CREPÚSCULO

Soy un lector compulsivo pero mis lecturas no suelen guiarse por las listas de libros más vendidos; sin embargo, esta vez hice una excepción con la saga "Crepúsculo" de Stephenie Meyer y lo hice por u...

| Pablo Crevillén Pablo Crevillén
Soy un lector compulsivo pero mis lecturas no suelen guiarse por las listas de libros más vendidos; sin embargo, esta vez hice una excepción con la saga "Crepúsculo" de Stephenie Meyer y lo hice por una razón un tanto peregrina. Soy muy aficionado a la ciencia ficción y hace unos años descubrí una novela magnífica, "El Juego de Ender", que tiene especial éxito entre los adolescentes varones. Una cosa que me llamó la atención es que en la novela y su secuela (también excelente) aparecían católicos que no eran tratados como personajes grotescos o malvados. Y el autor (Orson Scott Card) es mormón. Los mormones (la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) tienen uno de los orígenes más ridículos que conozco de una confesión religiosa. El fundador, Joseph Smith en 1820, cuando tenía 14 años se internó en un bosque para orar con la finalidad de descubrir qué secta era la verdadera. Allí, presuntamente, recibió la visita de dos personajes, uno de los cuales afirmó del otro: "este es mi Hijo amado, escúchalo", y añadió que todas las iglesias estaban equivocadas. Posteriormente escribió "El libro del Mormón"; a John Smith se le apareció el ángel Moroni y le comunicó que debía encontrar unas placas de oro con un texto; con la ayuda de unas gafas debía traducirlo desde el egipcio reformado en que estaba escrito al inglés. La historia, que narra la emigración antes de Cristo de varios pueblos desde Israel a América, es rocambolesca, difícil de creer; el libro incluye, también, un relato referente a la visita que Jesús habría realizado al continente americano después de su resurrección. Como remate, John Smith terminó su vida linchado por una multitud que lo sacó de la cárcel donde se encontraba acusado de bigamia, falsificación, encubrimiento y otros delitos. Pese a estos antecedentes, la secta cuenta con unos quince millones de fieles y un importante peso social, económico y político. De hecho, según informaciones periodísticas, la campaña por el no, en el referéndum celebrado en California sobre el matrimonio homosexual y que terminó con la victoria de esa opción, fue soportada económicamente de forma muy importante por los mormones. Pues bien, la autora de "Crepúsculo", Stephenie Meyer, es mormona y ha cosechado un éxito mundial con su saga, especialmente entre las chicas adolescentes y no tan adolescentes. La novela no pasará a la historia de la literatura, pero tiene la virtud de mostrar con gran realismo la forma de reaccionar de una chica que cambia de lugar de residencia y se enfrenta a sus nuevas relaciones y a un chico que le gusta. Y lo hace tan bien que lectoras de treinta y cuarenta años también se enamoran del personaje masculino y cuando se estrenó la película quedaron sorprendidas de que fuera tan joven. Como varón, todas estas cosas las contemplo divertido, pero con cierta distancia. Sin embargo, hay un detalle que me llama la atención. A diferencia de lo que sucede en el 99,9% de los casos de ficción, la pareja no mantiene relaciones sexuales; en el chico concurre una circunstancia especial que hace que pueda dañar o incluso matar a la chica si da rienda suelta a la pasión. Y decide mantener una relación romántica con la chica, sin sexo. Y me pareció una forma muy ingeniosa de transmitir valores mediante una banal historia de ficción. A la vista de ello, me pregunto cómo de entre 1.000 millones de católicos en el mundo, no hay nadie que sea capaz de aprovechar el entretenimiento de masas (libros, cine, cómic...) para hacer lo mismo. O en la que existan personajes creyentes positivos, pues hay una corriente creciente ("El Código Da Vinci", "El Quinto Día", diversas versiones del mito del Rey Arturo) que de acuerdo con la mentalidad New Age reivindican un panteísmo ecologista y en la que los cristianos como enemigos fundamentalistas de la nueva fe deben ser vencidos. Pablo CrevillénEspaña19 de junio de 2009
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