TESTIMONIO MARIO HIRIART

Conocí a Mario en esta bendita tierra de Bellavista en la Semana Santa de 1950. Mi primera impresión fue de un joven serio, reservado, más bien tímido y rodeado de la aureola de ser un estudiante inteligente. Testimonio recogido del encuentro del Círculo de hombres, El Camino de Mario Hiriart, realizado en Bellavista el día 1 de Mayo 2013.

| Juan Esteban Manriquez Juan Esteban Manriquez

1.- Conocí a Mario en esta bendita tierra de Bellavista en la Semana Santa de 1950. Mi primera impresión fue de un joven serio, reservado, más bien tímido y rodeado de la aureola de ser un estudiante inteligente.

2.- Más tarde tuve la oportunidad de tratarlo, más de cerca, en los actos Y reuniones que realizaban los grupos del P. Benito Schnaider. Pero donde tuve oportunidad de conocerlo, más al natural fue en el  Campamento de Radal, realizado en febrero de 1957. Su rostro reflejaba un dormir escaso debido a los improvisados jergones de paja. Sus dolores de cabeza y estomago eran visibles a simple vista, ellos templaban su voluntad y lo obligaban  a redoblar sus sacrificios para tratábamos de cumplir fielmente como medio de auto información. Mario no se destacaba como un líder nato o como joven simpático de trato social fácil, pero sí era responsable, serio, profundo y su claridad en los principios e ideales, hacía que su opinión fuera respetada.

Posteriormente y a raíz de su proceso de beatificación, hemos conocido su enfermedad y sus operaciones, desde niño, los continuos  dolores que tuvo que soportar a lo largo de su vida,  y como debió luchar heroicamente, para superar y sublimar con la ayuda de la gracia, su enfermedad, y sufrimientos. Su abundante aporte al capital de gracias, fue como cáliz vivo de Cristo, lo destacan  sin lugar a dudas, entre aquellos que más han contribuido al actual desarrollo del  Movimiento.

Su anhelo de santidad y el ofrecimiento de sus sufrimientos, al capital de gracias, lo señalan, además, como una cruz negra, a la cual todos debiéramos aspirar seriamente.

3.- Tuve la oportunidad de conversar, personalmente, con Mario, (en 1963), a su regreso de Brasil, cuando ya era miembro del Instituto de los Hermanos de María, y he aquí la impresión imborrable de ese encuentro.  Su trato era mucho más alegre y cálido, su acogimiento personal y directo, revelaban un cambio notable. Se le veía tranquilo, dueño de sí mismo, sobre todo muy alegre e impulsado por un gran sentido de familia y misión. Se podría afirmar, que efectivamente la gracia, habría perfeccionado su naturaleza. Durante los años de noviciado en Brasil, su querida Madrecita, no solo lo cuidó, formó, y educó, sino que con las gracias que brotan del Santuario-Cenáculo, lo “Transformó”, y preparó para abrazar la cruz de su muerte heroica en Milwaukee.

4.-Para mi Mario representa un caso preclaro de la Alianza de Amor encarnada, base de la construcción de  una futura Cultura de Alianza.

Mario constituye el 31 de Mayo hecho vida.

En el vemos la unión entre el Dios creador y sus creaturas, la armonía entre la naturaleza y la gracia, la unión entre lo natural y lo sobre natural, entre las ideas y la vida, entre la cabeza y el corazón. Su personalidad y su vida, son un ejemplo preclaro del pensar, sentir y el amar orgánico.

5.- La fe heroica de nuestro primer santo laico y su entrega a la obra de Schoenstatt hasta la muerte, nos llama a los laicos, como decía el Fundador a,  poner el mundo en llamas. Nuestra misión como laicos, es demostrar que somos capaces de vivir nuestro cristianismo, en medio  del mundo, no para mundanizar lo cristiano, sino para cristianizar lo mundano. Tenemos aún pendiente el demostrar  nuestra formación y compromiso con Schoenstatt a fin de que se nos permita, a los laicos, participar, en la dirección del movimiento. Asimismo debemos elaborar una espiritualidad propia y original para los laicos. Nuestra tarea es rescatar en el mundo moderno la imagen de un Dios personal, un Dios de amor infinitamente misericordioso, cuya voluntad descubrimos cada día a través de la fe practica en la Divina Providencia.

“La Santísima Virgen tiene la misión de restaurar el orden destruido. Ella no debe tan solo proteger un orden vigente, sino restaurarlo. Y nosotros, (junto a Mario), somos instrumentos de la Virgen para esa tarea”.

 

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