Pidamos a Dios y la Mater que Velen por Nuestro País

Un mes después de la crisis política del Paraguay, reproducimos la editorial de la edición de julio de la Revista Tupãrenda, de Schoenstatt de ese país. Su autor, Julio Giménez, es el director de la publicación y miembro de la Federación Apostólica de Familias. "Los acontecimientos vividos últimamente invaden todos los campos de la actividad humana, entre ellos el espiritual y religioso, por lo cual no puede pasar inadvertidos a nuestra Iglesia", escribe.

| Julio Giménez Julio Giménez

La patria viste crespones de luto y llanto y escribir un editorial en circunstancias tan trágicas vividas últimamente por la República resulta harto difícil. Si bien es cierto nuestra revista se dedica esencialmente a lo espiritual y religioso, no puede estar divorciada de los problemas socioeconómicos que afectan a la ciudadanía toda. Así también, no podemos desconocer la lacerante situación de miles de compatriotas campesinos que deambulan en condiciones miserables en la búsqueda de un pedazo de tierra para cultivarlas y poder tener un futuro mejor para ellos y sus familias.

Como consecuencia de ese luctuoso suceso, se han precipitado una serie de acontecimientos, entre ellos el más resaltante es el juicio político que ha producido como resultado el cambio de gobierno conforme a las disposiciones constitucionales. No nos vamos a detener en las causas y en las formas de poder encarar, por lo menos parcialmente, este momento de reacomodo de las instituciones que nos rigen. Pero, eso si, no por ello se deben buscar los atajos de la violencia, el odio y la lucha entre hermanos que solo produce sangre, sudor y lagrimas y nos encierra en un circulo de agresividad que nos destruye a todos.

En ese orden de consideraciones pasaremos a reproducir algunas opiniones de nuestros pastores y de nuestra Iglesia en los días siguientes a la masacre de Curuguaty : "...Lugo tiene desorden sexual..." (Eufemismo del Obispo de Concepción). "...la conducción del país se les está yendo de las manos a los gobernantes..." (También eufemismo del Obispo de Caacupe). "Así no podemos seguir viviendo como país y menos todavía bajo una conducción que no es clara y que no convence al pueblo." (Mismo obispo). "El recurso a la violencia y la eliminación de vidas humanas no es aceptable como la vía para ir al encuentro de soluciones estables y duraderas de nuestros serios y prolongados problemas de convivencia social, económica y política." (Comunicado de la comunidad jesuita).

Estas muy claras expresiones de nuestros pastores, unidas al pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Paraguaya, nos releva de mayores comentarios y nos demuestran que los acontecimientos vividos últimamente invaden todos los campos de la actividad humana, entre ellos el espiritual y religioso por lo cual no puede pasar inadvertidos a nuestra Iglesia.

Entonces y considerando todos estos fenómenos sicosociales, a nosotros los schoenstattianos no nos parece una rara coincidencia que en estos momentos tan dolorosos, sin embargo, recorre nuestro país el símbolo del ojo del Padre, regalo de nuestro Padre Fundador. "El ojo de Dios vela, ve todo. ¿Qué nos debería decir el hermoso símbolo?. El puede mirarme siempre, El me ve.". (J.K. 1947).

Entonces podríamos decir que Dios Padre en estas difíciles circunstancias y no obstante su gravedad, está mirando a nuestro país, está asistiendo con dolor a nuestra tragedia y nos está observando con una mirada escrutadora pero a la vez amorosa y candorosa, insuflándo esperanza y mborayhu a nuestro pueblo. En esa convicción podemos decir como el cuadernillo de reflexión, rumbo al jubileo 2014: "Esperamos que la visita del Simbolo del Padre a la Familia paraguaya, sirva para que también nosotros como FAMILIA UNIDA regalemos al Padre Dios y al P. Kentenich la construcción desde la Alianza y a través de Hombre Nuevos – Hombre en Alianza – un Mundo Nuevo desde la Nacion de Dios, Corazon de America...Que asi sea".

Entonces, nuestra posición como schoesstattianos y marianos, debería ser, en primer término, confiar en la poderosa herramienta de la oración, para pedir a Dios y a la Mater que vele por nuestro país. Luego, encarnar una decidida actitud de incidir en todos los ambientes en que nos desenvolvemos -profesional, empresarial, artística- por medio de conductas decididamente dirigidas a enfrentar a los violentos, por medios pacíficos y legales por supuesto. Y, por último, requerir a nuestros hermanos que están en el nuevo gobierno, tratar de influir en su medio para contagiar la cultura de la paz, del amor y de la vida, como contrapunto al de la muerte y el odio. Confiando en nuestra querida MTA y Cristo Jesús, que nos ayudarán a superar esta crisis, decimos: "Del amor eterno con diafanidad, vemos fluir torrentes de amor, derramarse por cielos y tierras y retornar a su fuente". (HP.p. 30). Quedamos en eso, permanecemos fieles.

 

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