¿Podemos ser buenos sin Dios?

  ¿Podemos ser buenos sin Dios?, pregunta el apologeta católico Todd Aglialoro en su blog. Dice que sin duda hay no creyentes que son buenas gentes, pero hace notar que tener fe marca una grandísima diferencia. Y da cuatro poderosas razones. Concluye T.A. que necesitamos a Dios para ser verdaderamente buenos.  

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1. Dios determina lo que es bueno. Por nosotros mismos, podríamos considerar bueno robar o matar, sería el caos. Solo Dios tiene autoridad para definir lo bueno.

2. Dios da una perspectiva eterna. Saber que lo que hagamos aquí determinará dónde pasaremos la eternidad, nos motiva a ser buenos, a diferencia de quien piensa que no hay Dios que le pida cuentas.

3. Dios nos da un verdadero humanismo. Todos amamos a nuestros seres queridos y ayudamos a los necesitados, pero los creyentes estamos dispuestos a hacer algo que muchos no creyentes consideran insensato e incluso repulsivo: amar a los enemigos; perdonar, hacer el bien a quien nos ha hecho un mal; defender la vida desde su concepción hasta su fin natural.

4. Dios da Su gracia. Todos pecamos, pero los creyentes contamos con la gracia de Dios para librarnos del pecado.

Concluye T.A. que necesitamos a Dios para ser verdaderamente buenos.

Y aprovechando que en este domingo conmemoramos que María y José llevaron a Jesús a presentar al Templo, es interesante constatar que el plan de Dios consideró que ellos tuvieran con Él no sólo una relación vertical, sino integrarse en una comunidad de creyentes y participar plenamente de sus preceptos y tradiciones.

Por ello, y dado que hay quien plantea que sólo necesita a Dios y no a la Iglesia, podemos llevar más allá la pregunta inicial y cuestionar: ¿Podemos ser buenos sin la Iglesia?

Y al igual que en el caso anterior, la respuesta es que para ser verdadera y plenamente buenos, necesitamos a la Iglesia. Consideremos estas cuatro razones:

1. La Iglesia nos ayuda a interpretar la voluntad de Dios y aplicarla en nuestra vida cotidiana. Conocemos a Dios a través de la Biblia, pero la Biblia se presta para muchas interpretaciones, incluso hay quien se atreve a citarla para avalar hacer algo malo.

Para entenderla correctamente y aprovecharla para bien propio y de los demás, necesitamos a la Iglesia, fundada por Cristo y conducida por el Espíritu Santo.

2. La Iglesia nos integra a la gran familia de Dios y nos llama a edificar y a habitar, ya desde ahora, el Reino de los Cielos. Nos anima a ser buenos, a rezar, a imitar a Cristo, a aprovechar los ejemplos y enseñanzas de creyentes sabios y santos de todos los tiempos. En un mundo en el que lo bueno se presenta como malo y viceversa, la Iglesia es un referente indispensable para no perder la brújula.

3. En la Iglesia aprendemos a pedir perdón y a perdonar; a amar como Cristo nos ama; a hacer el bien sin mirar a quién. Pertenecer a la Iglesia es pertenecer a la institución que más ayuda humanitaria da en todo el mundo, sin distinción de credos, razas, situación económica, política o social.

4. La Iglesia nos da a través de los Sacramentos, la gracia divina indispensable para poder cumplir lo que pidió Jesús (ver Lc 6,35; Mt5,48), y ser no solo ser buenos, sino santos.

 

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