Misiones Familiares en España

San Rafael es una localidad segoviana que se asienta en pleno pulmón de la Sierra de Guadarrama, a 1.212 metros de altitud. Su población asciende a 3.000 habitantes, llegando a ser 9.000 durante los períodos estivales. Ahí se levanta una iglesia serrana, cuyo párroco requirió la presencia de las misiones familiares de Schoenstatt durante la pasada Semana Santa. Así fue como 95 misioneros cargaron sus mochilas el sábado anterior al Domingo de Ramos para acompañar la Semana Santa de los lugareños hasta el Domingo de Gloria. ... ...

| P. Carlos Padilla P. Carlos Padilla
San Rafael es una localidad segoviana que se asienta en pleno pulmón de la Sierra de Guadarrama, a 1.212 metros de altitud. Su población asciende a 3.000 habitantes, llegando a ser 9.000 durante los períodos estivales. Se enclava en la calzada real que unía Madrid con el Palacio Real de la vecina localidad de La Granja de San Ildefonso. Este punto estratégico le permitió convertirse en un lugar de descanso para los que cruzaban la Sierra de Guadarrama. Su proximidad a las ciudades de Madrid y Segovia y sus frondosos bosques al pie de la montaña hicieron que se construyeran allí numerosas segundas residencias de veraneantes, entre las que se encuentran no pocas mansiones señoriales con espléndidos jardines de abetos y sequoias centenarios. El pueblo de San Rafael tiene, por tanto, un pequeño núcleo de habitantes que se dedica a la ganadería, hostelería y comercio, y una extensión más amplia de veraneantes en residencias y urbanizaciones a donde acuden a descansar muchos habitantes de Madrid y Segovia.

Entre esos hermosos jardines se levanta una iglesia serrana, cuyo párroco requirió la presencia de las misiones familiares de Schoenstatt durante la pasada Semana Santa. Y así fue como 95 misioneros, pequeños, medianos y grandes, ligas, institutos y federaciones, profesionales, cruzados, apóstoles, escolares, universitarios y peregrinos, cargaron sus mochilas el sábado anterior al Domingo de Ramos para acompañar la Semana Santa de los lugareños hasta el Domingo de Gloria.

El objetivo de las Misiones familiares de Schoenstatt en España no es otro que el de dar testimonio de que la fe vivida en familia y en comunidad, es posible; no sólo es posible sino que es imprescindible para el crecimiento sano y orgánico de cualquier sociedad. Al igual que en las misiones familiares realizadas en otros países de Hispano América, en España las misiones familiares nacen con el anhelo de mostrarse ante la Sociedad como familias unidas, alegres, creativas y profundamente ancladas en la fe. Por ello y para ello, las calles, los lugares que visitamos y la Parroquia se llenan de los simpáticos alborotos de nuestros más pequeños, de los cantos y risas de nuestros jóvenes y del mensaje esperanzador que aporta la familia en todo su esplendor.

De la mano de la Virgen Peregrina, con la cruz colgada del cuello, los misioneros se dividen por familias o parejas de misión para llamar a las puertas de las casas, permitiendo así que María entre en ellas y derrame sus gracias. Se convierten en pequeños instrumentos, invitando a la gente del lugar a las actividades de la tarde, escogidas siempre con mucho mimo: este año Valiván deleitó al pueblo con sus títeres y talleres de niños y el cine fórum con la película recién estrenada, Maktub, permitió un debate enriquecedor para todos. Las oraciones familiares a lo largo de distintos momentos del día ofrecen un descanso para el alma, no sólo de los misioneros, sino especialmente para los que comparten con ellos sus necesidades, sus penas, las soledades del alma, o los pequeños y grandes dolores que acrisolan el corazón de quienes los padecen.

Los Pilares de las Misiones Familiares

Se cumplen así los tres pilares sobre los que se asientan las misiones familiares: la misión externa, la misión interna y la misión interior.

