Un milenio de tesoros de la Abadia Cistercence de Casamari

Un milenio de tesoros de la Abadia Cistercence de Casamari  Terminamos de cruzar la amplia puerta y llegamos a un hermoso jardin, donde los monjes cultivan, desde la segunda mitad del Setecientos, flores y plantas medicinales para su uso en farmacologia homeopàtica, como el mirtilo, para la vista, y otras para la elaboraciòn de exquisitos licores, como el Eucalittino.  

| Marcel Gonzalo Unzueta Marcel Gonzalo Unzueta

Roma (Italia)

 

 Mientras en Roma se vivio el primer domingo sin el Angelus, las voces de un grupo de niños resuenan debajo del arco de entrada de la Abadia Cistercense de Casamari. Han terminado sus clases y salen cantando una dulce canciòn en latin. El Abad Silvestro Butarazzi les observa con paternal atenciòn a tiempo de despedirles con la mano.

 Despuès de haber recorrido un centenar de kilòmetros, hemos llegado a Veroli, provincia de Frosinone, donde se encuentra la Abadia. A su ingreso, nos detenemos un instante para observar su preciosa arquitectura gòtica.

 Terminamos de cruzar la amplia puerta y llegamos a un hermoso jardin, donde los monjes cultivan, desde la segunda mitad del Setecientos, flores y plantas medicinales para su uso en farmacologia homeopàtica, como el mirtilo, para la vista, y otras para la elaboraciòn de exquisitos licores, como el Eucalittino.

Continuamos caminando hasta llegar a la Sala Capitular, considerada una de las màs bellas construcciones cistercenses en Italia. En el aula- donde la comunidad se reune para tomar las decisiones màs importantes- resalta la originalidad de la arquitectura, caracteriza por las reparticiones geomètricas del espacio y la simetria.

 

Desde una puerta lateral del Claustro pasamos  a la Iglesia, en cuya puerta de bronce estàn diseñados los cuatro simbolos de los evangelistas y dos cruces, adornadas con palmas y rosas.

El diseño de la Iglesia fue hecho por un monje de Casamari, quien interpretò fielmente - con una arquitectura simple y esencial la nueva espiritualidad cistercense, basada en la  simplicidad de la vida, viviendo las ideas de San Bernardo y la disposiciòn del Capitulo General de la Orden (1157). No existe un ornamento que distraiga de la oraciòn y la meditaciòn o turbe el acogimiento o contemplaciòn.

 A propòsito de la construcciòn del complejo, se observan algunas cruces tipicas de la Orden de los Templarios situadas en las hornacinas del altar del coro y en la del fondo de la Nave de la Iglesia.

La presencia de estas cruces hace suponer que la Orden de los Caballeros del Templo habrian contribuido de algùn modo a la Abadia.

 UNA HISTORIA QUE COMENZO EL 1005

 La construcciòn del monasterio se iniciò el año 1005. Segùn el P. Butarazzi algunos clèrigos benedictinos de Veroli, con el consenso y la aprobaciòn del obispo decidieron construir una Iglesia en honor de los santos Giovanni y Paolo, en la localidad denominada Casamari, nombre de origen osca y que para Quintiliano significaria "cazador", donde se encontraban algunas ruinas de un templo dedicado antiguamente a Marte, dios de la guerra.

 Toda la estructura de la Abadia es de piedra. Està edificada en el antiguo municipio romano denominado Ceretae, en homenaje a la diosa Cerere, y tambièn donde fue la residencia de Cayo Mario, uno de los màs brillantes estrategas militares de Roma, cuyo valor e inteligencia le permitieron conquistar la Corona de Laurel, la distinciòn màs alta que concedia el Imperio.

 "Desde el siglo XI la Abadia desplegò una fuerte vitalidad espiritual, social y econòmica. Sin embargo, en el siglo XII enfrentaria una larga crisis, caracterizada por un espinoso malestar de ingobernabilidad que se tradujo en continuas dimisiones de los Abades, determinado sobre todo por el desorden politico y religioso de la època.Durante el cisma de Anacleto Segundo (1130-1138) y, cuando Bernardo de Claraval, con una tenaz obra de mediaciòn se convierte en el promotor de la unidad eclesial con el reconocimiento del Papa Inocencio II, Italia reconoce a los monjes Cistercences, mientras toda Europa vivia la expansiòn de la Orden", afirma el Priore.

