Tan en el mundo, lejos de la vida

A un mes de la destitución del presidente del Paraguay, Fernando Lugo, reproducimos una reflexión escrita por un miembro de la Liga Apostólica de Familias de ese país. "Los que conocemos los principios pedagógicos del P. Kentenich, tenemos claro que la coherencia entre el pensamiento y la acción es una base fundamental del cristiano para la formación de una persona y una sociedad donde reinen la justicia, la verdad, y el amor. No se puede esperar mucho idealismo ni acciones enteramente justas de personas tan torcidas como muchas de la que nos 'representan' actualmente, pero tampoco podemos darnos el lujo de esperar a ser gobernados por personas perfectas para tener una sociedad progresista y desarrollada".

| Hernán Font Hernán Font

En estos días, hemos presenciado varios hechos socio-políticos concatenados: la eficiente presión de miles de ciudadanos para rechazar el impúdico aumento presupuestario a la Justicia Electoral para financiar operadores políticos; la persistente y difícil lucha por desbloquear las listas sábana; los tiras y aflojes del lanzamiento de los primeros y segundos pre-candidatos a la presidencia en el 2013 de los distintos partidos y sectores; la masacre hasta ahora inexplicada entre policías y campesinos-carperos del pasado viernes 15 de junio, un verdadero blackfriday nacional que encharcó el panorama político previo a un año de elecciones. Fiinalmente, se utilizó como principal argumento para concretar en el Congreso, con una casi total mayoría de votantes, el sumarísimo juicio político y consecuente destitución del Presidente Lugo y la asunción de Federico Franco a la presidencia para completar el mandato, en una clara acción de los congresistas que utilizaron un recurso constitucional pero cuestionable.

Es una paradoja que el presidente Lugo haya sido calificado como culpable, ineficiente e incapaz de conducir el país por un grupo de legisladores que han demostrado ser igualmente incapaces, ineficientes y ávidos de la cosa pública en favor de sus propios intereses personales y partidarios. La balanza de la justicia se inclina solamente por el peso de los votos, y no de la razón o de los argumentos.

Todos estos hechos, y otros más que podríamos agregar, tienen un común denominador: la defensa a ultranza de los intereses creados. Y es que resulta harto difícil conciliar intereses tan dispares de sectores aparentemente enfrentados. De eso trata el arte de gobernar, de administrar en primer lugar la justicia, es decir, de llevar a la práctica el axioma "dar a cada uno lo suyo", pero que choca insistentemente con los muros de la codicia y la falta de objetividad cuando se trata de considerar qué es "lo mío" y qué es "de los otros". El infierno son los otros, decía Jean Paul Sartre, ó al infierno los otros, diríamos ahora, modernamente. La consigna hoy parece ser: YO soy lo importante, y en consecuencia sólo mi familia, mi grupo, mi partido, mi clan, "mi tribu".

Y es que resulta una paradoja que en este Paraguay de modernos contrastes, donde tanto estudiantes como limpiaparabrisas tienen un Smartphone y bolsitas de crack y navajas en sus bolsillos, y donde torres de modernos departamentos se elevan en la misma cuadra de casuchas con letrinas sin agua potable, cada vez más tengamos la posibilidad -y hasta la presión- de estar conectados a las redes sociales como sinónimos de "estar" y "participar", pero desconectados del calor humano, de la realidad de la vida diaria. O sólo accedemos a una visión de la misma en algunos episódicos fragmentos, cuando esta misma realidad nos enfrenta a hechos puntuales y con frecuencia trágicos, como la masacre de Curuguaty ó el asesinato gratuito de algún barrabrava hincha de un club.

Los noticieros están plagados de noticias violentas: asesinatos, robos y asaltos domiciliarios, estadísticas de accidentes de tránsito fatales, desaparición de adolescentes, y en los ruedos personales, ya es una rutina comentar tantos divorcios como casamientos a la ligera de parejas cada vez más jóvenes. Tal vez sea una estrategia anti-stress personal válida el no involucrarse demasiado, y limitarse a dejar hacer, dejar pasar, todos los eventos de la interacción social, so pena de tener un barullo infernal que sature nuestras mentes.

Pero ésta es una estrategia no válida para las autoridades elegidas en democracia: son nuestros representantes constitucionales quienes deben asumir el peso de la carga pública de analizar los hechos, definir estrategias y tomar decisiones acertadas de acuerdo al marco de la ley y la justicia. Nuestra legislación ni la sociedad exigen un testimonio ejemplar de vida personal como requisito para postularse y ser elegido autoridad. Y tenemos muchísimos casos de personas elegidas en altos cargos que exigen responsabilidad de acción y conducta, que en lo personal dejan mucho que desear.

Lo destacable es que la irresponsabilidad en lo personal, cuando se trata de autoridades, en todos los niveles, con frecuencia se traslada al ámbito oficial, desnudando los peligros de la ligereza y de la improvisación en el tratamiento de temas tan espinosos como la economía, el bien común, la lucha por la tierra, y la confusión de roles cuando se intenta al mismo tiempo aplicar la Ley y promover los derechos de grupos que rayan la delincuencia.

Los que conocemos los principios pedagógicos del P. Kentenich, tenemos claro que la coherencia entre el pensamiento y la acción es una base fundamental del cristiano para la formación de una persona y una sociedad donde reinen la justicia, la verdad, y el amor. No se puede esperar mucho idealismo ni acciones enteramente justas de personas tan torcidas como muchas de la que nos "representan" actualmente, pero tampoco podemos darnos el lujo de esperar a ser gobernados por personas perfectas para tener una sociedad progresista y desarrollada. La clave es exigir, reclamar, educar, alentar, participar, y también promover a que se animen, postulen y elijan cada vez personas más probas, más dinámicas, más audaces, y más coherentes.

El desafío es vencer el riesgo de permitir que la política -el arte del bien común- sea llevado solamente por los intereses económicos, pues en nuestro país las autoridades se eligen en elecciones libres. Éstas se ganan con votos, y los votos son comprados y/o arreados por masas de votantes inconscientes, no sólo de ciudadanos, quienes con mayor frecuencia se manifiestan desde su facebook pero se quedan en sus casas el día de las elecciones. No seamos meros espectadores de noticias. Hagamos historia construyendo la Nación de Dios, siendo honestos, coherentes, y formando hijos honestos, coherentes, y con conciencia social. El mundo necesita de esta gente, y la tiene. Falta que nos movamos más, no es suficiente el ser buenos en la soledad de nuestro hogar. Ejercer la bondad y la justicia es un imperativo social. Lo que somos es el fundamento de la personalidad, pero lo que hacemos en consecuencia es lo que nos define como hombres y mujeres libres, dignos de ser llamados ciudadanos. Construyamos la ciudadanía que necesita la Nación de Dios.

 

 

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