Volvamos a Comer en la Mesa

  Gracias a Dios, somos varios los que al conversar con los amigos, recordamos continuamente cómo nuestros padres siempre procuraban que comiésemos todos juntos en la mesa. Con esas madres dedicadas a reunir a la familia en torno a la comida, la cual siempre ha sido signo de muestra de afecto, pues requiere el donarse a sí mismo a los demás, por medio de inversión de tiempo, esfuerzo y dedicación el preparar un buen plato, una muestra clara de amor. Esa situación hoy día ya no resulta tan obvia.

| Marcelo Felipe Lizana Marcelo Felipe Lizana

 

Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio" (Mt 14,13-21).

Gracias a Dios, somos varios los que al conversar con los amigos, recordamos continuamente cómo nuestros padres siempre procuraban que comiésemos todos juntos en la mesa. Con esas madres dedicadas a reunir a la familia en torno a la comida, la cual siempre ha sido signo de muestra de afecto, pues requiere el donarse a sí mismo a los demás, por medio de inversión de tiempo, esfuerzo y dedicación el preparar un buen plato, una muestra clara de amor. Esa situación hoy día ya no resulta tan obvia.

En muchas familias, los padres llegan del trabajo, los hijos de la escuela y cada uno por separado, a distintos horarios. Llevados por el cansancio y el apetito, comen algo rápido en la cocina; si no se lo preparan y se lo llevan  a sus dormitorios, comen en el living viendo televisión o simplemente llegan a encerrarse en sus dormitorios para "hablar" con sus amigos en el computador.

El reunirse en la mesa a comer tiene una relevancia vital dentro del ciclo familiar. Muchas veces puede significar el único momento dentro del ajetreo del día para compartir, constituyéndose en un lugar de diálogo familiar, un diálogo al cual se refiere el P. Schwizer como: "el verdadero diálogo presupone la atención: atención a la vida de los hijos, a sus palabras, a sus problemas. Por eso, para amar a los hijos es indispensable saberles mirar. Se trata de una mirada atenta, en la cual el alma se vacía de todo contenido propio, para recibir en sí al ser que contempla, tal como es, con toda su verdad y su riqueza".

Muchos culpan a la falta de tiempo, con el uso de las fast-food, la televisión como centro a la hora de comida, los hogares pensión donde los hijos sólo comen y duermen, donde los padres no tienen diálogo matrimonial, trabajando intensamente con el fin de lograr un mayor desarrollo familiar, sin preguntarse si al conseguir las cosas materiales realmente constituye el ideal de matrimonio y familia al que aspiran en un futuro. Se crean necesidades innecesarias, supliendo el descuido y el silencio por trabajar con cosas materiales, sin esperar siquiera a que el niño perciba esa necesidad.

Ante esta situación, la esperanza está en mirar a la Mater como el ejemplo de madre, nuestras madres y abuelas lo hacían (en cuántas de ellas se repite en forma incalculable el nombre de María). Ella es quien debe guiar a los padres en un espíritu de acogimiento mariano con los hijos. Ahí radica la importancia de que la mesa, por más humilde que sea, debe estar dignamente preparada, ordenada, limpia y cómoda.

También debemos preocuparnos de nuestra propia disposición a la comida. Para ello es básico, en un hogar cristiano, el comenzar por la bendición de la mesa, que nos ayuda a ver en los alimentos algo sagrado por el hecho de que nos permiten disfrutar de los dones de Dios. De lo contrario, la atención se centra sobre lo material, desvirtuándose el aspecto de la comida como convivencia. Posteriormente, un buen ejercicio es preguntar a los hijos y viceversa lo bueno y lo malo del día, haciendo escucha activa. De esta forma, el otro se sentirá escuchado, acogido y comprendido.

Resulta increíble cómo un hecho tan sencillo pueda ser tan potente como expresión de acogimiento en la caridad. Los hijos de hoy claman por comer en la mesa, pero son los padres los encargados de guiar y dar acogida a las necesidades vitales de los hijos para, de esta forma, crear un ambiente de familia. En los tiempos actuales existe el desafío de la CALIDAD del tiempo compartido ante la cantidad. Los padres, a ejemplo de nuestro Padre Fundador, deben saber "...colocar la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios".

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