 Gracias a De Clarabal, la abadia pasò a la Orden de los Cistercenses, su "hija predilecta".

Luego, los cistercenses iniciaron la construcciòn del actual monasterio segùn los planes arquitectònicos de la Orden.

El Papa Inocencio III, en el año 1203, colocò la primera piedra de la Iglesia, cuya construcciòn se hizo bajo la direcciòn de Fray Guillermo de Milàn. A finales de 1217 la basilica fue consagrada y dedicada a la Virgen Asunta.

Con la afirmaciòn de la monarquia en Europa, despuès de la pèrdida de poder politico del papado y, sobre todo con el cautiverio de Avignon (1305-1377) y el gran cisma de Occidente (1378-1417) se originò una crisis general de la instituciòn eclesiàstica en la que se vieron envueltas todas las òrdenes religiosas.

 El monasterio, que se habia afirmado como representante de una idealidad democràtica y de una profunda ejemplificaciòn de vida cristiana, fue privada de sus bienes materiales y perdiò su prestigio espiritual.

Despuès de superar otras dificultades, la Abadia viviò un reflorecimiento religioso, particularmente con la creaciòn de un seminario al que hoy en dia acuden muchos jòvenes que desean vivir el ideal Cistercense.

En 1929 fue declarada Congregaciòn Monàstica de la Santa Sede.

 

EL MUSEO Y LA BIBLIOTECA CISTERCENSE

 La Abadia es famosa por su museo y pinacoteca. Alli estàn valiosas y preciosas arqueològicas de màrmol, estatuas, instrumentos de guerra, vasijas de barro - la mayoria de la època romana - y pinturas de los ùltimos cuatro siglos.

 Entre las bellas pinturas de Casamari, el Abad Silvestro nos muestra La muerte de San Giusseppe, de un anònimo de la Escuela Francesa del siglo XVII, retratos de San Ambrosio y San Agustìn, de Michelangelo Merisi, màs conocido como el Caravaggio; La Virgen con el niño, de la Escuela de Rafael, La Sagrada Familia, de Solimena y el Martirio de San Lorenzo de Francisco de Castello. Tambièn se destacan los hermosos cuadros de Carracci, como Jesùs y la Samaritana y Descanso durante la fuga de Egipto, el San Ambrosio del Guercino y la Madonna del Sassoferrato.

 Otra de las maravillas es la Biblioteca, en cuyos estantes se encuentran miles de libros de Teologia, Literatura, Filosofia y Ciencias, hasta los escritos a mano de San Bernardo de Clarabal y otros padres de la Iglesia Catòlica.

El Abad Silvestro, doctorado en Literatura y Filosofia, nos muestra una de las curiosidades bibliogràficas màs bellas y sorprendentes de la Biblioteca:el diminuto libro Confesiones de San Agustin, escrito a mano y en latin.

Las dimensiones de èste minùsculo libro son de aproximadamente cinco centimetros, forrado en cuero y cuyas hojas son de una exquisita finura que parecen hechas de seda.

El monje explica explica que a la Biblioteca asisten los estudiantes del Instituto San Bernardo, seminaristas y estudiosos de Teologia y Filosofia.

 "En esta atmòsfera envuelta de silencio y recogimiento, lecturas y trabajo intenso, la vida de los monjes se articula armònicamente en tres momentos que se traducen en un sano equilibrio psicofisico: l'opus Dei (obra de Dios), la lectio divina y el labor manuun (trabajo manual).

Cada jornada en el monasterio es vivificante gracias a la intensa vida de oraciòn y la liturgia acompañada de canto gregoriano.

"L'ozio è nemico dell anima" (el ocio es enemigo del alma),dice el Abate Silvestro y explica que el monje - a una hora determinada - debe ocuparse del trabajo manual y en otra, al estudio de la palabra divina".

 Desde ese cenàculo de piedad cristiana los monjes cistercenses han logrado que la Abadia sea centro de una intensa promociòn humana y de encuentro con el mayor de los misterios.

 

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