Indignación movilizada y democracia

El llamado del Sr. Stéphane Hessel en el texto "Indignez-vous", al cual me referí en un artículo anterior, surtió inesperados grandes efectos. Así, una oleada intensa de indignación y movilización ha invadido y conmueve el mundo en nuestros días. Un diario inglés ("The Guardian") preparó una especie de mapa de tal indignación y movilización y, en suma, puede concluirse que casi no existen países o áreas del mundo contemporáneo en que este fenómeno no haya ocurrido. ¿Cuánto durará? Nadie lo sabe. Los indignados y sus movilizaciones son exitosas, en el sentido que convocan a numerosos grupos de personas que se manifiestan con entusiasmo y convicción; la única excepción parece ser Australia, en que a la convocatoria no llegaron ni los canguros. Muchas de las movilizaciones tienden a ocurrir sin violencia, tras convocatorias atractivas y por medio de manifestaciones respetuosas de los derechos de los no-indignados, o quizás también indignados pero no dispuestos a manifestarse en las calles. ... ...

| Patricio Chaparro Patricio Chaparro

El llamado del Sr. Stéphane Hessel en el texto "Indignez-vous", al cual me referí en un artículo anterior, surtió inesperados grandes efectos.

Así, una oleada intensa de indignación y movilización ha invadido y conmueve el mundo en nuestros días.

Un diario inglés ("The Guardian") preparó una especie de mapa de tal indignación y movilización y, en suma, puede concluirse que casi no existen países o áreas del mundo contemporáneo en que este fenómeno no haya ocurrido. ¿Cuánto durará? Nadie lo sabe.

Los indignados y sus movilizaciones son exitosas, en el sentido que convocan a numerosos grupos de personas que se manifiestan con entusiasmo y convicción; la única excepción parece ser Australia, en que a la convocatoria no llegaron ni los canguros.

Muchas de las movilizaciones tienden a ocurrir sin violencia, tras convocatorias atractivas y por medio de manifestaciones respetuosas de los derechos de los no-indignados, o quizás también indignados pero no dispuestos a manifestarse en las calles.

Italia, Chile y recientemente los Estados Unidos han sido excepción a esa no-violencia.

En Chile, una tras otra, las marchas, manifestaciones, tomas, retomas y ocupaciones ciertamente ilegales de escuelas, universidades y hasta de la ex sede del Congreso Nacional en Santiago, han ocurrido acompañadas de violencia.

Objetivamente, sin proponer en esta ocasión un análisis de las causas, todas o casi todas las marchas convocadas por el movimiento estudiantil chileno han sido acompañadas de desmanes y violencia: 1.567 detenidos, 348 querellados, 12 privados de libertad y un número indeterminado de indignados sujetos a alguna medida cautelar. Ello a mediados del mes de octubre del presente año 2011.

A esa fecha la violencia ha provocado daños a bienes públicos y privados en todos los lugares en que las movilizaciones han ocurrido. El Alcalde de la ciudad de Santiago, Chile, estima en $1.100.000.000= (alrededor de US$2.400.000.= dólares de los Estados Unidos) los daños originados en la ciudad por dichas manifestaciones.

Cuando se examina lo que ocurre y lo que se expresa en los medios y en las redes al respecto de este fenómeno social se puede concluir que tienden a existir ciertas congruencias.

Desde luego, el contenido de las demandas específicas de tales movilizaciones es bastante claro y perceptible cuando se examinan materias sociales tales como educación, salud, trabajo, vivienda.

Otra de tales congruencias, que me interesa destacar, es de carácter político: el rechazo a la política, los políticos, los partidos políticos, las instituciones y el régimen político democrático.

Los indignados y movilizados aseguran que estarían ejerciendo la democracia (que algunos denominan "verdadera") y en contra de la política, los partidos políticos y los políticos (en Chile, por ejemplo, los slogans rezan "que se vayan todos" o "el pueblo sin partidos avanza unido").

A mi juicio no se trata de un rechazo de carácter solamente estructural-formal, sino de algo más profundo, cultural.

Así, desde un foco de análisis centralmente político, considero que se está produciendo entre grupos sociales activos, algunos dirigentes del movimiento social y un segmento no sé cuan amplio de la ciudadanía, una pérdida ya no solamente de confianza sino también de esa especie de fe cultural, secular y civilizada en la política democrática.

Es cierto que en las movilizaciones se ejerce la democracia política. Pero una parte de ella, aquella que dice relación con las libertades de reunión y de expresión.

Sin embargo, la democracia política es más que aquello, bastante más.

El régimen político democrático real, el existente, conocido, verificable empíricamente, incluye también las instituciones políticas que formalizan los alcance y límites del poder político; los partidos políticos; el reclutamiento y selección de candidatos a posiciones de poder; las campañas electorales; las elecciones libres, secretas e informadas; el derecho y el ejercicio del sufragio; la existencia del Poder Legislativo y procesos de formación y aprobación de las leyes; un Poder Judicial independiente y autónomo; el estado de derecho; entre otras características formales y también sustantivas de un régimen político que merezca el adjetivo de democrático.

Esas instituciones y procesos políticos son complejos, y si los cargos o posiciones políticas democráticas son ejercidos con responsabilidad, requieren tiempo, estudio, arduo trabajo, paciencia, voluntad y capacidad de articulación, agregación, diálogo y compromiso.

Es preocupante –desde mi perspectiva- que los indignados y movilizados no parezcan estar muy dispuestos a organizarse y entrar a participar en los procesos políticos de un régimen democrático tal y como él es. Podrían entonces inclinarse en definitiva por seguir indignados, movilizados y acompañados de la violencia, sin proponer algo razonable que sea aceptado por los otros ciudadanos que, en un régimen político democrático, tienen su misma dignidad y derechos.

Más importante aún, a mi juicio, está por verse si los políticos demócratas perciben la gravedad de la situación y son o no capaces de captar las causas de la indignación movilizada y de liderar un esfuerzo democrático para lograr más y mejor régimen político democrático, no menos.

Patricio Chaparro

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