La misión externa se encarga de llevar el mensaje a todos los hogares del pueblo de que Cristo vive en nosotros. El Santuario del corazón se abre entonces de par en par para acoger al visitado y regarle lo mejor que tenemos. No siempre las puertas se abren...o a veces las puertas se abren sólo para volverse a cerrar enseguida. Tras la puerta cerrada, se reza un Avemaría....y ¡Ella bendice! Pero todos los misioneros se van con la experiencia de haber sido invitados a entrar en alguno de los hogares, de haber escuchado la realidad de otras familias -a veces desoladora-, de haber acogido las desilusiones provocadas por nosotros mismos desde la Iglesia, de haberles mostrado otra realidad de esa misma Iglesia, la realidad de la Iglesia Peregrina que con nosotros camina siempre hacia el más necesitado. Se van con la experiencia de haberles llevado un poco de esperanza y de haber rezado una sencilla oración. Una oración que conmueve corazones, porque es sincera, porque nace del ama, porque no sabe de protocolos.

La misión interna que es la que se vive de puertas adentro, permite que todos y cada uno de los misioneros den lo mejor de sí mismos. Es impresionante contemplar cómo se ponen en marcha la generosidad y la entrega. No importa el cansancio o las incomodidades de la casa. No importan el frío, la lluvia o la nieve que este año han sido abundantes. Todos dan lo que tienen. El despliegue de los talentos es incontable y cada uno encuentra su sitio porque lo tiene. La oración, especialmente la oración de la noche, frente al Santísimo, renueva los corazones profundamente y mientras los más pequeños duermen tranquilos en la casa, en la capilla se enciende el fuego para que los corazones ardan. ¡Y los corazones arden! Durante el día y en los ratos libres, impresiona ver cómo los niños de la misión se sienten seguros, juegan y construyen cabañas a imagen de lo que ven. Con dos ramas de un viejo árbol hacen la cruz de su propia capilla que adornan con flores...

Y finalmente la misión interior. Es la manera en que la misión externa e interna renuevan nuestro ser como personas, matrimonios y familias. Es el trabajo que se va haciendo dentro de cada uno. Confirma que no hacen falta grandes cosas para ser feliz. Confirma la misión del ser y no del tener. ¡Con tan poco se llega a ser tanto y tan feliz! De las cenizas de una sociedad exigente al máximo, sin apenas horizontes, donde los valores se confunden, donde el alma del hombre se ahoga en la soledad del materialismo y del egoísmo, renace la esperanza del que tiene fe. Lo tibio se vuelve fuego. Ese fuego del amor que transforma. Se confirma y se afirma la misión familiar, donde se permite al ser humano crecer sano, desarrollarse armónicamente, seguro, porque se siente amado.

La familia debería ser esa tierra fértil, porque arada y plantada por las manos de Dios, donde los hijos echan raíces y despliegan las alas para ser lo que Dios quiere para ellos. Donde los padres se acompañan y aman, donde los hermanos estrechan sus lazos, entregando lo mejor para el otro. ¡Se disipan así tantos temores! Ésa es la familia, lo mejor que tenemos, la respuesta a las grandes inquietudes del alma humana. Eso es las misiones familiares, ésa es "...esa tierra cálida y familiar, donde corazones nobles laten al unísono..." de la que hablaba el Padre Kentenich. Eso es Schoenstatt.

Eso es lo que hemos tenido el privilegio de vivir durante la pasada Semana Santa, lo que hemos ofrecido al pueblo de San Rafael. Hemos visto llenarse la Iglesia durante los Oficios, hemos compartido el chocolate caliente con los habitantes del lugar después de la Vigilia Pascual y los fuegos de artificio que nos han hecho reír y llorar. Y además, hemos observado la alegría y el agradecimiento de un párroco acostumbrado a vivir en soledad, en un pueblo rudo, de climas extremos. ¡Nos quedan dos años más de misión en San Rafael, y entretanto vamos dejando que la semilla prenda!

¡Familia de María, sé fiel a tu misión!

P. Carlos Padilla

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