Economía y religión

Hace ya un siglo, el sociólogo alemán Max Weber postulaba que los protestantes están mejor cualificados que los católicos para adaptarse a la economía capitalista. Weber llegaba a esta conclusión basándose en que el talante industrioso, emprendedor e individualista de los protestantes es más propicio para dicho sistema que el carácter jerárquico, solidario y contrario a la usura de los católicos. Aunque la supuesta asociación entre economía y religión no está muy bien vista por la mayoría de los economistas, esta idea ha conseguido calar dentro del pensamiento social, especialmente en los países protestantes. Esta hipótesis explicaría de una forma rápida y sencilla la supremacía económica de los países anglosajones y del norte de Europa (mayoritariamente protestantes) sobre los llamados países PIGS: Portugal, Italia, Grecia y España (¡vaya acrónimo!)...

| César Fernández-Quintanilla (España) César Fernández-Quintanilla (España)

La impetuosa irrupción de los países asiáticos (obviamente, no protestantes) en la economía mundial así como la de algunos otros países emergentes de tradición católica (tales como Brasil y Chile) nos permite poner en duda esa supremacía económica protestante. Recientemente, un trabajo de investigación realizado en la Universidad de Harvard ha aportado nuevos argumentos a los detractores de la teoría de Weber. En dicho trabajo se han utilizado datos de 272 ciudades alemanas, católicas y protestantes, durante el periodo comprendido entre 1300 y 1900. La conclusión obtenida: no se encontró ningún efecto de la religión mayoritaria en la ciudad sobre su desarrollo económico.

Personalmente, y aunque estoy en total desacuerdo con la concepción simplista de Weber, pienso que las escalas de valores características de diferentes religiones si que pueden tener una clara influencia sobre el comportamiento laboral y social de las personas practicantes de dichas religiones. Una espiritualidad que promueve una ética del trabajo que considera a éste como camino para la santificación probablemente facilitará a sus practicantes el conseguir un mayor éxito profesional que otra centrada exclusivamente en la oración, la meditación y el sacrificio. Y este comportamiento individual trasciende a la sociedad y a la cultura. En muchos países islámicos donde la educación está centrada casi exclusivamente en el estudio del Corán y donde las estrictas enseñanzas de esta doctrina condicionan totalmente la vida social y laboral, es difícil pensar que lleguen a alcanzar un gran desarrollo económico...... a no ser que produzcan petróleo.

Dentro de ese difícil equilibrio del "ora et labora" es posible que en el pasado el catolicismo haya puesto más peso en el platillo del "ora". Pero hoy en día el trabajo está considerado como un camino hacia Dios y todas las nuevas espiritualidades promueven la santificación de la vida diaria (incluyendo las 8 o más horas dedicadas al trabajo). Además, la concepción católica del trabajo aporta un valor añadido que no lo tienen muchas otras religiones. Al considerar que cada compañero de trabajo es hijo del mismo Dios y hermano nuestro, esto nos debería llevar a establecer fuertes vinculaciones humanas entre nosotros, a no considerar nunca al inferior como una cosa, al igual como un competidor y al superior como un explotador.

No hace mucho me contaban la anécdota de una revisión laboral llevada a cabo en una empresa española por un superior procedente del norte de Europa. Al considerar el caso de un ejecutivo que era muy bondadoso con sus subalternos, este señor hizo el siguiente comentario: "Seguramente es católico". Probablemente el sentido de dicho comentario fue crítico (en la línea de la teoría de Weber). Pero también podríamos interpretarlo como el reconocimiento de algunos de los valores que los ejecutivos católicos deberían encarnar en su trato con sus inferiores.

Es posible que la disociación entre capitalismo y catolicismo tuviera bastante razón de ser hace un siglo, con un capitalismo salvaje y un catolicismo encerrado en los templos. Pero hoy en día no habría que plantearse si el catolicismo se adapta bien a la ética capitalista sino como adaptar el capitalismo a la ética católica. Aunque con ello posiblemente podamos perder competividad en relación a los gigantes asiáticos que no comparten muchos de nuestros valores éticos.

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