad -cuerpo, alma, interioridad, exterioridad, consciente y subconsciente- la música jugaba en ello un importante papel.

En las convivencias y liturgias de la Familia no podían faltar los cantos alusivos a las actividades e ideales familiares, los cuales se enseñaban, se aprendían, se transmitían a las distintas comunidades y se cantaban en forma entusiasta, como parte importante de la viva expresión de nuestro espíritu de Familia.

En la actualidad, la Familia de Schoenstatt y el llamado por parte de la Iglesia -que nuestro fundador tanto amó- a una Nueva Evangelización, demandan de nuestra parte una respuesta más consciente y responsable que en los primeros tiempos, sin que por ello debamos perder el espíritu filial, la actitud de niño, audaz y comprometida que animó a los primeros. Hemos crecido en número y en profundidad, y aquello que los primeros creyeron sin haber visto lo vemos hoy hecho realidad. “Lo que habéis heredado de vuestros padres, conquistadlo para poseerlo”, decía el P. Kentenich, y esa es ahora nuestra tarea.

Eran aquellos los tiempos en que a veces nos olvidábamos un poco de las normas litúrgicas y musicales, con tal de expresar en Familia nuestra vida de Alianza de Amor con María, entre nosotros y con todo el mundo sobrenatural. Se creaban muchos cantos, como consecuencia de nuestro amor a Schoenstatt, a la Mater, a nuestro padre y fundador, a la misión, aunque no todos ellos necesariamente estuviesen destinados a perdurar en el tiempo.

Guardo como una reliquia, por ejemplo, como recuerdo de los primeros tiempos en Bellavista, un canto que compuso el P. Hernán Alessandri describiendo algo muy típico de aquella generación: el viaje en tren que debían hacer los primeros schoenstattianos para llegar al Santuario. El canto se llama “TRENCITO DE BELLAVISTA” y dice así:

Trencito de Bellavista, que sabes donde la Virgen puso su trono de gracias,

¿adónde queremos ir? a misa de seis y media, a rezar a cualquier hora,

a bendición los domingos, trencito, nos llevarás.

¡Prip prip! ya sonó el pito, corran los atrasados; ayúdenle a esa señora,

la del canasto con pavos, y a ese nuevo comiéncenle a hablar…

Una hermana mariana de Vicuña Mackenna, aprovechó el pase libre

y subió al carro`e primera, y ahí solita rezando se va…

El carro de tercera parece ir más de prisa, desbordando su alegría

entre canciones y risas, como si al cielo fuera a ir a parar…

Una señora a otra, le pregunta extrañada: ¿qué es eso que hablan del “Chuenta”,

que aún sin entender nada le dan a una ganas de cantar?

¡Boletos, los boletos! el inspector apura, y cuando uno paga doble,

otro sin plata asegura que en la Mater siempre hay que confiar…

Mientras el tren brincaba, al vecino de asiento, creyéndolo nuevo alguien dijo:

“¿qué piensas del Movimiento?” y la respuesta fue: “brusco, señor…”

¡Bellavista, llegamos! se oye en la pisadera, y todos bajan corriendo,

porque la Virgen espera, y el tren, llorando, se debe alejar…

Y así como este canto, hubo muchos otros. Pastorales y litúrgicos, compuestos en su mayoría por jóvenes idealistas (no necesariamente con muchas aptitudes ni conocimientos musicales), que quisieron hacer suyas las palabras del fundador a nuestra querida Mater: “Aseméjanos a ti, y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste: fuerte y digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros recorre nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús”. (Hacia el Padre, 609).

Hoy, a más de 50 años del Concilio Vaticano II, el Espíritu Santo ha suscitado tantos músicos en la Iglesia, y tan heterogéneos, que para poder comunicar como misioneros musicalmente nuestro mensaje ya no basta con el idealismo y el entusiasmo. Como respuesta a las voces de los tiempos, además de profundizar nuestra fe y nuestra alianza de amor, nuestro compromiso con Schoenstatt también requiere, necesariamente, tomar más en serio la actividad musical.

Aunque tenemos en la Familia muchos cantos bien compuestos, nuestra tarea es cuidar que no se pierda en ellos el objetivo principal, que es expresar la vida de la Familia, los sentimientos de la Familia. Si las personas no pueden seguirlos, debido a que no tienen cómo aprenderlos, o porque su contenido no se transmite adecuadamente, no se cumple el objetivo. Si el canto y la actitud interior de la asamblea no concuerdan, tampoco se cumple.

Pidamos a nuestra querida Madre y Reina que nunca desoye las súplicas de quienes acuden a ella -pidámoselo cantando- ; que cuide perfectamente, como Ella sabe hacerlo, de nuestra fortaleza, dignidad, sencillez y bondad, para que con Ella, a través de la música, podamos repartir amor, paz y alegría… Como personas únicas e irrepetibles, cada cual con su misión propia, y también como Familia. Y así podamos responder hoy, eficazmente, al llamado del Papa Francisco a una Nueva Evangelización, por amor a nuestra Iglesia del tercer milenio.

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