Y LA TIERRA TEMBLÓ

Este mes me había retrasado con la entrega de mi artículo. Aunque en Europa estamos con frío y temporales de nieve y viento, allí en Chile es verano y Ana, que se encarga normalmente de que no se me o...

| Pablo Crevillén Pablo Crevillén
Este mes me había retrasado con la entrega de mi artículo. Aunque en Europa estamos con frío y temporales de nieve y viento, allí en Chile es verano y Ana, que se encarga normalmente de que no se me olviden mis deberes, seguramente ha estado de vacaciones. Cuando este fin de semana iba a ponerme al día, empezamos a recibir las primeras noticias e imágenes del terrible terremoto que tan grandes daños ha producido en Chile. Así que aparqué el artículo que pensaba escribir y he estado unos días dándole vueltas a la cabeza. Nunca he vivido un terremoto. En España sólo se producen, de tarde en tarde, algunos de pequeña intensidad en el sur. Sólo se recuerda un terremoto devastador en 1755 que asoló la vecina Lisboa. Así que no puedo imaginar qué se siente cuando todo se mueve, cuando todo lo que parece firme y seguro deja de sostenernos. Y cuando termina, las réplicas y el tsunami. Después tiene que ser muy duro ver cómo centenares de personas quedaron entre los escombros; las casas, calles e infraestructuras destruidas. Como siempre que los seres humanos se enfrentan a una situación límite toda una gama de reacciones salen a la luz. Desde la mezquindad de los que aprovechan la situación de caos para saquear, hasta la abnegación de los equipos de rescate o la generosidad de todos los que ayudan material o espiritualmente; desde la estupidez de los que explican los últimos terremotos y desastres meteorológicos porque la Madre Tierra está enojada con los abusos de la humanidad (decía Chesterton que cuando el hombre deja de creer en Dios, acaba creyendo en cualquier cosa), hasta los que en Haití siguen rezando en medio de la total destrucción. No me queda duda de que en Chile en medio del dolor y el sufrimiento, muchos volverán la vista a Dios y los schoenstattianos acudirán al Santuario para pedir a la Virgen por los que no tienen vino y a prestar su ayuda material a los que lo necesiten. Como decía el Padre Kentenich, el hombre está lleno de miedos de todo tipo. Pese a sus esfuerzos no está en su mano encontrar seguridades en las realidades terrenas. Sólo en la medida en que se sienta especialmente amado por Dios podrá sentirse cobijado aunque todo a su alrededor se derrumbe. Y esto no es literatura. Como sabemos, el Padre Kentenich vivió desde su infancia acontecimientos difíciles, que incluyen un campo de concentración, exilio, calumnia... Antes del terremoto pensaba dedicar mi artículo a Chile. Me había producido admiración cómo se habían desarrollado los acontecimientos tras las elecciones presidenciales. Sin prejuzgar lo positivo o negativo del resultado, lo que para un extranjero que no conoce en detalle el país sería temerario, me había parecido modélica la forma en que habían comparecido juntos el candidato vencedor y el derrotado, alabándose mutuamente, así como la felicitación al primero por la Presidente Bachelet. Todo ello parecía ir más allá de la mera cortesía que se estila tras un proceso electoral en todas las democracias del mundo. Confío en que esos gestos fueran expresión de una unidad de fondo que va a ser imprescindible para acometer la reconstrucción del país. Aquí en España se suceden las noticias que recibimos de la Familia de Chile. Las Hermanas de María han abierto una cuenta para recibir donaciones destinadas a las ayudas que sean necesarias allí. También Ricardo Martino y Teresa Nales (del segundo curso del Instituto de Familias) nos han enviado una oración de Mario Hiriart que no me resisto a compartir. Hoy es el "día de guardia".Porque Chile está primero,estoy con su tierra y su gente.Humanamente, una desgracia aplastantepero me queda la más heroica confianzapuesta en ti, Madrecita y en tu Hijo.Tú no te contentas con palabras, pides actos.Si no puedo ser como el roble,que permanece enhiesto ante los embates,y si un ataque más furioso da por tierra con él,más segura es la caña, flexible y resistente.El anhelo es que no sólo construyamosmaterialmente una casa,sino que forjemos un hogar espiritual.¡Reinecita, ruego por tu Chile!ahora que tiembla bajo estas embestidas.Úsame como tu instrumento y hazme dócil,para llevar a otros el amor magnánimocon serenidad, en paz interior y exterior,a imagen tuya, siendo una luz,un fuego que muestra el caminocomo un cáliz de fe, esperanza y amor."Ven y construye..." en tu Chile,la gracia de vivir en la santa esperanza.Virgen del Carmen: "Tú, honra nuestra nación".
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