Schoenstatt en el corazón de Guadalupe

Lucía Zamora nos envía este emotivo artículo, donde nos habla de como la Virgen de Guadalupe se le apareció al humilde Juan Diego en México, y lo asimila a la experiencia vivida por el padre Kentenich. Dos hombres de lugares y culturas tan lejanas entre sí, pero igualmente incondicionales de la mater y de su ejemplo de vida.

| Lucía Zamora Lucía Zamora

Este 15 de marzo, la familia de México abrió los festejos de este año jubilar, con una linda peregrinación a la Basílica de Guadalupe. Íbamos de toda la República a un lugar muy significativo para todos los mexicanos. Un lugar donde nuestra Guadalupe quiso plasmarse en un pequeño pedazo de tela. Donde quiso manifestarse a los hombres por medio de Juan Diego, un hombre sencillo y sin pretensiones. Tan sencillo, humilde e inocente, que en una de esas apariciones se quiso esconder de la Virgen porque tenía prisa, pues su tío estaba enfermo. Pero Guadalupe salió a su encuentro.En esta ocasión, nosotros salimos a encontrarnos con Ella. Unidos con una misma bandera, en la alegría de estar juntos como familia por casi 100 años.

En una combinación de... Guadalupe - Schoenstatt; México - Alemania; rubia - morena; con un bebé en su vientre - con un bebé en sus brazos; con una mirada tímida o con una mirada de frente. Así se nos manifiesta Ella, de muchas maneras, sin embargo con sus lindas manos siempre nos indica a donde quiere que dirijamos nuestros ojos... a Jesús.

Que distinta la podemos observar, pero no importa, sigue siendo la misma, la mujer educadora, creadora y llena de amor, la mujer que enfrento al mundo regalando su Sí, que sufrió entregando a aquel que llevo en su vientre, la mujer que sabe muy bien como mostrarnos a Dios en este camino lleno de problemas, de miseria y desesperanza. Así es Ella, sabe llegar al lugar indicado, en el momento indicado.

El encuentro también fue diferente. Juan Diego iba a misa cuando se encontró con Ella en el Tepeyac. José Kentenich, fue entregado por su madre a Ella, y él con la misma humildad de Juan Diego, se dejo guiar hasta Schoenstatt, donde se quiso quedar para iniciar su conquista. Y ambos la compartieron al mundo.

Que alegría ver a la morenita y la güerita juntas. Conocer la historia de estos dos mensajeros, y llevarnos hasta allí, donde Ella se manifiesto en un lienzo. Donde el alma se dejo escuchar, con una simple expresión de admiración al ver a tanta gente admirar y disfrutar esa hermosa imagen que inexplicablemente permanece intacta desde un 9 de diciembre de 1531.

No hay diferencia alguna, solamente esta María y nada más.

Juan Diego recibe el mensaje en su lengua (azteca) y le dice: "Y para realizar lo que mi clemencia pretende, irás a la casa del Obispo de México y le dirás que yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo; que aquí en el llano me edifique un templo. Le contarás cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que le agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás que yo te recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío, el más pequeño: anda y pon todo tu esfuerzo".

Juan se inclinó ante ella y le dijo: "Señora mía: ya voy a cumplir tu mandato; me despido de ti, yo, tu humilde siervo".

José Kentenich recibe el mensaje de otra manera. Ella le habla con el lenguaje del amor y de la vida misma y él le responde de la misma manera que Juan Diego, haciendo una Alianza de amor.

Es increíble ver como María para seguir su trabajo aquí en la tierra, eligió en este caso a dos continentes, a dos mensajeros hablando diferente idioma, para conquistar corazones en el amor a Dios... a Juan Diego y José Kentenich, hombres pequeños, humildes y sencillos, pero grandes en el amor a Dios y a la Mater.

Así fue nuestra peregrinación, un encuentro de rostros y colores unidos por una misma misión. Trabajar de la mano de María.

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