El mejor amigo del hombre

Una vez oí a un profesor de economía argentino afincado en España que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio. La frase me ha venido a la memoria al ver los resultados de la crisis económica que vivimos. Después de muchos años de defender las leyes del mercado como mejor forma de regulación de la economía sin injerencia pública, resulta que cuando el sector bancario entra en crisis (fundamentalmente, por una gestión irresponsable) resulta que esas leyes intocables se suspenden y los Estados deben dedicar una ingente cantidad de dinero para que las entidades de crédito no quiebren. Pues bien, después de hacer algo que hubiera sido impensable para otro sector productivo, cabría pensar que dado que se habían inyectado fondos públicos, se introducirían nuevas normas que impidieran que maniobras puramente especulativas volvieran a poner en peligro la economía mundial....

| Pablo Crevillén (España) Pablo Crevillén (España)


Una vez oí a un profesor de economía argentino afincado en España que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio. La frase me ha venido a la memoria al ver los resultados de la crisis económica que vivimos. Después de muchos años de defender las leyes del mercado como mejor forma de regulación de la economía sin injerencia pública, resulta que cuando el sector bancario entra en crisis (fundamentalmente, por una gestión irresponsable) resulta que esas leyes intocables se suspenden y los Estados deben dedicar una ingente cantidad de dinero para que las entidades de crédito no quiebren. Pues bien, después de hacer algo que hubiera sido impensable para otro sector productivo, cabría pensar que dado que se habían inyectado fondos públicos, se introducirían nuevas normas que impidieran que maniobras puramente especulativas volvieran a poner en peligro la economía mundial.

Sin embargo, lo que ocurrió fue que una vez que el dinero salió de los presupuestos estatales, las leyes del mercado se rehabilitaron y ya no podía regularse el mercado financiero. Además, como los Estados habían gastado mucho en reflotar los bancos y, debido a la crisis ingresaban menos, en seguida se puso el grito en el cielo por el déficit público, exigiendo a los Gobiernos recortes de gastos. Los recortes se materializan en pensiones, sanidad, educación, subsidios de paro y otras ayudas. La rabia de los ciudadanos por la pérdida de bienestar ha de canalizarse. Y aquí aparece un grupo interesante, los funcionarios que no tienen, no tenemos, buena fama. Vagos, sin iniciativa, obsesionados con el reglamento, sin imaginación...Incluso en Schönstatt es raro que no aparezcan, aparezcamos como ejemplo de actitudes negativas, mientras que nunca lo hacen, sin ánimo de señalar, los empresarios, banqueros o profesionales liberales.

Mientras la situación económica fue buena nadie se acordó de los funcionarios. Mientras hay trabajo bien pagado, su situación no es envidiable, pero la seguridad de su empleo cuando todo lo demás va mal no agrada. No voy a intentar hacer una defensa de los funcionarios porque los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía y porque, aunque entre los funcionarios hay policías, bomberos, profesores, médicos y otros que cumplen fielmente sus obligaciones, los tópicos que hay en relación con ellos, con nosotros, son como todos los tópicos, también ciertos. Tampoco puede negarse que la administración puede y debe reducirse en algunos sectores, sobre todo en aquellos casos, como el español, en que la estructura municipal, regional y estatal superpone competencias.

Pero la necesidad de reducir el gasto público es un efecto de la crisis, no la forma de atacar su causa. Y me resulta curioso que las iras de los ciudadanos se dirijan contra los funcionarios y no contra los altos directivos de los bancos que no les conceden créditos, que claman contra las indemnizaciones por despido, cuando ellos tienen contratos blindados por cláusulas de indemnización millonarias o, contra la subida de las pensiones, cuando ellos las tienen aseguradas cuando se retiren. Aunque todo esto no es más que la opinión de un funcionario.

 

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