¿Para qué ensayar los cantos?

Hoy es posible gracias a la tecnología, llenar de música casi cualquier lugar, incluyendo por supuesto una parroquia o un templo. Sin embargo la tecnología no reemplaza al canto en vivo, ni a la hermosa tradición de transmitir los cantos de generación en generación.

Jueves 9 de octubre de 2014 | María Isabel Herreros

La importancia de dedicar conscientemente espacios de tiempo al aprendizaje de cantos nuevos (no solo entre los grupos que guían los cantos en la liturgia, sino también entre las personas que cantan constantemente en su corazón y desde el corazón, en cualquier lugar), está en la disposición especial para relacionarse y crecer en el amor a través de la práctica musical, no sólo al estilo de un taller de oración o de formación, sino también, incorporando al repertorio cantos cuyo escenario sea la vida misma; como un alegre vehículo de transmisión de ideales, valores y experiencias, entre personas que tengan la capacidad de cantar, y se comprometan libremente a llenar de música el vacío deshumanizante que hay actualmente en el ser humano.

Hay muchas formas de agruparse para cantar, permanentes o no. La tecnología no reemplaza al canto como expresión de vida, y la vida está llena de motivos para cantar. Por mucho que intentemos crear maquinalmente un ambiente musical, éste no se logra mientras no tengamos una adecuada escala de valores: más que la tecnología, la vida diaria de cada persona y de cada comunidad, con su originalidad, libertad, espontaneidad y autenticidad, son lo primero. ¿Deberíamos acaso dejar de lado el aprendizaje persona a persona, en el cual se avanza paso a paso, en comunidad, durante un lapso de tiempo determinado, donde los cantos son transmitidos por quienes tienen esa misión; vinculando armónicamente entre sí a las personas que cantan, y reemplazarlo sólo por medios audiovisuales?

La realidad es que en el siglo XXI, muchas veces intentamos incorporar maquinalmente el repertorio misionero, vivo, religioso y laico, al subconsciente del católico actual... no nos importa mucho el resultado musical, sino conseguir que la mayoría pueda cantar (y no siempre lo logramos de esa forma, pues hace falta saber hacerlo). Cuando queremos aprender cantos nuevos en la Iglesia o en Schoenstatt, contamos con distintos medios (virtuales, electrónicos, tecnológicos), que no existían en los tiempos de nuestra fundación. Sin embargo, las facilidades actuales para el aprendizaje de los cantos son sólo herramientas a nuestro servicio, y cumplen con su objetivo sólo si las utilizamos para un bien superior.

El padre José Kentenich no vivió en la época de estos adelantos, pero sabemos que tenía buena voz, y para él, enseñar personalmente los cantos nunca fue una pérdida de tiempo. Nada de lo que se hace maquinalmente puede reemplazar a una acción comprometida, que integre mente, cuerpo y espíritu, si esa acción favorece (como debiera) los vínculos sanos. Y es ahí donde muchas veces estamos cojeando: la sensibilidad artística, si no es educada para servir al sano desarrollo humano, puede hacer fracasar hasta al más hermoso proyecto musical. Pidamos a nuestra querida Mater que nos enseñe a cantar con una actitud digna, humilde y agradecida, así como ella proclamó la grandeza del Señor en el Magnificat...

Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs